martes, 31 de marzo de 2020

Coronavirus y cuarentena: yo también tuve una crisis




Comenzaré por confesar que mi principal limitación como ser humano es que nunca aprendí a cocinar. Parte de la culpa la tuvo mi madre, a quien desde niño le escuché decir: los hombres en la cocina huelen a caca de gallina. Esto de todos modos no es excusa, pues muchos de mis siete hermanos (y hermanas) sí aprendieron.

Vivo solo, lo cual era una situación privilegiada antes de que sometieran al planeta entero a prisión domiciliaria, como expliqué en El amor en los tiempos del coronavirus. Pero se llegó la cuarentena y “lo que antes era el deleite de mi soledad de soltero sin compromisos, se convirtió en una carga muy difícil de sobrellevar”.

El problema de fondo es que cocinar no me produce el goce que a otros sí. En mi caso, si pongo a hervir agua se me quema. Esta “incapacidad” me ha tocado superarla a la fuerza, comenzando por aprender a hacer arroz -sin que se me queme- o a fritar un lomito de cerdo. Precisamente a eso se restringió mi dieta alimenticia de la primera semana de cuarentena, a comer arroz con un pedazo de cerdo o de pollo (no como carne de res) y una ensalada de tomate y cebolla revueltos.

Pues bien, esa acumulación de grasas y de arroz -un día fresco y al otro trasnochado- terminó por jugarme una mala pasada el sábado pasado. Antes mi rutina diaria era salir a almorzar y luego hacer una caminata para favorecer la digestión, luego llegaba a casa a tomar una siesta reparadora, y a continuación con la mente despejada me sentaba a practicar lo único que (creo) sé hacer bien: escribir.

El sábado en mención procedí a mi siesta habitual después del almuerzo, hasta que de pronto fui despertado por un ardor en la parte baja del estómago, acompañado de una picada en la parte derecha de la mandíbula. El ardor en el estómago me indicaba que podía haber un desorden estomacal, mientras que la picada asustaba, como si fuera el aviso de un infarto inminente.

Lo primero que hice fue llamar a un primo médico, a quien le expuse la situación y manifestó que el asunto estomacal podía relacionarse con cálculos en la vesícula, pero no entendía qué relación podía haber con el dolor en la mandíbula, pues si se tratara de un infarto en ciernes “la molestia se produciría en el lado izquierdo de la cara”. En todo caso, me recomendó ir a las urgencias de mi EPS.

Pero era eso precisamente lo que trataba de evitar, porque significaba sumergirme en un ambiente donde quizá rondaba amenazante el virus del COVID-19. Así que llamé al hospital más cercano de donde vivo -Girón- y una señorita amable escuchó mis cuitas y me respondió, palabras más palabras menos: “mire papi (sic), este es un hospital de primer nivel. Si se trata de cálculos y llega a necesitar cirugía, tendríamos que remitirlo al hospital de su EPS. Y habría perdido un tiempo muy valioso”.  

Ahora bien, ¿yo qué esperaba tanto del primo médico como de la confianzuda -aunque muy querida- enfermera que me escuchó? Que con base en la información suministrada lograran dar con el diagnóstico de mi mal y en tal medida me dijeran “tómese esto” o “haga aquello”, para evitar el desplazamiento a un lugar donde el peligro del contagio pudiera resultar más contraproducente que la enfermedad.

Fue ahí donde pensé que en Colombia el sistema de salud tal vez no ha desarrollado un plan de contingencia acorde con la “urgencia” que impone la propagación del coronavirus, a sabiendas de las facilidades de comunicación visual que brinda la Internet.

Visto desde el plano de lo realizable, lo ideal sería entonces que usted tuviera acceso al Whatsapp del médico de confianza de su EPS y ante el primer síntoma, por sospecha de coronavirus o de otra afectación se comunicara con él -o ella- y mediante teleconferencia le expusiera lo que le pasa, de modo que el galeno al “verlo” decidiera si se requiere su desplazamiento a un centro de salud, o si basta con decirle vaya a la droguería y compre tal o cual medicamento, o llame a este número y solicite una ecografía, o ciertamente su caso requiere un tratamiento de urgencia, quédese donde está, respire profundo, tranquilo, no se angustie, ya mismo mandamos una ambulancia a recogerlo.

