martes, 20 de abril de 2021

Del NO + Pinochet al NO + Uribe

 


Tomado de El Espectador

Con un reparto encabezado por el brillante actor Gael García, en días pasados vi por fin la película No, dirigida por Pablo Larraín, donde se narra la campaña que se adelantó después de que el dictador Augusto Pinochet convocó a un plebiscito para que el pueblo decidiera si se iba o se quedaba, convencido de que iba a ganar, porque tenía todo el aparato propagandístico de su lado.

Ese plebiscito ocurrió el 5 de octubre de 1988 y la película es contada desde la mirada del NO, no a la continuación de Pinochet en el poder. Gael representa al talentoso creativo publicitario René Saavedra, quien llega a esa campaña para imponer una línea conceptual sobre la ‘mamertada’ de partidos de la oposición que solo concebían agresivos mensajes de denuncia como hilo central.

La campaña por la no continuación de Pinochet era consciente de la dificultad implícita en promover una palabra tan negativa como NO, sumado a las repetitivas cuñas del SÍ, muchas de contenido religioso (hasta trajeron al papa Juan Pablo II) y que sembraban el miedo a toda posibilidad de cambio. Pero llegó Saavedra y le agregó a la temida palabreja NO el signo +, con la consecuente interpretación: No + Pinochet, no más dictadura.

De otro lado, a los partidos de la oposición les cambió el chip: estaban convencidos de que de todos modos perderían, pues la convocatoria de Pinochet solo pretendía legitimar la dictadura ante el concierto de naciones, y por tanto se trataba de aprovechar la coyuntura para sentar un precedente de denuncia por las torturas y desapariciones del régimen. Y pare de contar.

Pero Saavedra los fue plantando: “no señores, qué pena con ustedes, el mensaje debe ser de alegría. La alegría debe ganar, la alegría del cambio. Debemos desanclarnos de un pasado doloroso y poner a Chile a mirar hacia el futuro”.

Y produjeron un jingle que luego se volvió canción, La alegría ya viene. Sin temor a equivocación, esa sola pieza de la campaña jugó un papel decisivo en la consolidación del triunfo, pues nada es más vendedor que la alegría. Al final el NO obtuvo el 53 por ciento a favor y el SÍ el 47 por ciento, motivo por el cual Pinochet se vio obligado a convocar a elecciones.

Veintiocho años después Colombia pasó por un trance similar, cuando el 2 de octubre de 2016 debió decidir entre el SÍ a la refrendación del acuerdo de paz de Juan Manuel Santos con las Farc, o el NO a su implementación en los términos que se habían acordado. Y ganó el NO por muy estrecho margen, después de plagiar a los del NO chileno al apropiarse del signo + para pedir NO + Impunidad, la supuesta impunidad que recibirían los guerrilleros desmovilizados.

No deja de ser sorprendente que en ambas ocasiones haya ganado el NO, pese a que una y otra campaña tenían objetivos disímiles: en un caso el retiro de Pinochet, en el otro el debilitamiento del gobierno de Santos. Algo que por cierto lograron con creces, hasta el vergonzoso punto en que dos años después Santos se vio obligado a entregar la presidencia a un segundón de Uribe, a un pelele.

Así las cosas, mientras en Chile salía un dictador, en Colombia germinaba “la semilla del diablo” para el abono de lo que hoy comienza a apreciarse en su real dimensión: una dictadura con apariencia de democracia, sometida la nación a un férreo control propagandístico mediante poderosa tenaza mediática impuesta por un pool de medios que cobija a El Tiempo, Semana, El Colombiano, RCN y Red+, entre otros. Y quién sabe si también Noticias Caracol, con noticias económicas que transmiten un mensaje constante de “positiva” recuperación de la confianza, con marcada presencia de información oficial que se transmite como material noticioso pero tiene cara de publirreportajes.

