lunes, 26 de julio de 2021

Gustavo Bolívar y Simón Bolívar

 


Tomado de El Espectador 

Esta columna se inspira en unas décimas del abogado e historiador santandereano Gerardo Martínez para El Unicornio, que sintetizan en lúcida expresión poética lo ocurrido el 20 de julio durante la instalación del Congreso de la República:

"El grupo de los decentes

quería elección de almíbar,

pero les dieron acíbar;

y el día de la Independencia,

en terrible coincidencia

derrotaron a Bolívar".

(Ver décimas).

Este Bolívar no es Simón sino Gustavo, y acíbar amargo fue la “jugadita” que urdieron en perversa manguala el Centro Democrático y Alianza Verde, encabezada por Angélica Lizano, para arrebatarle la segunda vicepresidencia del Senado. No lo digo yo, lo dice Katherine Miranda, miembro de esa agrupación: “mi partido le quitó la vicepresidencia a Gustavo Bolívar de una manera muy baja. Es un daño enorme no solo a la oposición sino a la política en general”. (Ver noticia).

Ya no en terrible sino en feliz coincidencia, la rima del decimero trajo a mi mente las disputas que por los días de la Independencia libraban los criollos en variadas tendencias, unos centralistas y otros federalistas, unos realistas y otros “patriotas” que luchaban a brazo partido para librarse de la tiranía del rey Fernando VII, quizás el más torpe y déspota de los monarcas que tuvo la Corona.

Si extrapolamos el escenario político de entonces al decorado que presentaba nuestra república durante la “celebración” de la Independencia del pasado martes negro 20 de julio, cuando por primera vez en la historia de Colombia se impidió la entrada de la prensa al Capitolio e Iván Duque afirmó con cinismo que vivimos “una democracia robusta”, encontraríamos aspectos que sirven de insumo a un posible parangón.

En un terreno donde la realidad compite con la fantasía, los realistas de hoy serían los uribistas que defienden a su regente, Álvaro Uribe Vélez, mientras que Duque representaría al sanguinario capitán Pablo Morillo (hombre estricto y religioso, como Alejandro Ordóñez) enviado por el rey Fernando a recuperar el terreno perdido ante las huestes de Bolívar y restablecer el virreinato. Si de reconquista se ha de hablar para el caso actual, ¿no fue esto lo que logró Uribe al derrotar en dos batalles decisivas a su exaliado traidor Juan Manuel Santos, primero en el plebiscito de 2016 y dos años después en la elección presidencial?

En referencia a los criollos de antes, durante la primera Junta de Caracas (que logró una incipiente independencia para Venezuela) se evidenciaban marcadas diferencias, unos partidarios de actuar sin contemplaciones contra el poderío español -como Simón Bolívar-, otros temerosos de romper con la corona y partidarios de tender lazos, hasta los que solo buscaban pescar en río revuelto, como el mercenario general Francisco de Miranda, que terminó negociando con los españoles. Y sea la ocasión para ubicar aquí a Néstor H. Martínez como el Miranda de Santos, pues este lo hizo elegir fiscal pero terminó entregado a la causa del “rey” Uribe, archienemigo de su extutor político.

En referencia a los ‘criollos’ actuales, ahí tendrían cabida tanto el centro político representado por el tibio Sergio Fajardo y su variopinta Coalición de la Esperanza, como la izquierda que encabeza Gustavo Petro. Unos y otros (¿tirios y troyanos?) están supuestamente interesados en derrotar al regente Uribe, pero viven agarrados en luchas fratricidas que impiden lograr la anhelada unión, esa sin la cual se convierte en utopía la tarea de conquistar la independencia de la tiranía uribista.

Como parte del parangón histórico, me atrevo a pensar que los combates que desde el Congreso y sus redes sociales ha librado Gustavo Bolívar en defensa suya contra las huestes uribistas, lo convierten en “el hombre de las dificultades” y le dan el palmarés para ubicarlo en un nivel similar al de Simón Bolívar. El modo en que la bancada del Centro Democrático (o sea la corte del ‘rey’ Uribe) ha tratado de enlodar su prestigio, mientras es víctima de “puñaladas traperas” desde el lado de quienes debían ser sus aliados (léase Alianza Verde), tan solo ha logrado un efecto contrario, pues lo han crecido hasta un punto en que hoy dispone de un capital político que podría servirle para aspirar a más altos menesteres.

