lunes, 30 de julio de 2018

¿Uribe a la cárcel? Ya casi




Con el llamado a indagatoria a Álvaro Uribe por parte de la Corte Suprema se le presenta a Colombia un delicado momento de incertidumbre e inestabilidad institucional.

Hay mucha gente convencida, casi desde lo teológico, de que el hombre es inmune a la ley terrenal: “haga de cuenta que Uribe es Dios”, le dijo Enrique Pardo Hasche a Juan Guillermo Monsalve, quien tiene al expresidente a un paso de mandarlo a la cárcel. Y ya se escuchan voces desde lo más oscuro de la caverna, como la de Everth Bustamante -ayer guerrillero del M-19, hoy miembro vergonzante del CD- invitando a desconocer el orden constitucional cuando afirma que “al presidente Uribe nadie lo puede encarcelar”.

Para empezar, nadie en un régimen democrático con independencia de poderes puede estar por encima de la ley. Pero eso da una idea del grado de polarización o agudización de las contradicciones que se avecina, en el que periodistas correveidiles del uribismo como Luis Carlos Vélez, María Isabel Rueda o Mauricio Vargas ponen su grano de arena con columnas incendiarias que pretenden sembrar dudas sobre la idoneidad de la Corte Suprema para juzgar a Uribe. Vélez cuidando la papita con ¿Congreso para Farc y cárcel para Uribe?, la sinuosa Rueda con Nos dejaron patas arriba, el amanuense Vargas con Uribe, a la guandoca.

No les importa si Uribe es culpable o inocente, no; se trata es de torcerle el cuello a la justicia, decir sin pruebas que la Corte ha sido “generosa” con las Farc y rigurosa con Uribe, censurar que una grabación se haya hecho desde un reloj, no lo que el reloj grabó; todo lo que esté al alcance de sus artimañas mediáticas en la tarea de confundir, a ver cómo le ayudan a su admirado caudillo a salvarlo de la ‘guandoca’. A este trío de incendiarios toca pararles el macho con la advertencia de Héctor Riveros en La Silla Vacía: “A lo que no tenemos derecho los ciudadanos es a atribuirles delitos a las autoridades judiciales porque favorecen o perjudican a determinada persona”. (Ver De Uribe a Santrich).

Con Uribe puede estar pasando como con Al Capone, sanguinario capo de la mafia que se hizo poderoso e invencible gracias a la prohibición del alcohol -del mismo modo que Pablo Escobar con la prohibición de la droga-, pero al que no pudieron coger preso por ninguno de sus incontables asesinatos sino por… evasión de impuestos.

Aquí a Uribe podrían enviarlo a la cárcel no por crímenes de lesa humanidad como los ‘falsos positivos’, ni por las sospechas de haber ordenado el ‘accidente’ de su amigo Pedro Juan Moreno o haber contribuido al homicidio de Jesús María Valle, ni por su supuesta participación en las masacres de El Aro y La Granja, sino por algo en apariencia baladí como… “soborno y fraude procesal”.

El 21 de abril de 2015 escribí la columna ¿Y Uribe a la cárcel, cuándo?, a raíz de la condena que profirió la Corte Suprema contra dos exministros (Sabas Pretelt, Diego Palacio), dos exsecretarios de Casa de Nariño (Bernardo Moreno, Alberto Velásquez) y la exdirectora del DAS María del Pilar Hurtado, por “entregar dádivas a parlamentarios como Yidis Medina y Teodolindo Avendaño para que apoyaran la reforma constitucional que permitió la reelección de Uribe Vélez”, y por las ‘chuzadas’ del DAS.

En aquella ocasión el suscrito columnista recogía el clamor de la gente que en redes sociales se preguntaba atónita por qué la justicia no había apresado al que dio las órdenes para delinquir, como quedó consignado en la sentencia del alto tribunal: “Siguiendo instrucciones del entonces presidente Álvaro Uribe, el exsecretario general de la Presidencia y los exministros de Protección Social y del Interior dispusieron del poder que les conferían sus altos cargos para pagar con una serie de nombramientos el voto favorable de Yidis Medina y la ausencia de Teodolindo Avendaño”.

