martes, 28 de septiembre de 2021

¿Alejandro Gaviria o Gustavo Petro? Veamos

 


Tomado de El Espectador 

Un problema que de entrada se presenta con Alejandro Gaviria es que al referirse a él siempre se debe incluir su nombre de pila, para no confundirlo con el que ferió o entregó el Partido Liberal al gobierno de Iván Duque y hoy asume poses de independiente, César Gaviria.

La pertinencia de mencionar aquí el partido de Jorge Eliécer Gaitán y Darío Echandía reside en que el suscrito columnista profesa ideas liberales desde que rompió cobijas con su familia ultragoda, tan goda que tuvo un tío al que bautizaron Laureano. Y el día que Alejandro Gaviria lanzó su candidatura me vi enfrentado a un dilema político-ideológico, pues el único candidato de ideas liberales que hasta ese momento veía en la palestra electoral era a Gustavo Petro.

Sin duda alguna Alejandro Gaviria es también un verdadero liberal, con diferencias más de forma que de fondo con Petro. Tanto su ideario de 60 puntos como sus libros (en particular Otro fin del mundo es posible, que recomiendo a ojo cerrado) lo muestran como un hombre de avanzada, que no le teme a confesarse ateo ni a contar que tuvo una experiencia con LSD, ni a manifestarse a favor de la interrupción del embarazo o de derechos plenos para la comunidad LGBT.

El problema, aquí sí de fondo, es que Alejandro cometió el gravísimo error de dar un primer paso en falso (con el pie derecho, digamos), cuando elogió el nombramiento de Alberto Carrasquilla en el Banco de la República: a partir de ese momento en el imaginario colectivo quedó etiquetado como uno más del Establecimiento. Y es la razón básica por la cual se desató en contra suya un verdadero tsunami de ataques, sobre todo del petrismo, donde lo acusaron (falsamente, a mi modo de ver), de ser neoliberal y/o “ficha del régimen”.

En columna reciente dije algo que hoy parece fallida ilusión: ante la debacle del uribismo y de la derecha en general, percibía una primera vuelta en la que se encontraban Petro en representación de la izquierda y Gaviria como el candidato único del centro, en consideración a que con el lanzamiento de su candidatura “este último puso a tambalear la opción de Sergio Fajardo y debilitó el repertorio de candidatos de la Coalición de la Esperanza, que han quedado como invitados de piedra al convite electoral”. (Ver columna).

Ahora bien, vino el error con los “pergaminos” de Carrasquilla… y hoy el cuento es a otro precio: sumado a dicho gafe, Gaviria no deja de lucir una aparente debilidad en el modo de expresar sus planteamientos. Habla muy pasito, le falta perrenque político. Esto hace prever que Fajardo puede recuperar el terreno perdido, sobre todo por el papel de mártir en que lo ha convertido la persecución del aparato estatal uribista en su contra, que prefiere a todas luces competir contra Petro en segunda vuelta que contra Fajardo. Y es comprensible: con Petro les quedaría “mamey” alborotar de nuevo el miedo a convertirnos en otra Venezuela, mientras que con Fajardo llevarían las de perder. Pero este no tiene la más mínima posibilidad de superar en votación a Petro en el primer envión, he ahí el intríngulis.

En todo caso, sería nefasto para Colombia si Fajardo nuevamente quedara tercero en la primera vuelta, como en 2018: esta vez no se iría a ver ballenas, por supuesto, pero su inveterada tibieza haría prever que termine por despreciar a Petro frente al candidato de la derecha, mientras que con Gaviria la cosa sería a otro precio, porque no se le ve maniatado a los poderosos intereses del Grupo Económico Antioqueño (GEA), como sí a Fajardo.

Fue por ello que anhelé una segunda vuelta entre Alejandro Gaviria y Petro, pero esta hoy se diluye tanto en la insoportable levedad argumental del exministro de Salud, como en el descaro atrabiliario que exhibe este gobierno para comprar gobernabilidad y que en aplicación de la inexorable ley del péndulo, orienta definitivamente la balanza a favor del Pacto Histórico, cada día más fortalecido con la incorporación de nuevas fuerzas.

Aquí se ha dicho en incontables ocasiones que el mejor programa de gobierno es el de Gustavo Petro, del mismo modo que hemos señalado con razonable preocupación su dificultad para armar equipo, y en otros aspectos se le ha invitado, en ánimo colaborativo, a reinventarse. (Ver columna).