En este contexto puramente imaginativo, vislumbro un escenario donde Bolívar (Gustavo) pudiera jugar un papel protagónico mayor, digamos como lugarteniente del “libertador” Gustavo Petro, enfocado al objetivo supremo de obtener la Presidencia de la República para los “rebeldes criollos” mediante una amplia coalición, tan amplia que logre incorporar incluso al sector que lo agravió con la zancadilla electoral del martes 20 de Julio en el recinto del Senado.

Se trata entonces de proponer o sugerir que Bolívar participe de manera más activa en la tarea de aglutinar voluntades, teniendo como meta llegar unidos el centro y la izquierda a la primera vuelta, algo que él mismo ha planteado como condición sine qua non para obtener el triunfo final.

Gustavo Bolívar no tiene afanes caudillistas y posee amplia capacidad de convocatoria de sectores afines, hacia la anhelada unidad de todas las fuerzas ‘criollas’ independentistas.

Post Scriptum: Según Piedad Córdoba, es cuando menos curiosa la cercanía del reclutador de mercenarios y presunto autor intelectual del asesinato del presidente de Haití, Antonio Intriago, con Iván Duque y el uribismo. (Ver trino). Si a esto se le suma su sospechosa amistad con el ‘Ñeñe’ Hernández y la reciente elección de Jennifer Arias, lobista de pilotos llaneros de la mafia, como presidenta de la Cámara baja, tendría razón Joaquín Robles cuando dice que “Cómo vamos a acabar con el narcotráfico si los que manejan el Estado son los dueños del negocio”. (Ver trino).

miércoles, 21 de julio de 2021

Los Simpson y su “afición” a la marihuana (II)

 


Tomado de El Espectador

En columna anterior dije algo que debería ser tema de alto calado: la serie de dibujos animados de mayor audiencia en la historia de la televisión mundial, Los Simpson, emblemática de la familia y la sociedad norteamericanas, en torno a la marihuana hace una apología a favor de su consumo. Antes lo hacía de manera disimulada, ahora abierta.

La parte abierta (o descarada) apunta al capítulo 17 de la temporada 31, titulado Highway to Well, donde Marge Simpson es empleada de una tienda dedicada a la venta libre de hierba, y su esposo Homero decide montarle competencia abriendo una “olla”, de las que estaban prohibidas en Springfield antes de la legalización.

La parte disimulada se refiere a un hallazgo personal, una serie de capítulos donde le rinden homenaje o culto a un libro que enseña a fumar hierba, A Child´s Garden of Grass, un clásico de la cultura psicodélica en los Estados Unidos de los 70s, que reza desde su portada: “The oficial handbook of marihuana users” (Manual oficial para usuarios de la marihuana). (Ver collage).

Y no lo planteo como algo negativo. Por el contrario, pareciera que los libretistas de la serie lo hacen con propósito altruista, el de divulgar los beneficios de su consumo. De ahí mi interés en el tema, a tal punto que busqué a los autores del libro y descubrí que uno de ellos sigue vivo, Richard Clorfene, y cuando lo contacté le pregunté por la aparente conexión entre su libro y Los Simpson, y esto dijo: “I assume it was because the book was very daring at the time and The Simpsons writers and producers all smoked grass”. (“Supongo que fue porque el libro era muy atrevido para el momento y los escritores y productores de Los Simpson fumaban hierba”).

Yo le expuse a Clorfene mi interés en traducir el libro para el mercado hispano, convencido de que su presencia en varios capítulos de Los Simpson constituiría un poderoso atractivo para la venta, ligado además a lo que ya ocurre en gran parte de Estados Unidos y se vislumbra como inatajable en el mundo entero: la legalización de la marihuana para su producción, distribución y consumo.