La Corte no pudo ordenar la detención de Uribe porque el delito había ocurrido en función de su cargo como Presidente de la República, cuyo fuero lo remite a la raquítica e inoperante Comisión de 'Absoluciones’ de la Cámara. Pero eso era antes. La escena al día presente muestra como previsible que al final de la diligencia de indagatoria, prevista para el lunes 3 de septiembre, el expresidente Álvaro Uribe Vélez pueda ser cobijado con orden de detención, con base en el abundante material probatorio recaudado: más de cien horas de grabación que parecen ser lo que más intranquilo tiene al ciudadano acusado.

¿Qué le podría ocurrir a la nación si la Corte Suprema de Justicia le profiere orden de captura ese día? Desde lo normativo no debería suceder nada diferente a que uno de los tres pilares de la democracia se pronunció, y el país sigue su marcha, y ya. Pero el poder que tiene Uribe no es para guardárselo en el único bolsillo de su uniforme de recluso, sino para hacerse sentir, y es cuando al espectador desprevenido le da por ponerse a cavilar:

Si al término de su indagatoria Álvaro Uribe fuera hecho preso, ¿amanecerá al día siguiente el presidente Iván Duque con ganas darse un autogolpe de Estado, consistente en desconocer la decisión del más alto tribunal de justicia y brindarle su apoyo irrestricto al “jefe” por la ‘infame’ persecución de la Corte? ¿O respetará el orden institucional y la libre marcha de los tres poderes que rigen la estabilidad jurídica de la nación?

En todo caso, con Uribe preso, ¿quién seguiría gobernando a Colombia? ¿Uribe desde su confortable celda en una brigada militar, o Duque desde el Palacio de Nariño, ya liberado del pesado yunque de la fidelidad al “presidente eterno” que cargaba sobre su espalda?

DE REMATE: La rueda de prensa de Uribe en un establo de su finca, hasta donde llevó a los periodistas como borregos para despotricar contra la Corte Suprema de Justicia que lo investiga, fue una indebida interferencia a la justicia que debe ser castigada por la misma Corte. Ese malandrín no puede seguir haciendo de las suyas con total impunidad.

lunes, 23 de julio de 2018

Columna para llorar sobre la leche derramada


No podemos permitir que se nos vaya el ya casi expresidente Juan Manuel Santos sin dejar constancia para la historia de cosas que ocurrieron y que no pueden quedar en el olvido. Cosas que antes no se hicieron públicas por una norma tácita de confidencialidad con un gobierno al que se le intentó prestar una ayuda profesional, pero terminó estrellándose contra la pared de su propia oficina de Comunicaciones.

Fueron dos intentos, el primero durante la campaña del plebiscito, del que se ha dicho hasta la saciedad que fue el más grande error político de Santos. Por esos días, un grupo de comunicadores preocupados por la avalancha de propaganda negra que se vertía sobre las redes y en las calles contra el proceso de paz, a comienzos de 2016 desarrollamos el Proyecto PEPA, Pedagogía para la Paz, donde a modo de justificación decíamos: “Un aspecto muy criticado en el gobierno de Juan Manuel Santos tiene que ver con el manejo de sus comunicaciones hacia afuera. Pareciera que no hay una línea estratégica unificada en la producción de contenidos. Esto ha permitido que las fuerzas políticas contrarias al proceso de paz y afines a la prolongación de la guerra hayan ganado terreno en el imaginario colectivo, con la repetición constante de la idea según la cual el presidente de la República está entregando el país a las FARC”.