No sé si así opera en países más avanzados, lo cierto es que ante los avances tecnológicos y el peligro que representa cualquier desplazamiento, sería lo más razonable. Tampoco se trata de pretender que de ahora en adelante toda consulta médica sea atendida en forma virtual, pero es obvio que la pandemia requiere ser enfrentada con soluciones creativas.

En lo que al suscrito respecta, empecinado en evitar la riesgosa incursión al exterior me puse a “hacer de tripas corazón” y tomé una aspirineta por si fuera algo cardiológico (nada), luego traté de aliviar lo que pintaba como un trancón digestivo consumiendo agua con limón y sal de frutas (nada) y enseguida con bicarbonato (nada) y a continuación una pitaya, hasta que la combinación de tanto menjurje provocó un retorcijón que me mandó corriendo al baño y… santo remedio: aquí me tienen ya repuesto, al otro lado del espanto.

A modo de remate, para todos aquellos que encuentran “alivio” en la oración, esta es mi humilde visión al respecto:

- Te contagiaste de coronavirus: Dios te va a sanar.
- No te dio coronavirus: Dios te protege.
- Te curaste del coronavirus: Dios te sanó.
- Te moriste por culpa del contagio: Dios sabe cómo hace sus cosas.

No vayan a pensar que es por ponerme de aguafiestas, no señores, es que la fe sirve para todo.

lunes, 23 de marzo de 2020

El amor en los tiempos del co…ronavirus




Esta columna es muy personal y obedece a que el aislamiento forzoso en nuestras casas motiva a la reflexión en torno a temas que durante circunstancias normales no habríamos contemplado.

Hace más de diez años vivo solo y era algo que no incomodaba, porque la soledad nunca me ha significado ausencia de compañía, sino todo lo contrario. No es por presumir si digo que disfruto mi libertad, lo cual para el caso que nos ocupa tiene un sinónimo: soltería. En alguna ocasión escribí una diatriba contra el matrimonio y en otra abogué por su abolición, considerando la carga tan pesada que para muchos representa la convivencia conyugal.

En este terreno, sentía legítima compasión por las parejas que dentro de sus corazones saben que no se soportan pero callan, y si evitan separarse es en algunos casos “por los hijos” y en otros porque presienten que les espera algo peor, llamado soledad, precisamente.

Lo cierto es que hasta hace unos días me consideraba un privilegiado por pertenecer a dicho círculo exclusivo, el de quienes les huyen a los compromisos de pareja aunque se precian de estar siempre bien acompañados. Y aquí conviene aclarar que no se trata de un club de dandis, sino de una filosofía de vida, que para más señas se le empieza a conocer como el poliamor.

Poliamoroso es el hombre o mujer que con base en su propia experiencia de vida descubre que la naturaleza del ser humano no es la fidelidad sexual y afectiva, sino que esta ha sido impuesta por motivos religiosos (“hasta que la muerte los separe”) o tribales, y un buen día es consciente de que es posible enamorarse de más de una persona a la vez, sin que pueda confundirse con promiscuidad, sino con honestidad intelectual y emocional.

Ya entrados en materia, no tendría dificultad en reconocer que estoy enamorado de tres mujeres: una que me dejó pero la sigo amando; una segunda que no me ama pero yo sí (y es excelente amiga); y una tercera que recién conocí y he comenzado a amar, y sospecho que le gusto a ella, pero es casada. Las dos últimas son personas a las que veo y cuya compañía disfruto con relativa frecuencia, la necesaria para escribir sin molestas interrupciones, mientras aliento la esperanza de que la primera un día regrese.

Ahora bien, todo este “paraíso” se derrumba como un castillo de naipes cuando por una circunstancia del azar llamada pandemia del coronavirus, te ves obligado a cambiar tu condición de soltero privilegiado por la de reo en prisión domiciliaria, absolutamente solo y por un tiempo que en principio se prevé de tres semanas pero que podría prolongarse, dependiendo de cómo evolucione -o escale- la espiral del contagio.

Lo anterior se traduce en que durante estos días de forzada prisión doméstica envidio a todo mortal que vive con su pareja, así ya no la soporte, y lo que antes era el deleite de mi soledad de soltero sin compromisos se ha convertido en una carga muy difícil de sobrellevar….