Richard Clorfene pidió una suma en dólares por los derechos de traducción y un 10 por ciento de regalías de autor por cada ejemplar vendido en su versión al español. Como yo no disponía de esa plata (cercana a diez millones de pesos), le dije que pensaba hacer un Crowdfunding para recogerla, y le mandé el guion del video. Él se entusiasmó tanto, que me dijo: “Brilliant! I love it. What if you raise a million dollars? Do I get a share of it? “. (¡Brillante, me encanta! ¿Y si recauda un millón de dólares, recibo una parte?). En respuesta le hablé de un 10 por ciento, a cuenta de las regalías editoriales. Y se mostró complacido.

Todo pintaba a pedir de boca, pero la primera dificultad apareció cuando grabamos el video y lo montamos en la página Indiegogo.com, de manera bastante artesanal hay que decirlo, tan artesanal que proponíamos algunas modalidades para aportar, solo que en dólares, mientras que la cuenta estaba habilitada para recibir únicamente aportes en pesos colombianos. 

Eso lo vinimos a saber semanas después, sorprendidos de ver que nadie aparecía interesado en contribuir a la traducción de tan divertido libro. Se trataba además de un error irreversible, porque había finalizado el ingreso del proyecto, o sea que repararlo significaba reiniciar un nuevo proceso.

El segundo error fue no haber porfiado en la idea del Crowdfunding, sino que me fui a hablar con un famoso caricaturista (no es Matador) para proponerle que nos asociáramos en el proyecto de traducir, editar y promover la venta de A Child´s Garden of Grass, valiéndonos tanto del gancho comercial de Los Simpson como de la fama de la persona a la que yo acudía. La idea era que él pusiera la plata que pedía Clorfene por los derechos de traducción, y a cambio yo le ofrecía una participación del 40 por ciento en el negocio editorial.

A mi amigo el caricaturista le agradó la idea, incluso me dijo que él tenía registrada en Miami una cuenta que podría servir para girarle al autor, quien residía en una aldea israelí de nombre Safed. Pero quiso revertir la torta: como él era tanto el propietario de la fama para promover el libro como del dinero para pagar los derechos, consideraba que el 40 por ciento debía ser para mí y el 60 restante para él. O sea, quiso apoderarse del negocio, y en mis oídos todavía retumba algo que dijo más de una vez: “aquí no cuenta la amistad, business is business”.

Si la memoria no me falla, fue esa la última vez que vi al famoso caricaturista.

De ahí en adelante me ocupé en otras cosas, el mismo Clorfene no entendió por qué me había desentendido del proyecto; la verdad sea dicha, ni yo mismo lo sabía. O sí lo sabía, atravesé una tormenta de problemas personales que me tuvieron en situación “agobiada y doliente”.

Pero fue hasta que vi el capítulo de Los Simpson ya mencionado cuando juzgué viable resucitarlo, y el propósito de haberle dedicado aquí dos columnas es precisamente el de exponer la idea en busca quizá de un aliado estratégico al que le suene llamativa, así sea para asociarnos en la producción de un Crowdfunding realizado “con todas las de la ley”.

A modo de abrebocas, aquí dejo el video (bastante artesanal, ya lo dije) que elaboré con el propósito ya descrito, donde se resumen el hallazgo que hice sobre la presencia embozada de un divertido manual para fumadores de hierba en Los Simpson, y la propuesta de conseguir aportes para publicarlo en español: Ver video.

Escucho sugerencias.

Post Scriptum: En busca de apreciar mejor el contexto, no se puede pasar por alto que hace 13 años Los Simpson predijeron que la marihuana sería legalizada en Canadá, y ocurrió cinco años después. Alguien en Winnipeg le ofrece un porro a Flanders, mientras le dice: “Aquí es legal”. A lo que Flanders responde: "Me advirtieron que Satanás sería atractivo. Vámonos". (Ver escena). También vaticinaron el triunfo de Donald Trump, el premio Nobel de Economía para Bengt Holmström y el de química para Bernard L. Feringa, y mencionaron la desaparición de un equipo de fútbol brasileño antes de que se hubiera estrellado un avión con el Chapecoense cerca de Medellín.