El primero en ser abordado sobre el tema fue el senador Horacio Serpa, quien comprendió la urgencia de “adoptar medidas de choque para suplir la ausencia de una estrategia unificada en el manejo de la información sobre paz y posconflicto, ante los medios de comunicación y entre las entidades a cargo de la consolidación de la paz social”. Gracias a su gentil mediación llegamos hasta el despacho del entonces ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, a quien quisimos convencer de que “para lograr el desmonte del odio y hacer renacer la semilla de la esperanza, se requiere acudir a las mismas armas de los sembradores de confusión: meterle creatividad. El Gobierno Nacional debe reaccionar con urgentes medidas de choque, que hagan visible ante la población el mecanismo perverso que reposa detrás de las toneladas de propaganda negra contra la paz que la extrema derecha hace circular en redes”.

El ministro Cristo escuchó con suma atención, pero supimos que habíamos fracasado en nuestro intento cuando dijo que lo único que podía hacer era pasarle el documento al Consejero de Paz, Sergio Jaramillo. La burocracia se interpuso.

Y ocurrió lo que ya se sabe: que los enemigos de la paz sí lograron convencer a las masas ignorantes del peligro que había detrás del acuerdo de paz con las Farc porque circulaban unas cartillas del Gobierno para convertir a nuestros hijos en homosexuales y después iban a establecer el ateísmo por decreto y para colmo de males decenas de miles de personas se abstuvieron de votar por el SÍ porque las encuestas lo daban ganador por más de 20 puntos y “un voto menos a nadie perjudica”, y fue así como el 2 de octubre de 2016 triunfaron el odio, la oscuridad y la confusión sobre la razón y el sentido común.

Pero habrían de venir tiempos peores: apenas en los albores de la campaña a la Presidencia 2018 se vio que los amigos de la guerra intensificaron sus ataques contra el gobierno -y de contera contra la paz- reeditando la exitosa estrategia de inundar las redes con propaganda negra, calumnias y noticias falsas. Y dentro del mismo grupo creativo de comunicadores preocupados se reactivaron las alarmas, y vimos la necesidad de contribuir a “romper el hechizo”, y en tal sentido le dirigimos una misiva al Ministro Consejero de Comunicaciones, Camilo Granada, pero no obtuvimos de tan pomposo cargo ni siquiera una amable señal de Recibido. No hubo feedback, mejor dicho.

Sea como fuere, desarrollamos un proyecto orientado a adoptar medidas de choque para enfrentar la feroz arremetida de la bestia con su propaganda negra, que comprendía dos frentes:

    1. Lanzar una agresiva campaña publicitaria en medios masivos que mediante “el poder de la verdad” contrarrestara el ambiente negativo y hostil que había contra la paz.
      2. Desarrollar la página web Bancodementiras.com, herramienta de choque para hacer evidentes entre el mayor número posible de colombianos las mentiras y engaños que infestaban el ambiente.

En esta ocasión, con la mira puesta en llegar hasta el Alto Gobierno contamos con la fortuna de contactar a quien puso la primera semilla para la germinación del proceso de paz, Enrique Santos Calderón, hermano del presidente y jefe del autor de esta columna durante los años de la revista Alternativa. Hubo un primer encuentro en el restaurante Agatón de Bogotá, él escuchó con atención, fue consciente del "ineficiente aparato de comunicación y prensa del gobierno" (lo dijo él), y al día siguiente nos puso en comunicación con su sobrino Esteban, hijo menor de Juan Manuel.

Con Esteban Santos se desarrolló una comunicación fluida por Whatsapp; siempre contamos con su gentileza y buen trato, hasta el día en que manifestó que a él le correspondía retransmitir nuestras ideas a… Camilo Granada. Ahí fuimos conscientes de que por muy hijo de presidente que fuera, Esteban no podía saltar olímpicamente a la mano derecha de su papá en el tema comunicaciones, y comprobamos atónitos que nos estrellábamos de nuevo con una realidad tozuda: la del poder burocrático que en lugar de dinamizar… inmoviliza.