Hoy Colombia asiste a la resurrección de su propio Augusto Pinochet, en versión Álvaro Uribe. Con las mismas nefastas consecuencias, además, sobre todo en la brutalidad de la Fuerza Pública y en la vulneración permanente de los derechos humanos de la población. ¿Han visto por ejemplo que no cesa la matanza y que el país ha sido tomado por fuerzas oscuras, todas de clara inspiración castrense, mientras el Ejército parece comportarse como un espectador pasivo? ¡Mentira! Los mismos que vistieron a Iván Duque de agente de policía después de cometida una masacre (aún impune), son los que enviaron sentidas condolencias a la familia del lugarteniente de Pablo Escobar, alias Popeye, tras su “lamentable” deceso. Y en ambos casos lo hacen con la misma intención: que le vaya quedando claro al país quiénes son los que mandan.

Si en medio de tan sombrío panorama buscáramos el lado positivo, tocaría agarrarnos del proverbio sioux según el cual “nunca es más oscura la noche que cuando va a amanecer”. ¿Es posible acaso ir en busca de un nuevo amanecer? Es perfectamente posible, aunque haciendo claridad en que esto se va a poner peor. Los que tienen la sartén por el mango no la van a querer soltar en 2022, así tan fácil como que perdimos una elección y entonces nos vamos para la casita.

El poder que en Colombia ha conquistado la extrema derecha es fácilmente comparable al que tuvo el general Pinochet desde el principio hasta el fin de su mandato. He ahí el peligro. O más bien, he ahí la torturante realidad desnuda. Las fuerzas más retardatarias de la nación, encarnadas sobre todo en la bota militar, se han hecho al poder y no van a querer devolverlo.

Es en este delicado escenario donde la falta de unidad entre las fuerzas de oposición es suicida. El primer recurso que la caverna tiene a la mano es el de fomentar la división, por aquello del “divide y reinarás”. Si el uribismo logra impedir que el centro y la izquierda no se unan -diferente a lo que sí ocurrió en Chile-, tiene asegurada su supervivencia.

En otras palabras, si basta con que el centro y la izquierda se unan para ganar de forma arrolladora en la primera vuelta y dejar atrás tan oprobiosa saga, ¿por qué no lo hacen? ¿Se trata acaso de una guerra de egoísmos, o es que una de esas dos fuerzas juega solapadamente a favor de la derecha?

A esta altura del partido, tomaré posición: no sé si lo que más le convenga a Colombia sea un gobierno presidido por Gustavo Petro, pero suena razonable el llamado que hace su segundo a bordo, Gustavo Bolívar, respecto a que si las fuerzas de oposición no se unen antes de la primera vuelta, apague y vámonos.

¿Cuál podría ser el inconveniente en que se convoque a la más amplia consulta imaginable entre los principales dirigentes de la oposición antes de la primera vuelta y de allí salgan, en orden de primero y segundo, el presidente y el vice que Colombia necesita para salir de este atolladero?

En todo caso, si lo vamos a hacer, hagámoslo con alegría. Podrán derrotar todo, menos la alegría.

NO + URIBE

martes, 13 de abril de 2021

¡Derriben también la estatua de Aguilar!

 


Tomado de El Espectador

Si la memoria no nos falla, en septiembre del año pasado un grupo de indígenas derribó la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar en Popayán, como resultado de un juicio simbólico en el que se le declaró culpable de genocidio, apropiación de tierras y despojo. Nada alejado de la verdad, pues no solo sus abusos están documentados, sino que fue nombrado “gobernador propietario vitalicio” de Popayán. Y como tal se portó, frente a tierras y aborígenes.

Esa misma memoria histórica sirve para recordar que Santander fue la cuna de la emancipación de la tiranía española, cuando un 16 de marzo de 1781, recogiendo la indignación del pueblo atropellado con impuestos y alcabalas, Manuela Beltrán arrancó un edicto del Ayuntamiento del Socorro y con él simuló limpiarse el trasero.

Pues bien, en estas mismas “bravas tierras” de Santander se ha sabido que dentro del más reconocido sitio turístico, el parque Panachi, se exhibe para nacionales y extranjeros el busto de un sujeto condenado a nueve años de prisión por la Corte Suprema de Justicia, de nombre Hugo Heliodoro Aguilar, cuya pena no ha acabado de cumplir, o sea que se trata de un reo convicto.