@Jorgomezpinilla

martes, 13 de julio de 2021

Los Simpson y su “afición” a la marihuana (I)

 


Tomado de El Espectador

Hubo un tiempo en que la más popular serie de dibujos animados de la televisión, Los Simpson, mostraba tímidas escenas donde alguien fumaba marihuana o accidentalmente sentía los efectos de su consumo, y de ahí no pasaba.

Pero de un tiempo para acá ya se están descarando, y constituye prueba reina el capítulo 17 de la temporada 31, titulado Highway to Well, cuya traducción para Hispanoamérica fue Camino al bienestar y en España Autopista al pozo, pero en Colombia podría traducirse sin temor a equivocarnos como Camino a la olla. (Ver capítulo).

A calzón quitado, la libretista Carolyn Omine cuenta que un día en Springfield es aprobada la marihuana para todos los usos, incluido el culinario, y la muy correcta Marge Simpson consigue empleo como vendedora en una tienda dedicada a su comercialización, que lleva por nombre Good and Well, con un espacioso y muy variado surtido.

Hasta ahí todo a pedir de boca, pero lo llamativo es que su esposo Homero decide montarle competencia, motivado por los reclamos del conductor del bus de sus hijos, Otto (el marihuanero de la serie), quien visita a Good and Well pero al final no compra nada, atrapado por la nostalgia de las expendios de antes, cuando hasta el riesgo de ser detenido le daba mejor buqué al cruce.  Así que se va a la taberna de Moe, donde están Homero y Lenny, y les comparte su frustración: “toda la vida soñé con la hierba legalizada… ¡y resulta que te arruina la vida!”.

Pero sus amigos son solidarios y deciden ayudarlo, montando detrás de la taberna algo que también está permitido: una típica “olla” gringa para la venta de drogas, con un papagayo vivo en la esquina de la habitación, una pipa de agua sobre una repisa y un joven Lenny que absorto juega Nintendo, ajeno a la clandestinidad de la operación.

No contaré todo el capítulo, solo anotaré la parte escandalosa del asunto: Marge y Homero Simpson, modelos de una familia típica norteamericana, dedicados cada uno por su lado a la venta de hierba al menudeo, en las más variadas formas. ¿Qué tal el ejemplo formador para los niños, ah?

Si llegara a ser cierto que Los Simpson han predicho muchas cosas que en el curso de la historia reciente se han cumplido, aquí estarían prediciendo o anunciando la legalización de la marihuana (y quizá de todas las drogas) para su producción, distribución y consumo. Hacia allá vamos, es evidente, así lo vislumbra el sentido común, algo que en Colombia es hoy el menos común de los sentidos.

La “afición” de Los Simpson por la marihuana es de vieja data, y de ello da cuenta un descubrimiento que hice hace muchos años, cuando comprobé (debido también a mi “afición” a la serie) que en forma soslayada el libreto le rendía homenaje a un libro que enseña a fumar marihuana.

Me refiero a A Child’s Garden of Grass, algo así como El jardín de hierba de un niño, libro de culto en Estados Unidos durante los sicodélicos años 70, del que se vendió un millón de ejemplares en su primera edición e incluso se hizo una versión sonora, en disco de acetato. El libro lo tomé un día de la biblioteca de una antropóloga que unas semanas después se suicidó. Esa noche se lo le pedí prestado y ella planteó un canje; a cambio le entregué Sin remedio de Antonio Caballero, y se entenderá por qué ninguno de los dos devolvió el respectivo libro.

De esto hace unos 30 años y lo interesante es que el libro -muy divertido, con un humor irreverente de claro sello Simpson- abogaba desde la carátula por la legalización (“A pre-legalization comedy”) y portaba un epígrafe que no dejaba dudas: “The oficial handbook of marihuana users”. (Ver libro).