Con Enrique Santos Calderón hubo un segundo y último encuentro en la terraza del Sofitel, frente a Agatón, donde él explicó que hizo lo que estuvo a su alcance y nosotros le agradecimos sus sinceros y renovados esfuerzos por contribuir a la reconciliación de los colombianos.

A escasos días de la culminación del gobierno de Juan Manuel Santos se dirá que es llorar sobre la leche derramada, y toca reconocerlo. Pero, como ya se dijo arriba, hay momentos de la vida en los que resulta imperativo contar ciertas cosas que pasaron, así solo sea para tratar de descifrar por qué Colombia de la noche a la mañana terminó encaminada por la senda del caos, el absurdo y la sinrazón.

Porque, no nos llamemos a engaños: lo que se viene es el estropicio más tenaz.

DE REMATE: Con la reforma tributaria que se avecina, en menos de un año no quedará duda en que el gobierno de Iván Duque actúa como un Robin Hood al revés: les quitará plata a los pobres para dársela a los ricos. Menos impuestos para empresarios, declaración de renta para asalariados desde dos millones al mes. Es lo que pide el Consejo Gremial Nacional. Pueblo indolente y cobarde, tiene lo que se merece.

martes, 17 de julio de 2018

Un presidente violador, una periodista violada




Una simple coincidencia de apellidos entre un presidente violador y una mujer violada sirve para reflexionar sobre un fenómeno de impunidad que solo se da en Colombia, a diferencia de otros países.

El presunto violador es el actual presidente de Guatemala, Jimmy Morales, a quien se le acusa de haber violado a más de una decena de mujeres. (Ver noticia).

La mujer violada es Claudia Morales, periodista colombiana que en los primeros días de 2018 denunció en columna para El Espectador haber sido abusada por “su jefe”, a quien no identificó, pero dejó pistas claras para develar su identidad: “un hombre relevante en la vida nacional. Ahora lo sigue siendo y, además, hay otras evidencias que amplían su margen de peligrosidad”. Desde que en 1995 inició su carrera periodística, los jefes de Claudia fueron Juan Carlos y Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Felipe López, Yamid Amat, Juan Gossaín, Julio Sánchez Cristo, Hernán Peláez y Gustavo Gómez. ¿Cuántos hombres peligrosos hay en esta lista…?

En Guatemala la Fiscalía le acaba de abrir un expediente al presidente Morales para investigar los hechos denunciados por Édgar Gutiérrez, ministro de Relaciones Exteriores entre 2002 y 2004, quien aseguró en una columna de opinión: "No se sospechó que fuera un abusador de jovencitas, como en efecto lo es, aprovechándose del cargo".

En Colombia la periodista Morales dejó ver que su violador es un hombre tan poderoso, que si lo hubiera denunciado habría arriesgado el bienestar de su familia y su propia vida: “Mi papá estaba en una posición laboral que yo debía proteger y mi vida profesional, una vez renuncié al lugar donde trabajaba con “Él”, era incierta”. Conclusión, su abusador también se habría aprovechado del cargo de preminencia: “Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, “Él” la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio. Ella (…) le dice que va a gritar. “Él” le responde que sabe que no lo hará. La viola.”

En Guatemala el periódico digital Prensa Libre informó que una mujer había denunciado al presidente Morales por abuso sexual y que en próximos días ratificaría su acusación con pruebas. El medio aseguró que la víctima "teme por su vida", pero estaría dispuesta a sostenerse en su denuncia. En Colombia la revista Semana informó que “la periodista Claudia Morales desató una tormenta al revelar que fue violada, pero no por quién. Sin embargo, deja pistas que sugieren que podría haber sido el expresidente Álvaro Uribe”. (Ver noticia).