En plan de seguir refrescando la memoria, al coronel (r) Aguilar lo lanzó a la fama el operativo que culminó con la muerte del temido capo Pablo Escobar. De esa aureola de héroe se agarró para hacerse elegir gobernador, pero en alianza criminal con el grupo paramilitar conocido como Bloque Central Bolívar, proyecto político cuyo objetivo según la misma Corte Suprema era “posicionar aliados en todos los niveles de la administración, incluidos los cargos de elección popular, con el ánimo de expandir su área de influencia y tener voceros en los altos cargos con poder de decisión a nivel regional y nacional”.

Su historial de todos modos no para ahí, pues dos años antes había sido inhabilitado por la Procuraduría (de Alejandro Ordóñez) para ejercer cargos públicos durante 20 años, y hasta su mismo origen geográfico está en duda: mientras él afirma ser originario de Suaita, el exsenador Tiberio Villarreal lo demandó en 2004 ante el Consejo de Estado por “uso de documento público falso”, afirmando que Aguilar habría utilizado dos cédulas diferentes, una original para inscribirse como candidato a la Asamblea en 2000 y otra a la Gobernación en 2003. “Mientras en la cédula original dice que Aguilar nació el 4 de enero de 1955 en Chitaraque, Boyacá, en la otra dice que nació en el pueblo santandereano de Suaita, distante a 20 minutos por carretera”. (Ver noticia).

Este es en síntesis el sujeto a quien la administración del parque Panachi -a cargo de la gobernación que hoy encabeza su hijo Mauricio, conviene puntualizar- le rinde perenne homenaje con la exhibición pública de un busto, honor que hasta donde sabemos solo se les confiere a personas fallecidas y en recordación de una meritoria vida y obra.

Digámoslo sin ambages, esto solo es expresión del inmenso poder que hoy maneja el clan Aguilar, hasta el punto de haber convertido a Santander en su coto de caza, tanto para el manejo amañado del erario como para la práctica permanente de tropelías.

El escándalo -o la indignación- se extiende a la forma como el otrora icónico periódico Vanguardia, ante el hallazgo de semejante afrenta a los santandereanos (o al menos a las víctimas del Bloque Central Bolívar) en lugar de publicar un sentido editorial donde exijan el retiro de semejante atropello a la decencia, solo encuentran la condescendiente palabra “polémica” para titular y así evitar cualquier confrontación con el todopoderoso clan: Polémica por busto del exgobernador Hugo Aguilar en el parque Panachi. (Ver noticia).

Y no es que el otrora bastión del pensamiento liberal pretenda ser objetivo o imparcial en el tratamiento de la información, no señores. Es que la dichosa palabreja les sirve para conseguir que no se vean afectados los intereses del gobernador… ni los de Vanguardia. Así se evidenció frente a la tormenta desatada por un video del diputado Ferley Sánchez, que mostró la aglomerada fiesta de celebración del cumpleaños del hijo del capo Massimo mientras Bucaramanga permanecía en alerta naranja por el aumento en la ocupación de las UCI, debido al contagio del Coronavirus. Aquí, de nuevo Vanguardia tituló: “Polémica por fiesta en la Gobernación de Santander para celebrar el cumpleaños de Mauricio Aguilar”. (Ver noticia)

Para ponernos a tono con lo “polémico”, no sabemos si el título de esta columna clasifica como incitación al vandalismo cuando propone el derribamiento de esa estatua (un busto es una estatua, ¿verdad?), pero es de sentido común admitir que no tiene presentación legal, ética ni moral la permanencia de una escultura que atenta contra la memoria más reciente de los santandereanos, si pensamos tan solo en las dolorosas consecuencias que el paramilitarismo le ha traído a Colombia entera, y al parecer le sigue trayendo, ahora en modo resurrección.