Sea como fuere, considerando la cada vez más fuerte capacidad adquisitiva de este gobierno para comprar lo que se le atraviese sin importar el color político (decía Vito Corleone que “todo hombre tiene su precio”), estaríamos abocados a un escenario donde de nuevo llegarían a segunda vuelta Gustavo Petro y el candidato de la extrema derecha, llámense un Fico Gutiérrez, un Óscar Iván Zuluaga o un Alirio Barrera, este último para nada descartable, motivo “novedad”.

Ahora bien, la aspiración de Alejandro Gaviria aún no está en modo debacle -como sí la está para Rodolfo Hernández- y sus posibilidades de renacer como el ave Fénix se centran en que resulte triunfador en la consulta amplia del centro político en marzo de 2022, a la que concurrirían los candidatos de la variopinta Coalición de la Esperanza, Compromiso Ciudadano (Sergio Fajardo), el partido Alianza Verde y el mismo Gaviria en calidad de independiente.

La urgencia histórica hoy está en lograr que así no lleguen unidos a primera vuelta, la izquierda y el centro sí logren propinarle una derrota política al ya desgastado y dividido Centro Democrático, impidiendo que pase uno de los suyos a segunda vuelta.

Es en este escenario ideal donde vislumbro a Alejandro y Gustavo Petro disputándose la presidencia, y es aquí donde, si me pusieran a escoger, aún no tengo claro por quién se inclinaría mi voto. Pero tengo claro, eso sí, cuál debería ser la consigna: que entre el pueblo y escoja.

Post Scriptum: Cuenta Alejandro Gaviria en excelente reportaje de Mauricio Silva para El Tiempo que Petro “estuvo aquí sentado en abril y vino con una teoría interesante: “Yo enfatizo los derechos colectivos y usted los individuales. Puede haber un tipo de complementariedad”. Pero estas semanas he notado por parte de sus seguidores tal nivel de ataque, de infamia, de calumnia, de mentiras, de pugnacidad, que yo veo ahí unas tendencias antidemocráticas muy grandes, autocráticas, de destrucción”. Es razonable su preocupación, esas fuerzas petristas rabiosas deberían entender que en algún momento de la jornada van a necesitar los votos de aquellos a quienes hoy atacan con tanta saña.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Alirio Barrera, el nuevo gallo tapado de Uribe


Tomado de El Espectador

Cuando el expresidente Álvaro Uribe puso sus ojos en Iván Duque para que participara en la consulta que buscaría el candidato del Centro Democrático a la presidencia, nadie daba un peso por él. En parte debido a su inexperiencia, en parte porque competiría con dos pesos pesados de la política, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez.

Pero Uribe sabía dónde ponía el ojo: en una figura joven, bajo el entendido de que en el mercadeo de las campañas electorales no es la erudición sino la novedad lo que lleva las de ganar.  

Dije en columna anterior que Iván Duque no es real, es posverdad, de mentiritas, un presidente con jefe. Ahora bien, una virtud suya es que ha cumplido el papel de subalterno o segundón a cabalidad, con lealtad y gratitud supremas, como el Wándulo Smithers de Montgomery Burns en Los Simpson.

El diccionario de la RAE define posverdad como “la distorsión deliberada de una realidad con el fin de modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales,​ apelando a las emociones, creencias o deseos del público”. Con Duque hicieron eso, precisamente: mover las emociones del pueblo con un candidato ‘experto’ en darle cabecitas al balón, en rasgar la guitarra para interpretar lo mejor del repertorio popular, en ejecutar acrobáticos pasos con una compañera de baile frente a una cámara de televisión. Toda una revelación, simpático a más no poder y con ganas de ser presidente.

Si de mover emociones se trata -y en empaque novedoso- desde ya es posible prever que el joven ganadero, jinete y criador de caballos Alirio Barrera, exgobernador de Casanare, tendrá un mejor futuro político que el que se le podría pronosticar a un Óscar Iván Zuluaga de postín, lo mejorcito que hasta ahora tiene para mostrar el desprestigiado partido de gobierno. En su primera declaración tras postularse como precandidato del CD, Barrera afirmó que “soy un campesino que viene de abajo. Si Dios lo permite y se abre la puerta, estaremos dispuestos a enfrentar el desafío".

Adentrándonos en un ejercicio de futurología que cabe como elucubración, aunque con sustento en fabulosos montajes mediáticos de reciente producción (ver La dictadura perfecta), no les extrañe si en próximos días o semanas el nombre del caballista casanareño comienza a sonar en muy altos decibeles, sea por un atentado del que “milagrosamente” logra salir ileso, sea porque hace una declaración muy fuerte, obviamente libreteada, que pone a todo el mundo a hablar de él.