Pues bien, un día noté en un capítulo de Los Simpson que Homero decide volverse inventor como Thomas Alba Edison, y el primer libro que consulta es A Child’s Garden of Edison. Y en otro capítulo Homero y Bart conforman un dúo de estafadores, y Bart se capacita en el oficio leyendo A Child´s Garden of Cons. Y en Futurama (del mismo creador, Matt Groening) aparece Philip J. Fry sosteniendo en su mano un ejemplar de A Child´s Garden of Space Legends). Y así. (Ver collage).

Es evidente entonces que Los Simpsons siempre han sido partidarios de la legalización de la hierba, a tal punto que han convertido el tratamiento del tema en una especie de apostolado, diríase incluso con el propósito de convencer a la audiencia de los beneficios del consumo. Y lo digo no en tono acusatorio, sino todo lo contrario: como una tarea que la asumen con sentido altruista.

En la misma línea, mi interés por este clásico de la psicodelia me llevó a pensar en traducir el libro para el mercado hispanoparlante, ligado al ‘atractivo’ de su presencia soslayada en Los Simpson. Y con la ayuda del diccionario hice mi propia traducción al español, y me puse en la tarea de buscar a los autores, Richard Clorfene y Jack S. Margolis.

Un primer acercamiento a Google mostró que Margolis había muerto, pero unos años después fue posible ubicar a Richard Clorfene en una aldea israelí de nombre Safed, provincia de Hazafon, convertido al judaísmo y ataviado con una larga barba blanca de rabino. Iniciamos contacto vía mail, en inglés y en los mejores términos. Cuando le pregunté por la aparente conexión entre su libro y Los Simpson, así respondió: “I assume it was because the book was very daring at the time and The Simpson writers and producers all smoked grass”.*  Con esto les digo todo.

Pero me estoy saliendo del tema, y la continuación de esta historia es algo extensa. Quizás siga siendo del interés de los lectores de El Espectador la semana entrante, cuando hablaré de los avatares que se presentaron en el intento que hice de traducir al español un libro tan importante para Los Simpson como A Child’s Garden of Grass.

* Supongo que fue porque el libro era muy atrevido para el momento y los escritores y productores de Los Simpson fumaban hierba. Richard Clorfene

Post Scriptum: En relación con el magnicidio del presidente de Haití a manos de un grupo de militares colombianos, recomiendo esta columna de Gerardo Ferro para El Unicornio donde afirma que “si en un país son capaces de matar al presidente, quiere decir que pueden matar a cualquiera”.

martes, 6 de julio de 2021

Hippies y poliamorosos, ¿son la misma vaina?

 


Tomado de El Espectador

Rara vez coincido con Felipe Zuleta Lleras, sobre todo desde que sufrió una metamorfosis que lo transformó de periodista acucioso a obsecuente admirador de la figura (cada día más redonda) del subpresidente Iván Duque. Pero el domingo pasado coincidimos en algo que escribió para El Espectador: “El matrimonio es contra natura, así la Iglesia se empeñe en sostener lo contrario. Nada dura para siempre y la vida en pareja no es una excepción”.

Es un tema que me obsesiona, aunque no al grado de Zuleta Lleras, quien ahí mismo confesó ser “una persona inestable, neurótica, impaciente y con trastorno obsesivo compulsivo”. (Ver columna).

La coincidencia en la aversión a la convivencia conyugal es de vieja data, incluso podría salir con que “lo dije yo primero”. Hace bastantes años escribí para Semana una Diatriba contra el matrimonio, por los días en que me separaba de la mujer que más he amado, y dos años después en tono aún más radical afirmé en El Espectador que definitivamente Hay que abolir el matrimonio.

Pero no hablo como un damnificado del amor, sino en representación de quienes creen que “es de humanos el deseo: por tanto, el amor entre dos no se puede decretar para siempre y la rutina de la convivencia es el veneno que mata primero la pasión, luego el amor, a continuación la armonía y por último la paciencia mutua”.

Por los días en que escribí la columna que acabo de citar hablaba en nombre de los poliamorosos, entendidos no como unos promiscuos sino como personas que establecen relaciones de carácter no exclusivo o posesivo, por una razón ligada al sentido común: es humanamente imposible excluir de nuestros gustos a personas que más adelante conoceremos y no sabemos si nos van a gustar.