Brindemos una segunda claridad en que ese busto no resulta ofensivo si la familia Aguilar decide llevárselo de ahí para instalarlo en la sala de su propia casa, pero sí ofende y lacera a los ojos de los colombianos que no pueden olvidar que el así homenajeado por la Gobernación de Santander está preso.

Como dato llamativo, en el documento de la sentencia condenatoria de la Corte Suprema identifica al ciudadano Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo con su número de cédula y estipula que “nació en Chitaraque (Boyacá) el 4 de enero de 1955”. ¿Pudo haberse equivocado en su origen geográfico el más alto tribunal de justicia? Mejor dicho, ¿será posible que en Santander le estemos rindiendo falso culto a un boyacense?

Post Scriptum: Para continuar con lo regional, si de tropelías se ha de hablar, una abogada que fue secretaria de Alejandro Char en la alcaldía de Barranquilla y había sido elegida Señora Barranquilla en un concurso de belleza, acaba de ser nombrada viceministra de Talento y Apropiación Social del Conocimiento, del ministerio de Ciencia. Meritocracia al alza. (Ver noticia).

martes, 6 de abril de 2021

Hablemos del espantajopo* que no se deja ayudar



Tomado de El Espectador

Puede resultar aburrida al lector una columna que gira en torno a un litigio personal, pero se justifica si conduce a una necesaria reflexión sobre la ética periodística.

Hace cerca de año y medio con unos colegas creamos ElUnicornio.co, un medio de denuncia y resistencia frente a este régimen neofascista, cuyas prácticas se ajustan tanto al logo como al eslogan aportados por Matador: La realidad supera la fantasía.

En busca de columnistas de “sangre fresca”, o sea poco conocidos pero que dijeran cosas contundentes, pensé en la reconocida tuitera María Antonia Pardo y en Felipe Priast, este último con gran fanaticada en Facebook. Les propuse y ambos aceptaron. Ella de pluma certera, él irreverente hasta el improperio, aunque con brochazos de lucidez.

Lo que no sabía era que Nany tiempo atrás había tenido un problema serio con Priast, cuando quisieron crear una página web y ella salió espantada por el trato que recibió. De modo que si él estaba ahí, dijo, ella no podía acompañarnos. Yo la entendí y le dije que buscaría una solución, consciente de que quizás había cometido un error al incorporarlo: de las pocas columnas que Priast escribió para El Unicornio, en más de una ocasión debí solicitar su autorización para retirar insultos o frases con contenido sexual o escatológico, algo que di en llamar eyaculaciones verbales (así se lo dije), como una columna que tituló “La masturbación de las Fuerzas Militares”.

Pero no podía decirle hasta aquí llegamos, porque habría armado un escándalo vociferando a grito herido que lo habíamos censurado. Hasta que un día en su muro de Facebook comenté que algo que escribió sobre Claudia López me parecía misógino y homofóbico, y se ofendió hasta el epidídimo y presentó vociferante renuncia pública a su rol de columnista, y en mi silencio mudo le agradecí al Altísimo tan bienhechora circunstancia.

Luego, ocurrió que el lunes 29 de marzo circuló por Whatsapp un texto suyo titulado Sergio Fajardo: un espantajopo interestelar, donde en líneas generales hacía una reflexión que yo también me venía haciendo: ¿Qué le ven los fajardistas a Fajardo? Y la coincidencia me alegró.

Ahora bien, el texto lucía impublicable, pues no bajaba a Fajardo de “cretino” y a sus seguidores de “idiotas”, incluso traía esta perla: “Fajardo es el candidato de la gente estúpida de Colombia”. Pero al margen de su necesidad sicológica de ofender, decía cosas razonables como esta: “¿Serenidad, doctor Fajardo? ¿Serenidad en un país donde matan líderes sociales cada tres días? ¿Serenidad cuando la justicia no funciona? ¿Serenidad donde la Fiscalía es una policía política que persigue a opositores del régimen?”. Y citaba acertadamente a León Gambetta: "l'indignation exclut le calme!"