Y para que luego no se diga que “se les advirtió, se les recomendó y no hicieron caso”, conviene recordar que hace unos años Alirio Barrera era el único uribista purasangre de los 32 gobernadores de Colombia, elegido en 2015 como candidato exclusivo del CD, sin coaliciones. Allí obtuvo cerca de 85 mil votos, y su única participación en política había sido 15 años atrás como concejal de Aguazul, de donde es oriundo. Coincide con Uribe en que ambos son fogosos caballistas, pero Barrera ostenta una ‘virtud’ adicional, pues pertenece a la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, a la que asiste como fiel creyente. Uribista que se respete es devoto, porque ser devoto da votos.

Otro aspecto coincidente, es en lo de favorecer a parientes suyos durante el ejercicio del poder: se vio en Uribe con las zonas francas para sus hijos, se vio en Alirio Barrera con la poderosa estructura de nepotismo que montó y le permitió poner como sucesor a un cuñado suyo, Salomón Sanabria, esposo de su hermana Cielo y hoy gobernador de Casanare. Por cierto, elegido con una votación final que fue cuestionada por aparente fraude y que provocó una asonada en Yopal.

Hace dos años en columna para El Espectador mostré en detalle el roscograma familiar que impuso Barrera en su gobernación, y aquí no sobra refrescar la memoria.

Apenas llegó al poder hizo elegir como senadora a una prima suya, Amanda Rocío González. Otra prima, Raquel Rubiano Barrera, fue su secretaria personal. Y al esposo de esta, Fernando Cortés, lo nombró técnico en Administración, mientras que una hija de ella (no de ambos) Caroline Linares Rubiano, se desempeñó como auxiliar administrativa de la secretaría de Hacienda. (Ver columna).

Siguiendo con la parentela, Jorge Ojeda Rodríguez fue nombrado asesor de la gobernación, y Albadonia González asesora de Acción Social; los dos ostentan doble título familiar, pues son primos por igual del gobernador Barrera y de Amanda Rocío. Esta última, por su parte, aseguró cuotas parentales propias: Marylin González Parra, prima suya, fue contratista de la secretaría de Planeación, cuyo secretario era Humberto Alirio Martínez, esposo de la senadora Amanda.

Y como favor con favor se paga, la senadora Amanda Rocío González nombró en su UTL a Laura Ximena Barrera Duarte, hija del entonces gobernador Barrera. Esto último él lo justificó en que “está saliendo ya a ser profesional y tiene derecho a una participación dentro de los parámetros de ley. No está inhabilitada para eso”.

Paralelo al nombramiento de parientes consanguíneos, estuvieron los cargos para la familia de la entonces primera dama, mediante el nombramiento de cuatro sobrinos suyos: Natalia Duarte Sanabria en Servicios Generales; Brayan Yesid Corredor Duarte en la secretaría de Educación; Héctor Alexander Corredor Duarte en Enerca y Luna Duarte como funcionaria de la Gobernación.  Están además los puestos que le fueron dados a dos primos de su cuñado Salomón Sanabria, hoy gobernador: Doris Alenia Fonseca Sanabria y Fredy Nairo Sanabria Montaña.

En entrevista con El Espectador, el entonces mandatario regional alegaba en su defensa que “somos una familia muy numerosa, (…) no puede ser que por el hecho de yo ser gobernador mis familiares tengan que cortarse las alas, o los parientes de mis familiares, o incluso los amigos de mis familiares. Ellos tienen derecho a trabajar”. (Ver entrevista).

De otro lado, en elogioso artículo de El Tiempo le preguntaban cómo había hecho para sanear las finanzas de Casanare, y respondió que “la clave es administrar el departamento como lo hacía en su finca”. Eso sí, olvidaron preguntarle cómo hizo para haber acrecentado tanto su fortuna personal mientras fue gobernador.

En todo caso, ahí se va entendiendo que si a Alirio Barrera lo eligen presidente, sería un verdadero émulo de su progenitor político: Uribe también regenta a Colombia como si fuera su propia finca.