Hablando de amor, pero ahora entendido como amor al prójimo, los días de confinamiento forzado de la población tienen que servir también para replantear aquello que Federico Engels llamó “las relaciones de producción”. Siendo realistas, todos los países del orbe están urgidos a adoptar un nuevo modelo económico, donde quede atrás la ley capitalista del más rico y comience a primar la solidaridad humana, si no queremos que el pandemónium del modelo impuesto por el aislamiento acabe con unos y otros.

En este contexto resalto un video de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, donde comienza hablando de “los empresarios que están preocupados porque van a ser un 10, un 15 o un 20 por ciento menos ricos” y enseguida anuncia una serie de medidas que deberían ser imitadas por el gobierno del subpresidente Duque, y que resumo así: “se suspende por tres meses el pago de las cuotas de energía eléctrica, recibos de agua, TV por cable, teléfono e internet. Se suspenden por el mismo periodo el pago de los alquileres o arriendos y los créditos de las casas comerciales (si sacó un televisor, una nevera…), así como los créditos de las ventas de carros o de motos, y se congela el cobro de los créditos hipotecarios, de las tarjetas de crédito, de trabajo y emprendimientos. Y lo que se va a hacer para que en el cuarto mes no caigan los cuatro pagos, es que esos tres meses van a ser diluidos en lo que resta del contrato, sin intereses de mora”. (Ver video).

En Colombia el gobierno actúa a contracorriente de esta tendencia solidaria, y de ello da cuenta Ramiro Bejarano en reciente columna: “No se atrevieron a decretar una moratoria que favoreciera a millones de deudores, sino asegurarle al hambriento sector bancario que sus arcas estarán a salvo”. (Ver columna). Lo mismo piensa la alcaldesa de Bogotá Claudia López, cuando advierte como “¡Inaudito que el Gobierno Nacional se aproveche de emergencia económica para autoprestarse recursos de los entes territoriales para dárselos a bancos y empresas!”. (Ver trino).

Hoy no es posible salir a las calles a exigir medidas para aliviar el hambre de los desposeídos, la pérdida del poder adquisitivo y en general la cancelación de empleos o contratos de trabajo, y al parecer tampoco se le podrá pedir al fiscal Francisco Barbosa -amigo del subpresidente- que lleve a buen término las investigaciones por la compra de votos ordenada por Álvaro Uribe, según se le escucha a la Caya Daza en charla con el Ñeñe Hernández. Pero en consonancia con el aplazamiento de las acciones a tomar, quedan advertidos Iván Duque y su jefe: su deuda aplazada con el pueblo y con la justicia, algún día tendrán que pagarla.

DE REMATE: En consideración a que el lanzamiento de lo que Julio Sánchez Cristo llamó “el libro del momento” también debió ser aplazado, aprovecho para informar que Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado puede ser adquirido desde cualquier lugar de Colombia o del mundo haciendo clic en este enlace de Ícono Editorial.

lunes, 16 de marzo de 2020

Dios, el coronavirus y la ley del más rico




Dos noticias relacionadas con el coronavirus y la Iglesia Católica parecen demostrar que tener fe o rezar no sirve para nada. Una, desde Italia, informa que el Vaticano suspendió todos los actos antes públicos de la Semana Santa y que se celebrarán a puerta cerrada, ante la rápida expansión del COVID19. La otra proviene de Buga y cuenta que “para evitar la propagación de coronavirus se canceló la tradicional misa pública de sanación”.

Ante semejante paradoja, el lector desprevenido se pregunta: ¿cómo así que cancelan una misa que era precisamente de sanación? ¿O sea que lo de sanación era puro cuento y, por el contrario, asistir a esa misa sirve más bien para enfermarse? Dirán los creyentes que se trata es de ir al templo para orar por la sanación personal y del mundo, o sea para que salga del pecado o cosas de esas, y la contrapregunta sería entonces por qué el mundo está cada vez más enfermo. Es cuando se comienza a sospechar que rezar no sirve para nada, e ir a misa no sirve para nada, y posiblemente el cargo de “representante de Dios sobre la Tierra” que tiene el simpático y dicharachero papa Francisco tampoco sirve para nada, porque su jefe-Dios no se conduele de la humanidad agobiada y doliente ni permite que los oficios religiosos de la Semana Santa se puedan seguir haciendo en las iglesias. En otras palabras, con la crisis del coronavirus quedaría científicamente comprobado que los fieles católicos no están protegidos “bajo el manto divino” de su omnipotente creador.