En Guatemala el rumor comenzó a crecer desde el momento de la denuncia, “ayudado por el silencio de Morales, quien no desmintió las acusaciones”. En Colombia el expresidente Uribe se dio por aludido (ninguna de los otros exjefes de Claudia lo hizo) y en su cuenta de Twitter se pronunció así: “Omito comentar sobre el burdo ataque político, he sido decente con las mujeres a lo largo de mi vida. Nuestra oficina de prensa debe publicar viajes presidenciales en cuya comitiva estuvo la señora, nombre de las personas que estaban a cargo de la seguridad y sus obligaciones”.

Ese mismo día el Centro Democrático publicó el listado de los viajes al exterior en los que Claudia Morales formó parte de la comitiva presidencial, como jefe de prensa internacional. Según el artículo arriba citado de Semana, “a primera vista el documento no aclara nada. Simplemente enumera una serie de viajes, países, hoteles y personas que hacían parte de la comitiva. En algunos de estos viajes ella coincidía con el expresidente en el mismo hotel y en otros no”.

Para completar la cuadratura del círculo, el mismo magistrado colombiano Iván Velásquez que años atrás había sido perseguido por el gobierno de Uribe, ahora aparece convertido en el enemigo número uno de Jimmy Morales porque en su condición de jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) denuncia la corrupción que emana desde la presidencia, y Morales responde pidiendo su expulsión del país. (Ver noticia).

Para seguir en las coincidencias, en 2015 el entonces presidente de la misma Guatemala, Otto Pérez Molina, fue encarcelado por liderar una red de corrupción conocida como “La Línea”, gracias a una investigación adelantada por Iván Velásquez y la Fiscal General de ese país, Thelma Aldana. (Ver noticia).

La radiografía a doble pantalla es clara: mientras en Guatemala la justicia es independiente del poder ejecutivo (hasta el punto de mandar a un presidente a la cárcel y poner contra las cuerdas a su sucesor, Jimmy Morales), en Colombia es tan arrollador el poder unipersonal que maneja el sospechoso de haber cometido estupro contra una periodista, que logró que en plena campaña electoral el escándalo permaneciera sepultado y a continuación hizo elegir en la presidencia a un monigote suyo, el cual llega con la misión de suprimir la Corte Suprema de Justicia que hoy lo investiga por fabricación de testigos contra el senador Iván Cepeda y además le adelanta 28 procesos de única instancia, todos reservados, de los cuales uno se relaciona con falsos positivos y otro con la muerte del defensor de Derechos Humanos Jesús María Valle, según informa RCN Radio.

Si en 2006 Álvaro Uribe Vélez fue capaz de violar la Constitución para hacerse reelegir y dos años atrás ya habría violado a una dama subalterna suya para satisfacer un afán pasajero, a partir del 7 de agosto de 2018 tendrá a su libérrimo alcance todo el poder requerido (ejecutivo, legislativo y judicial) para 'neutralizar', eliminar, torpedear, cercenar, descabezar o hacer trizas lo que se le atraviese en su desmedido e insaciable propósito de salirse de nuevo con la suya.

Aunque usted no lo crea, hemos salido de Guatemala para meternos en Guatepeor.

martes, 3 de julio de 2018

Son los días de la derrota


Tal vez fue Aristóteles quien dijo que no se puede pensar con un dolor de muela, pero lo que nunca imaginó el filósofo es lo difícil que se pone la tarea cuando te toca pensar, escribir y producir cargando en tus entrañas con un dolor no de muelas sino de patria, como una tusa insoportable.

No hay cómo describir la sensación de derrota al advertir -abatido, horrorizado, estupefacto- que a partir de ahora y durante años, por lo menos cuatro, despertarás a cada nuevo día con la certeza de que vivirás y quizá morirás en un país gobernado por un delincuente de lesa humanidad que logró la retoma del poder perdido gracias a una hábil estratagema consistente en ofrecer la figura de un monigote suyo con carita de yo no fui para resolver los supuestos males que nos trajo la paz de Juan Manuel Santos.