En consonancia con lo anterior, propuse algo así como la premisa para una mejor comprensión del poliamor: “Te amo, pero no puedo saber si dejaré de amarte o si empezarás a amar a otra persona. Lo más sano entonces será que nos amemos hasta que uno de los dos diga ya no más, respetando siempre la independencia y la libertad mutuas, sin olvidar de todos modos que lo más bello sería si tú y yo nos amáramos para siempre”.

En días recientes recibí en mi casa a alguien que coincide con el postulado anterior, aunque le dio por llevarme la contraria en la filosofía de los poliamorosos, que yo creía una novedad: “no señor, eso del poliamor ya existía. Se llama hipismo”.

Me dejó frío, sobre todo porque haciendo un breve seguimiento del tema descubrí que podría tener razón, los hechos parecían demostrarlo. El hipismo pregonaba el amor libre (“Make love, not war”) y el concierto Woodstock (1969) fue la demostración de que no era palabrería, que lo practicaban.

Si de diferencias entre hipismo y poliamor se ha de hablar, este último propone un cambio de paradigma. Lo de los hippies quedó atrás, fue un estallido lúdico de la juventud similar a Mayo del 68, cuando la consigna era “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Pues bien, ahora se trata de pedir lo posible, de hacer un replanteamiento de fondo en las relaciones de pareja que facilite un entendimiento sobre bases reales, no para perpetuar las relaciones machistas y menos el modelo católico, que se enfoca en casarse para tener hijos, para procrear.

Hace muchos años, cuando comenzaba mi carrera periodística, estuve en Cuba cubriendo para Alternativa los 20 años de la revolución cubana, que coincidía con los 26 años del asalto al Cuartel Moncada, y durante los dos días que permanecí en Holguín conocí a un trío de europeos: una fotógrafa francesa tan hermosa como una diosa griega, un periodista de la misma nacionalidad y un holandés, todos muy bien plantados, que andaban justos de arriba para abajo.

En la mañana la veía a ella tomada de la mano del fotógrafo holandés, almorzaban juntos los tres y en la tarde al que abrazaba o besaba era a su paisano el periodista francés, y así. Supongo que compartían los tres la misma habitación. Sea como fuere, ahí vi por primera vez lo que hoy se conoce como una relación poliamorosa, y lo único que lamenté fue no formar parte de ese combo. No porque quisiera integrarme a sus noches de pasión, sino porque esa mujer con su libertad para entenderse de igual a igual con dos hombres a la vez, me dejó marcado para siempre.

Hoy soy yo el que ha tomado el curso de la libertad amorosa, afectiva y sexual que propone el poliamor, y no tendría inconveniente en reconocer que amo a dos mujeres que se conocen y se quieren como amigas (nos son bisexuales, que conste) y nunca se me ocurriría exigirles fidelidad ni compromiso. La pandemia por supuesto ha contribuido para ser cuidadosos, pero la parte positiva -y sana- es que una de ellas vive en otra ciudad.

En todo caso, aquí no se trata de proponer que los demás sigan el ejemplo del suscrito o el de la fotógrafa francesa, sino de brindar claridad en que está mandado a recoger el esquema que ordena una vida conyugal (con-yugo, ¿sí se la pillan?) “hasta que la muerte los separe”.

Hay que poner entonces las relaciones de pareja sobre un terreno ético, donde la libertad individual y la ausencia de ánimos posesivos marquen la pauta. El día que por fin aprendamos a vivir ajenos a la moral judeocristiana que nos ata a preceptos religiosos antes que al sentido común, aprenderemos a ser verdaderamente libres.

Post Scriptum: Lo que está ocurriendo en el sur del país muestra un desprecio total por las vidas humanas. Fuerzas oscuras al servicio solapado de este Gobierno están produciendo esas decenas de jóvenes muertos, mujeres violadas, torturados, desmembrados y desaparecidos, a los que ven tan solo como bajas colaterales hacia el objetivo supremo de aterrorizar a los colombianos para que dejen de salir a la calle a protestar.