Sin ponernos de malpensados, juzgaríamos incluso previsible que el muy inteligente don Francisco ya se haya dado cuenta de que definitivamente Dios no existe, sino que es una invención de los hombres, a su imagen y semejanza. O que si existe no hay prueba de que así sea, si nos ponemos desde el lado agnóstico. Sea como fuere, ello quizá explicaría por qué en días recientes al mismísimo máximo pontífice católico se le escuchó decir que “es mejor ser ateo que un mal cristiano”.

En este contexto, una crisis sanitaria como la pandemia del coronavirus debería ser motivo de reflexión sobre la inutilidad de todas las religiones (excepto el budismo), primero porque no sirven para controlar y menos evitar enfermedades ni epidemias ni nada, y segundo porque en la historia de la humanidad han sido más bien motivo de división, guerras y persecuciones contra los portadores de una fe distinta. Y sin entrar a considerar casos aberrantes como el tribunal de la Santa Inquisición, que mandaba achicharrar en una hoguera a todo(a) aquel de quien se sospechaba era bruja o hereje. Motivo suficiente para que, si Dios existiera y fuera tan justo como dicen, hubiera borrado de la faz de la Tierra a la Iglesia Católica, fuente de todo tipo de perversiones y aliada desde el principio de los tiempos con todos los poderosos. Verbi gratia, Pio XII y el nazismo.

Lo mínimo a esperar de quienes se abrogan a sí mismos ser intermediarios entre sus “rebaños” y la divinidad a la que rinden culto, sería que se dedicaran a fomentar la compasión, la solidaridad y la cooperación armónica entre las naciones. Pero no es así, comenzado precisamente por el Vaticano, donde se preocupan más por hacer crecer las utilidades de sus inversiones que por enfrentar las injusticias sociales de los gobernantes o por contribuir a la erradicación del hambre mundial.

Hablando de solidaridad y cooperación entre naciones, es muy triste ver que las diferencias entre dos países terminan por agravar el panorama en lo concerniente a la prevención y erradicación de la epidema. Por tratarse de una medida en apariencia benéfica, el subpresidente Iván Duque ordenó el cierre de los pasos fronterizos entre Colombia y Venezuela, pero informó a su vez que la frontera de Ecuador "continuará abierta, con permanente monitoreo y controles, en coordinación con el hermano país".

¿Acaso Venezuela no es también un país “hermano”, solo que temporalmente distanciado por las diferencias políticas entre sus dos presidentes? ¿No sería lo más SANO que esas diferencias se obviaran ante el peligro que representa la propagación del virus? ¡Era el momento de activar planes de cooperación binacional para cuidar la esquina norte de Suramérica, en la vanguardia y en la retaguardia! Con razón el régimen de Nicolás Maduro calificó la medida de Duque como “un acto de irresponsabilidad grotesca”, que no contribuye a solucionar nada sino a evidenciar la falta de controles en el corredor fronterizo y a aumentar el drama humano de las personas que desde Venezuela se ven obligadas a atravesar trochas, quebradas y senderos inhóspitos para aprovisionarse de alimentos, como lo muestra este desgarrador video de Blu Santanderes.

(Al cierre de esta columna El Espectador informa que “a pesar del coronavirus, Duque insiste en no tener comunicación con Maduro”. (Ver noticia). ¿Puede quedar alguna duda de que estamos ante un verdadero mediocre?).

Ya en el plano interno se advierten también protuberantes diferencias entre la alcaldesa de Bogotá Claudia López y el subpresidente Duque. Según documentado informe de La Silla Vacía, mientras Claudia centra sus actividades de prevención en los ciudadanos, sin distingo de clase o región, a Duque le interesan más los empresarios y anuncia medidas para protegerlos. (Ver informe). Esos venezolanos y colombianos pobres que deben someterse a penurias para pasar de un país a otro, eso no son de su incumbencia.

Para acabar de enrarecer el horizonte, le cabe toda razón al autor del trino según el cual “solo se cancelan eventos masivos para gente pudiente. Para los pobres seguirá Transmilenio, las plazas de mercado y las filas en las EPS”. (Ver trino).