De un tiempo para acá hay días en los que despiertas impregnado por la sospecha de que no vas a resistir la embestida de la fiera sedienta de venganza apareciendo día y noche en todos los noticieros con su sonrisa sardónica y su semblante hipócrita de párroco afligido. Crees que vas a reventar, porque sabes que cualquier denuncia o cosa nueva que pretendas publicar resbalará como el agua sobre las alas de un pato y nada de lo que pretendías cambiar será posible desde aquel infausto 17 de junio en el que te subieron al tren de la Historia Nacional de la Infamia, un expreso a la incertidumbre más tenaz del que no te puedes bajar ni echar marcha atrás, atado a la noria del destino bárbaro que te impusieron unas mayorías indolentes, cobardes, alienadas hasta el tuétano por el miedo ancestral a todo lo que represente dejar de obedecer a los mismos amos.

Una nación enferma que en el plebiscito de 2016 rechazó la paz, en la elección presidencial de 2018 votó por continuar la guerra y el día de la Consulta Anticorrupción le dará un sonoro espaldarazo a los políticos corruptos para que sigan robándose el país a manos llenas, porque les harán creer que las promotoras del referendo son un par de lesbianas que van a acabar con las buenas costumbres, y todas esas recuas de ignorantes en disciplinadas filas se tragarán entero el pánico al rayo homosexualizador… y los criminales ganarán de nuevo la partida.

Son los días en que descubres que necesitas cambiar de tema en tu próxima columna para no volverte loco, y te acuerdas de un poema de Jotamario Arbeláez que se amolda como traje a la medida de la malparidez existencial que te asiste, pero agregándole una palabra entre paréntesis:

Si sale el sol es para arruinar la cosecha.
Si se presenta la lluvia se desbordan los ríos.
Si encendemos la chimenea se quema la casa.
Si abrimos la ventana se nos entra un murciélago.
No es que el Señor haya perdido el control del planeta.
Es que mi amada (patria) está enferma.

Son además los días en que descubres que la selección que tu memoria hizo de ese poema no fue fortuita, porque no es que tu amada esté enferma sino que justo en medio de la tormenta decidió dejarte como Ulises atado al mástil de su propio infierno, y ruegas al Altísimo que vengan días mejores para la patria o que al menos tu amada te perdone por haber dicho lo que nunca debiste decir en el momento menos indicado…

Es cuando presientes que te estás metiendo en camisa de once varas al permitir que en cada inevitable nuevo trazo de tu pluma quede la huella inerme de tu corazón adolorido, de tu insufrible desazón, porque has desconocido que la procesión debe ir por dentro y contrario sensu dejaste escapar al viento tu congoja por partida doble, por la desgracia de país que te tocó sobrellevar y por la tragedia del amor ausente.

¡Es el hastío!
¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
e, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
bajamos hacia el Orco un escalón diario.
(…)
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo
-¡Hipócrita lector- mi prójimo- mi hermano!
Charles Baudelaire, Au lecteur

Son los días en que anocheces tarareando el estribillo de Miguel Hernández, en la versión de Serrat: “menos tu vientre, todo es confuso”. Ante el delirio del absurdo, embotado por un hálito poético-romántico-depresivo, te entran unas ganas irresistibles de rematar con los dos tercetos finales de un soneto perteneciente al mismo poeta español que fue condenado a pena de muerte por el régimen del dictador Francisco Franco pero se le conmutó a treinta años de cárcel que no pudo cumplir porque murió de tuberculosis en una prisión de Alicante:

Me callaré, me apartaré, si puedo
con mi pena constante, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.

Me voy, amor, me voy pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós hasta la muerte.

DE REMATE: Imagino las reacciones uribistas a esta columna: “"supérelo mamerto, deje gobernar, váyase pa’ Méjico". A lo cual podría responder que “me parece buena idea, pediré asilo en México. O les venderé aguacates hass. Allá sí se impuso la cordura, manitos”.