Post Scriptum: "Alternativa pretendió convertirse en la principal fuente de información y opinión, y eso no se logró porque una inmensa cantidad de gente a la que queríamos llegar no sabe leer y no tenía la capacidad económica para comprar una revista barata. Colombia es un país miserable". Antonio Caballero en soberbia entrevista de Fabián Herrera para el Magazín Cultural de El Espectador. Paz en su tumba, querido amigo Antonio.

martes, 14 de septiembre de 2021

Andrés Pastrana y la “prueba reina” de un chantaje

 


Tomado de El Espectador 

Son varias las verdades sorprendentes que se han conocido sobre el expresidente Andrés Pastrana Arango como resultado de la lectura de la carta que los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela le dirigieron, en respuesta a su intervención reciente ante la Comisión de la Verdad.

Unos podrían decir “lo pusieron en su lugar”, otros que “peló el cobre”, lo único cierto es que habría quedado en evidencia un chantaje realizado desde la mismísima presidencia de la República sobre dos poderosos capos de la mafia para que escribieran algo contra Ernesto Samper y Horacio Serpa, so pena de ser extraditados a Estados Unidos si no cumplían la tarea encomendada.

Podría pensarse que es la segunda vez que el político conservador queda en evidencia, si recordamos lo de una aparente o supuesta pedofilia, en consideración a que el nombre de Andrés Pastrana apareció en la lista de pasajeros de un vuelo del Lolita Express, así llamado por ser el avión donde el multimillonario Jeffrey Epstein -en compañía de sus amigos más cercanos- transportaba a su isla privada en Bahamas a las menores de edad que contrataba. Entre esos amigos el príncipe Andrés de Inglaterra, en hecho denunciado por una víctima suya, Virginia Roberts, cuando ella tenía 17 años. (Ver fotos).

Pastrana dijo que fue un aventón que Epstein le dio hasta Cuba, invitado o invitados por Fidel Castro. Aunque no hay modo de probarlo, pues según Univisión “no hay registro de vuelos de ese avión de llegada ni salida a Cuba”, dentro de la mayor buena fe debemos colegir que fue el único amigo de Epstein al que este nunca le habló de su paraíso poblado de ninfas, pero sí le hizo el desinteresado favor de trasladarlo al paraíso del socialismo. (Ver Pastrana y su vuelo en el Lolita Express).

Ahora bien, la diferencia entre tan extraño episodio (un expresidente de Colombia subido en el avión de un pedófilo) y la carta de los Rodríguez Orejuela, es que esta dice ciertas verdades o revelaciones que tienen hoy al médico Santiago Rojas escondido de los medios para que no le pregunten si fue cierto lo que contaron ellos, que Rojas les habría dicho: “el presidente (Pastrana) está muy enojado y dispuesto a extraditarlos a usted y a su hermano a Estados Unidos, así sea por vía administrativa”; a no ser “que ustedes escriban una carta contando cómo fue el apoyo a la campaña de Samper, involucrando también a Serpa”.

Razón tiene el senador Antonio Sanguino al entablar denuncia contra Pastrana por el delito de chantaje, aunque lamentable que por el fuero presidencial tenga que ser ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara, un tribunal de naturaleza política, hoy cooptado por el uribismo en el poder. (Ver denuncia).

En entrevista con Vicky Dávila, cuando ella le pregunta a Pastrana por qué demoró tanto tiempo en hacer pública la carta (dentro del libro Memorias Olvidadas que le escribió Gonzalo Guillén), este responde: “en el año 2000 cuando me llegó esa carta, consulté con mis asesores qué se puede hacer. Y me dijeron “absolutamente nada”, porque ya cerraron la investigación”.

Tiene razón en que el caso había cerrado, pues el Congreso dio su fallo absolutorio en mayo de 1996 a favor del entonces presidente Ernesto Samper, pero Pastrana ‘olvidó’ mencionar que la carta había sido producto de un chantaje sobre los narcos, quienes se habrían visto obligados a decir lo que él quería para que no los fuera a extraditar.

Santiago Rojas les habría prometido -de palabra, a no ser que hubiese grabación clandestina- que después de entregada la carta, Pastrana cumpliría con el acuerdo de no extraditarlos. Hablando a calzón quitado, esto significa que el mismísimo presidente en ejercicio habría incurrido en delito penal cuando mandó a un mensajero suyo a proponerles un trato de claro tinte extorsivo a dos poderosos capos de la mafia que habían sido apresados por el gobierno de Ernesto Samper.

Es también lamentable que un galeno del prestigio de Santiago Rojas se haya visto envuelto en tan bochornoso episodio, donde se percibe que fue utilizado, pero el intríngulis solo se resolverá cuando decida salir de su escondite para corroborar o negar el dicho de los Rodríguez Orejuela.