Pero no es para que comencemos a quejarnos, pues aquí simplemente se aplica la muy darwiniana ley del más rico: el de más plata es el que se salva.

DE REMATE: Otro asunto muy preocupante, al que no se le ha puesto la debida atención, es este: como la Iglesia Católica en refuerzo de sus medidas preventivas suspendió la confesión (mediante la cual el feligrés le cuenta sus pecados al cura y este lo absuelve), ¿qué pasará con los infectados que queden impedidos de confesar sus culpas y mueran en pecado mortal? ¿Se irán derechito al infierno…? Se está demorando el Santo Padre en emitir una dispensa papal para todos los pecadores de aquí al día en que por fin se haya espantado al demonio del coronavirus.

lunes, 9 de marzo de 2020

Protestar sí, pero no así



Justo cuando están dadas las condiciones para que el pueblo se mantenga día tras día en las calles exigiendo la renuncia de un presidente ilegítimo, que se hizo elegir en parte mediante una compra masiva de votos auspiciada por un mafioso amigo suyo, en Colombia no pasa nada…

El 21 de noviembre pasado hubo un primer Paro Nacional, al que el Gobierno del subpresidente Iván Duque enfrentó con montajes de la Fuerza Pública y medidas represivas contra la población inerme, que incluyeron el “homicidio” -según Medicina Legal- del joven Dilan Cruz.

Duque hizo oídos sordos a la indignación y para no escuchar los reclamos de la gente se inventó la Gran Conversación Nacional, a la que invitó de primeros a los empresarios que acababa de llenar de regalos con una reforma tributaria conocida con el eufemístico nombre de Ley de Financiamiento, tan eufemístico como llamar ‘falsos positivos’ a los más de 5.000 asesinatos -aún impunes- sobre persona protegida -o sea crímenes de lesa humanidad- que se cometieron durante el régimen de la Seguridad Democrática del sátrapa Álvaro Uribe Vélez, jefe del actual mandatario. Un presidente con patrón, ¿habrase visto mayor indignidad?

Lo cierto es que “llegó diciembre con su alegría” y en medio de los festejos de fin de año la protesta popular pasó a segundo plano, y ahora se está convocando a un nuevo paro el 25 de marzo, que Gustavo Petro quiso adelantar para febrero, pero no lo dejaron. Ahí el pesimismo comienza a invadir al espectador desconsolado, cuando constata que después del 25 viene la Semana Santa y entonces se relajarán de nuevo los ánimos… Así que, ¿cómo hacer para prender motores de nuevo y lograr que no desfallezca la tan necesaria protesta?

La respuesta nos llega de Chile, donde desde aquel día histórico en que al presidente Sebastián Piñera le tocó reversar un alza del transporte público, la protesta se ha mantenido viva, y ha sido esta la que ha obligado al Gobierno a aplicar una serie de medidas que sin la indignación de la juventud chilena nunca habrían sido posibles. ¿Y qué hicieron allá? Algo que en Colombia deberíamos imitar y lo explica un artículo de Tania Tapia en Cerosetenta.com: “en Chile las protestas se concentran en Santiago, en un solo punto de la ciudad: la Plaza Italia. En Colombia no. Además, en Chile hay un calendario para protestar: cada viernes, desde octubre".

Sumado a lo anterior, en Colombia se presenta una lucha fragmentada, pues hasta en la escogencia de una fecha para salir a las calles se presentan diferencias insalvables entre las partes involucradas.

Esta columna pretende entonces llamar la atención sobre la urgencia de mantener viva la protesta, por ser la única salida a lo que se percibe como la aplicación de un modelo neofascista que viene copando todos los frentes, comenzando por el mediático, cooptado por la millonaria pauta oficial, que se expresa en casos como este:

Ante la ‘providencial’ aparición del primer caso de coronavirus en Colombia, cuando el escándalo por la compra de votos del Ñeñe Hernández estaba en la cresta de la ola, el viernes 6 de marzo (¡al día siguiente de haber estallado el escándalo!) los noticieros RCN, Caracol y CM& no incluyeron en sus titulares una sola línea o imagen referente a dicha “bomba”, que lesiona gravemente la imagen de Duque y de su protector Álvaro Uribe. Contrario sensu, las primeras escenas -propagandísticas a más no poder- mostraron al subpresidente sometido a un examen médico para demostrar que él no estaba contagiado, y enseguida dando consejos para prevenir el contagio. Y si no me creen, convénzanse: no hay una sola alusión al Ñeñe Hernández en los laudatorios titulares de la Emisión Central de CM& ese día.