Así que decidí hacer un ejercicio periodístico, equivocadamente convencido de que el autor habría de agradecerlo, consistente ya no en editar sino hacer una poda a fondo, en busca de aliviar los tres problemas básicos que tienen las columnas de Felipe Priast:

      1. Ecolalia: repetición incansable de una misma idea con diferentes palabras. Sus columnas son larguísimas, aunque en medio de tanta maleza aflora alguna idea genial.

          2.  Egolatría: yo, yo, yo, yo… No hay párrafo donde no se mencione, en sus columnas habla más de él mismo que sobre los temas o personajes que le ocupan.

       3. Escatología: marcada preferencia por las eyaculaciones, la caca (en realidad la m…), la vulgaridad, los insultos reiterados, todo lo que signifique ofender a diestra y siniestra.

Y la publiqué el martes 30 de marzo en ElUnicornio.co, ya descontaminada, con el título más ajustado a lo que Priast dice ahí: ¿Qué le ven los fajardistas a Fajardo?

Pues, ¿quién dijo miedo? Ese mismo día publicó en su muro de FB una “advertencia” que me llenó de pánico: “Exijo que este señor abusivo y saqueador de ideas ajenas para su provecho retire la nota de inmediato, con una disculpa pública por violar derechos de autor. Si para mañana (30/03/2021) a las 12:00 PM la nota no ha sido bajada del portal “El Unicornio”, procederé con acciones legales”.

¿Cuál violación de derechos de autor y cuáles “ideas ajenas” si aparecían solo cosas escritas por él, con su nombre y la foto del autor, y el consejo editorial de El Unicornio -compuesto por tres personas- solo quiso hacerle un reconocimiento a la validez de sus planteamientos, habiendo retirado de antemano la parafernalia de “eyaculaciones” que impedían que su texto lograra el objetivo de poner a pensar al lector (sobre todo al lector fajardista) antes que el de espantarlo?

En todo caso, más llamativo resultó el mensaje directo (DM) que envió a mi cuenta de Twitter, a saber: “Pedazo de hijo de puta! O quitas esa columna mía de ayer sobre Fajardo de El Unicornio antes de las 12:00 PM de mañana martes 30/03/2021, o busco un abogado y te demando por robo y violar derechos de autor. Estas advertido, gordo hijo de puta ladrón!” (sic). (Ver amenaza).

En un principio estuve tentado a retirar la publicación para librarme de tan fatigoso sujeto, pero luego percibí que podía convertir la ocasión en un ejercicio periodístico (incluso terapéutico para Priast) consistente en que el lector con su ojo de buen cubero observe las dos versiones y juzgue si le cambié el sentido de sus frases o si pudo haber algún aprovechamiento de El Unicornio, o si al haberle retirado todo el afrecho y dejado limpia la levadura, se le hizo o no un favor periodístico al energúmeno vociferador de columnas.

Aquí está la columna original de Felipe Priast y aquí la versión de El Unicornio.

Post Scriptum: Al cierre de esto me informan que Priast se ha ‘venido’ con una nueva tanda de insultos, acompañados de su habitual visión ególatra-conspiranoica: “tan pronto mi columna comenzó a hacerse viral, a JGP tuvieron que decirle: “Jorge, haga algo con esa columna de Priast que nos está haciendo daño”. Y enseguida suelta una mentira del tamaño de una catedral: “en un mail personal (…) el tipo me admitió que era que me había “metido” con Fajardo y que él no iba a permitir eso”. En honor a la verdad, esta fue mi respuesta a su DM: “Insulta a los fajardistas tratándolos de imbéciles, se mete con María Ángela Holguín por ser la esposa de Fajardo... ¡qué le pasa!”. ¿Por qué digo que Priast se metió con ella? Porque al final de su columna la pintó como una “rica divorciada madura dispuesta a comprar objetos inútiles”. Ahí me dieron ganas de decirle “métase con alguien de su tamaño, la esposa de Fajardo no tiene velas en este entierro”.

Espantajopo: Dícese del individuo que le gusta aparentar ante sus amigos y hace lo imposible por figurar a como dé lugar. DRAE