Sea como fuere, no es posible pasar por alto una anécdota contada por Horacio José Serpa, hijo de quien en la carta cuentan los Rodríguez Orejuela que nunca le dieron un peso. El hijo del patriarca liberal Horacio Serpa recuerda que a Santiago Rojas “hace un tiempo lo visitamos con mi papá; ¡miércoles, qué pasó!”. (Ver noticia).

Mientras Rojas prepara sus explicaciones -algún día tendrá que darlas-, otro al que los Rodríguez Orejuela echaron al agua fue a Álvaro Pava Jr., de quien dicen que “en los últimos 50 años del siglo pasado ayudamos tanto a Liberales como a Conservadores. Su campaña no podría ser una excepción y de eso un testigo de excepción podría ser el doctor Álvaro Pava hijo”.

Tiene sobrada razón el columnista Federico Gómez Lara cuando dice que Pastrana se pegó un tiro en el pie, y trae al ruedo al hijo de Miguel, William Rodríguez Abadía, quien en entrevista con Julio Sánchez Cristo dijo conocer la razón por la cual Pastrana se guardó esa carta por 13 largos años, (…) y le hizo un llamado al expresidente para que reconozca que tenía “relaciones en la clandestinidad con los hermanos Rodríguez”. (Ver columna).

Gómez Lara aporta además esta llamativa coincidencia: “luego de llevar cinco años recluidos en La Picota de Bogotá con pedido de extradición, los Rodríguez le mandaron la carta a Pastrana un mes antes de que solicitaran formalmente su traslado a Palmira. Dos meses después, el 21 de septiembre, el ministro Rómulo González autorizó su traslado a la cárcel de Palmira. Pastrana nunca los extraditó”.

Podría concluirse entonces que Andrés Pastrana fue por lana ante la Comisión de la Verdad a exhibir como prueba reina la carta donde quedaría probado que Samper sí sabía que a su campaña entró plata del Cartel de Cali, pero salió trasquilado cuando el documento se transformó en la prueba reina de que fue escrito por imposición del entonces presidente para que no los extraditara.

A modo de moraleja y conclusión, entonces, frente al tema pedofilia se debe seguir hablando de una condición “supuesta”, pero parecería comprobada su condición de chantajista. O sea, es como dicen en mi tierra: tras de gordo, con paperas.

Post Scriptum: El gran temor con el futuro de Colombia reside en que el poderoso aparato de talante mafioso que se apoderó de la conducción del Estado es gente a la que le gusta imponerse por la vía violenta. ¿Estarían dispuestos a entregar el poder luego de perderlo en una elección limpia? Permítanme dudarlo.

@Jorgomezpinilla

Blog personal

martes, 7 de septiembre de 2021

¿Encarna Petro la “rabia social”?

 


Tomado de El Espectador 

El domingo pasado tuve la desdichada ocurrencia de afirmar en un trino que sonaba razonable una frase de la columna de María Isabel Rueda de ese día, donde dijo que Alejandro Gaviria podría ser presidente "si logra saltar por encima de toda la rabia social que encarna @petrogustavo, para aterrizar con suficiente credibilidad en las soluciones". (Ver trino).

Desdichada, sí, porque a muchos petristas no les gustó la expresión “rabia social”, quizá porque los hacía ver como gente rabiosa. Y me armaron juicio popular, como si yo hubiera sido el autor de esa columna. Entre otras acusaciones me tildaron de “tibio”, “liberal de raca mandaca”, “periodista vendido” e “incoherente”, entre otros calificativos.

Acepto lo de liberal de raca mandaca, y a mucho honor, pero la verdadera incoherencia se aprecia en no entender que rabia social es sinónimo de descontento, frustración, desesperación o malestar por el estado de cosas actual, y por tanto no se cae en error al afirmar que es Petro quien mejor encarna y recoge ese sentimiento de indignación generalizada. O como dijo @hectecha: “Un poco de comprensión de lectura, por favor. Cuando dice "la rabia social que encarna Petro" NO alude a una rabia social en contra de Petro; por el contrario, se refiere a la rabia social que lidera y representa Petro”.

Sea como fuere, la reacción de tanto petrista enfurecido (rabioso?) trajo como resultado la pérdida de casi cien seguidores en mi cuenta de Twitter, y es la mejor prueba de la exacerbación de los ánimos en ese segmento del espectro político, porque constata la dificultad implícita en tratar de razonar con personas convencidas hasta el epidídimo de que cualquier candidato diferente a Petro es un neoliberal (epíteto hoy en boga contra Alejandro Gaviria), un tibio (merecido señalamiento contra Fajardo, ahí sí), un vendepatria, un uribista camuflado, etc.