Concomitante con lo anterior, al cierre de esta columna se supo de un listado de periodistas y medios a los que el Ejército fichó como “enemigos”. De esta se vino a saber por una torpeza del operador de la cuenta @COL_EJERCITO, quien no era consciente de que al listarlos con su dirección de Twitter, a estos les llegaba una notificación. (Ver listado).

Así las cosas, por un lado se percibe que los más poderosos medios le ponen sordina al escándalo del ñeñe-duque para que no se les vaya a dañar la “mermelada” publicitaria, y por otro el Ejército Nacional ejerce actividades de vigilancia, control y seguimiento sobre la prensa. Estas son señales evidentes de que avanzamos con pasos de gigante hacia una dictadura, al menos en lo informativo.

Por todo lo anterior, resultan pertinentes las palabras de un periodista del establecimiento (Caracol Radio), Gustavo Gómez Córdoba, cuando se enteró de que su nombre estaba incluido en esa lista negra: “que una cuenta de @COL_EJERCITO elabore lista de OPOSITORES con cuentas y nombres de periodistas es una muestra clara de que (…) a "Inteligencia Militar" le sobra una palabra. Pavoroso, ofensivo y peligroso”. (Ver trino).

DE REMATE: El pasado 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer y un 16 de marzo de hace 239 años una vendedora de plaza de El Socorro, Manuela Beltrán, encendió la chispa de la rebeldía popular que condujo a la Revolución de los Comuneros. Lo paradójico es que en la Colombia actual -como acabamos de ver- existen motivos mucho más fuertes para una nueva insurrección, pero factores como la religión, la televisión y la ideología uribista-mafiosa hacen que hoy el atraso sea mental, hasta un extremo tan aberrante que los explotados defienden a sus explotadores…

lunes, 2 de marzo de 2020

Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez y la defensa de un "sicario"



Creo tener el derecho de utilizar mi columna en El Espectador para hablar del libro que comienza a circular este lunes 9 de marzo, titulado Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, bajo el sello Ícono Editorial, con prólogo de Ariel Ávila y reseña del cronista Alberto Salcedo Ramos.

El título que tenía cuando lo terminé era otro, El rompecabezas de un asesinato. Pero el editor Gustavo Mauricio García propuso cambiarlo, alegando que si el libro cuenta importantes secretos de la investigación que hasta ahora el país va a conocer, esto debía saberse desde el principio. Rompecabezas, porque se exponen las piezas de la investigación que durante las fiscalías de Alfonso Valdivieso y Alfonso Gómez Méndez se desplegaron para llegar a los autores del crimen, de modo que el lector pueda sacar sus propias conclusiones.

El gran avance de Valdivieso fue haber logrado la captura de Héctor Paul Flórez, uno de los tres sicarios que dispararon y el único al que la justicia le probó que había sido aquel cuyas balas acabaron con la vida del dirigente conservador -y por tal motivo lo condenó a 40 años de cárcel-. La gran decepción fue que Valdivieso no tuvo el coraje de proteger a su investigador estrella, el que más clara tenía la trama, el que estaba tirando del hilo que habría de conducir hasta los culpables. Acosado por fuerzas oscuras temerosas del camino que llevaban sus pesquisas, este fiscal estrella se vio obligado a huir a Francia para salvar su vida.

El gran avance de Gómez Méndez fue haber ordenado con sólidas pruebas la captura del coronel Bernardo Ruiz Silva, subalterno del general Ricardo Emilio Cifuentes, de quien se habla copiosamente en mi libro y cuyo vehículo de escoltas con placas LIW 033 fue avistado en la escena del crimen por el conductor de un bus escolar que por ahí pasaba. En este caso, fue grande la decepción que se llevó el investigador Pablo Elías González cuando una jueza dejó libre al principal implicado: “Las pruebas eran muy fuertes –dijo--. A los miembros del equipo investigador nos extrañó mucho cuando lo absolvieron, fue algo muy frustrante”.

El libro remata con la entrevista que le hice en Washington al exembajador de Estados Unidos en Colombia, Myles Frechette, sin duda el hombre mejor informado que hubo sobre el Proceso 8.000 y sobre el entonces presidente Ernesto Samper, del que fue un crítico feroz, quizás hasta la intromisión. En mi libro Frechette dice que el crimen fue obra de un grupo de golpistas de derecha aliados con militares, y señala con nombre propio a una entidad que agrupa a reservistas.

Desde que se anunció la salida del libro he sido víctima de una feroz arremetida por parte de quienes han pretendido ahogar la investigación y aspiran a enfocarla hacia mafiosos ya fallecidos, lo cual solo pretende dejar el crimen en la impunidad, para favorecer así a los verdaderos culpables.

El mismo abogado de la familia, Enrique Gómez Martínez, al ser entrevistado por Caracol Radio puso el tema sobre la cresta de la ola cuando le dijo a Gustavo Gómez Córdoba que “Jorge Gómez Pinilla, quien en alguna época tuvo acceso a Revista Semana, va a sacar un libro la semana entrante. Esto es simplemente una campaña de expectativa para que el sicario de Samper y Serpa pueda publicar su libro con mayor notoriedad". (Escuchar entrevista).

Ante tan grave acusación (“sicario”) acudí al derecho de réplica y al día siguiente, en entrevista con Gustavo Gómez y Darcy Quinn, manifesté mi extrañeza no solo por el delirante señalamiento sino porque, en insólita decisión que debe tener a Álvaro Gómez revolcándose en su tumba, hoy es su propio sobrino el que defiende al sicario (ahí sí “sicario”) que le quitó la vida al tío. Esto escandalizó incluso a la Corte Suprema, y en mi libro explico los motivos -ante todo monetarios- que explican semejante voltereta. Sumado a lo anterior, vamos a ver cómo explican ante el Consejo de la Judicatura el conflicto de intereses implícito en defender al asesino que la misma familia a través de la parte civil pidió -y consiguió- que condenaran.  (Escuchar réplica del suscrito).

Es claro que Gómez Martínez y sus aliados gozan de abundantes conexiones con políticos y con medios para hacer ruido, calumniar, insultar y tender cortinas de humo. Pero no tienen testimonios de testigos vivos (alias ‘Rasguño’ se basa en lo que dice que le dijeron tres personas muertas), ni pruebas, ni la menor coherencia en el relato de los hechos. Mi libro carece de palancas y columnistas de apoyo, pero en cambio ofrece algo imbatible: la verdad.

Y no se trata de convertirme en spoiler de lo que allí dije, pero no puedo cerrar esta columna sin hacer un último avance, como parte integral de la “campaña de expectativa” que el propio Enrique Gómez se encargó de inaugurar. Hay un capítulo dedicado a Los hombres que sabían demasiado, donde me refiero a dos ilustres personajes que fueron asesinados por el mismo motivo que Gómez Hurtado, porque necesitaban impedir que hablaran: el general Fernando Landazábal y el entonces decano de Economía de la Universidad Nacional, Jesús Antonio ‘Chucho’ Bejarano. A este último los militares golpistas que querían tumbar a Samper le habían ofrecido el ministerio de Defensa.

Hay un tercer hombre que también sabía demasiado, el comandante de las AUC, Carlos Castaño. Aunque a este lo mataron para silenciar otras verdades, lo que alcanzó a saber sobre el crimen de AGH lo dejó consignado en Mi confesión: “la verdad ya la conocen los afectados (o sea los familiares). Por una extraña razón, entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso”. (Pág. 234).

DE REMATE: A los periodistas que por estos días entrevistan con tanta frecuencia a Enrique Gómez o a su primo Mauricio, se les sugiere preguntar si es cierto o no que el abogado José Ignacio Londoño Zabala (acusado de haber sido quien llevó el mensaje a ‘Rasguño’ para que la mafia matara a AGH) entabló denuncia penal por calumnia e injuria contra Enrique Gómez padre e hijo, luego de que este último dijera en W Radio que “Nacho Londoño no puede seguir asesinando impunemente”. Es sabido que Londoño no quiso conciliar, o sea que se daba por inminente que los demandados se verían obligados a retractarse, pero estuvieron tan de buenas que el hombre fue asesinado en la noche del lunes 20 de julio de 2015…