Otra cosa en la que estuve de acuerdo con la periodista que me hizo echar de Semana, fue cuando dijo sobre Alejandro Gaviria que "Parecerse a la personalidad de Gandhi sirve. Pero falta un brochazo de la decisión de Churchill para ganar las guerras". En efecto, si de algo adolece Gaviria es que comenzó con marcada tibieza en sus planteamientos, y su primer paso en falso consistió en una declaración elogiosa sobre Alberto Carrasquilla por su nombramiento en el Banco de la República, cuando esperábamos ver al novel candidato distanciarse del nefasto gobierno de Iván Duque.

Hoy la diferencia básica entre Alejandro y Petro es que al primero sí se le puede identificar con Gandhi y al segundo con Churchill, pues vemos a este último enfrentado con todos sus fierros al Hitler encarnado en Uribe (y sus también rabiosas huestes), a tal punto que Petro tiene convertida su cuenta de Twitter en un verdadero ring de boxeo verbal, cazando peleas a diestra y siniestra con todo el que se le atraviese. ¿Es esto bueno para el candidato? No estoy del todo seguro.

Ahora bien, en mi condición de “liberal de raca mandaca” vi en mi última columna con buenos ojos la irrupción de Alejandro Gaviria en la pasarela electoral, porque entró a competir en igualdad de condiciones con Petro y puso a tambalear la opción de Sergio Fajardo, debilitando a su vez el variopinto repertorio de candidatos de una Coalición de la Esperanza. (Ver columna).

Hoy la preocupación es otra, y se relaciona con que en medio de un ambiente tan polarizado y tenso como el actual, no se puede descartar la posibilidad de un atentado contra Gustavo Petro… pero tampoco contra Alejando Gaviria. La opción del magnicidio sigue disponible para las fuerzas oscuras que por la vía violenta siempre se han negado a perder el manejo del poder.

En Colombia ha sido una saga, cuyo debut se ubica en la frustrada conspiración septembrina para matar a Simón Bolívar, continúa con el asesinato a hachazos del liberal Rafael Uribe Uribe y llega hasta Jorge Eliécer Gaitán y el consecuente bogotazo. Y en épocas recientes toca a figuras con perfil presidencial como un Luis Carlos Galán ultimado en macabro plan entre el DAS y grupos criminales, o un Carlos Pizarro desmovilizado del M-19 al que se le conocía como “comandante Papito”, sin que de la extensa lista de homicidios selectivos sea posible excluir a Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, asesinados por orden de Carlos Castaño pese a que contaban con protección del DAS.

Y si vamos a la otra orilla ideológica, tampoco se salva el Álvaro Gómez Hurtado que se convirtió en un hombre que sabía demasiado el día que se negó a presidir, como se lo propusieron y narro en este libro, el golpe de Estado que sectores castrenses en conspiración con políticos de extrema derecha urdían contra el gobierno de Ernesto Samper Pizano.

En este contexto mucho se ha rumorado, con base cierta, sobre la posibilidad de que Gustavo Petro fuera el próximo en la lista de los eliminados por esa ‘mano negra’. Ahora bien, después de la última carátula de Semana donde ésta -convertida hoy en la agencia oficiosa de prensa del régimen- presenta a Alejandro Gaviria como una simple ficha de Juan Manuel Santos y César Gaviria, no se debe descartar un eventual atentado contra su humanidad, previendo o tratando de impedir que en algún momento de la contienda comience a puntear en los anhelos de cambio del electorado.

A Álvaro Uribe Vélez no le conviene un “castrochavista” como Petro ni un liberal como Alejandro Gaviria en remplazo de su subalterno el inepto Iván Duque. Sin pretender aquí siquiera insinuar que fuera “Él” quien diera la orden, es evidente que hay fuerzas subterráneas -siempre las ha habido en la historia de Colombia- que gustosas se encargarían de sacar del camino a cualquiera que ose debilitar o poner en peligro el inmenso poderío que ha construido tan ominoso sujeto sub judice.

Así las cosas, cuiden a Petro… pero no descuiden a Alejandro.

Post Scriptum: La importancia de Colombia en el concierto iberoamericano se expresa de forma jocosa en el hecho de que la Real Academia Española (RAE) acaba de documentar 'abudinar' y 'abudinear' como expresiones válidas en el sentido de estafar o robar. (Ver noticia).

@Jorgomezpinilla