martes, 22 de febrero de 2022

Emiro, Petro, Alejandro

 


Tomado de El Espectador

Un título ecléctico para contar las preferencias del suscrito en su elección para presidente, Senado y consulta del 13 de marzo. Cámara no, porque aún no aparece el representante digno de nuestro apoyo en Santander.

Yendo de lo general a lo particular, repetiré lo dicho en columna anterior: “no se ve en el abanico de candidatos quién pueda dar el urgente viraje hacia la justicia económica y social que Colombia está reclamando a grito herido, diferente a Gustavo Petro”. (Ver Si no es Petro, ¿quién?).

También dije que me había ilusionado con una segunda vuelta entre Petro y Alejandro Gaviria, aunque es lamentable de este último la falta de liderazgo que ha mostrado para cohesionar en torno suyo a la franja del centro, debido quizás a sus torpezas como político, a pesar de a su lucidez como escritor, intelectual y académico. ¿Será por eso que Ramiro Bejarano lo define como un nefelibata, según el diccionario “persona soñadora, que no se apercibe de la realidad”?

La parte lamentable reside en el riesgo inminente de que la segunda vuelta sea una reedición de la anterior (2018), cuando se enfrentaron Petro y el candidato de la extrema derecha: un monigote prefabricado con cabecitas de balón, henna en el pelo y rasgueo de guitarra frente a las cámaras, de nombre Iván Duque. Parte de esa funesta reedición sería un tercer lugar para Fajardo en la primera vuelta, quien detesta a Petro y por tanto sería capaz de hacer desbarrancar de nuevo al país por el abismo, lo que sea con tal de impedir que su archienemigo gane.

No creo en Dios, pero sí creo en los milagros. Confiado en esta fe agnóstica, días atrás anuncié que al margen de mi preferencia por Petro a la presidencia y de mi admiración por la corajuda Francia Márquez, pretendo votar en la consulta de la Coalición Centro Esperanza por Alejandro Gaviria, a ver si se nos hace el milagrito de un sorpresivo triunfo suyo frente al tibio, blandengue y riesgoso (por impredecible) Sergio Fajardo. El único propósito de este sentido ruego es que a la segunda vuelta no llegue el candidato del uribismo, en cuyo caso “Dios nos coja confesados”.

En lo referente a mi candidato al Senado, Emiro Arias Bueno, hago claridad en que antes de conocerlo lo único que le veía de bueno era su segundo apellido. Fue por los días en que arrancaba la última campaña para la gobernación de Santander y me ilusioné con que por fin Santander tendría en Leonidas Gómez un gobernador a la altura de la urgencia de renovación moral que exige un departamento tomado por dos clanes de origen mafioso.

Y me metí a apoyarlo, pero se atravesó su segundo a bordo, Emiro Arias, quien armó candidatura propia con una justificación de relativo peso: luego de ser derrotado por las maquinarias del clan Tavera, Leonidas había anunciado que Emiro sería en adelante su candidato a la gobernación, y se hizo elegir senador. Pero luego se arrepintió, renunció al Senado y regresó para lanzarse a la gobernación, dejando a Emiro colgado de la brocha. Hubo culpa de ambos en propiciar una derrota absurda, porque los votos que Emiro le quitó a Leonidas fueron parte de la culpa para que al final saliera elegido el peor de la camada, Nerthink Mauricio Aguilar, vástago del nefasto coronel Hugo Aguilar, hoy preso como otro hijo suyo, Richard, al que también hizo gobernador.

Parece que Emiro y Leonidas ya hicieron las paces (¿un poco tarde?), pues en entrevista para El Unicornio el primero dijo que “lo más seguro es que nos quedemos sin gobernador en los próximos meses, porque va a ser capturado”; y Leonidas respondió: “Estoy de acuerdo con Emiro Arias, Mauricio Aguilar está que se va a la cárcel a hacerles compañía a su hermano y al papá. Y que todos los secretarios se entreguen en La Modelo, porque son parte de la misma corruptela”. (Ver trino).

Hubiera preferido ver a Emiro retomando las banderas en busca de la gobernación, pero soy consciente de que una golondrina no hace verano, o sea: las mafias que se adueñaron de Santander son tan poderosas, que manejan las arcas necesarias para impedir que un ‘advenedizo’ como Emiro les arrebate lo conquistado.

El único que sí podría, porque tiene los votos de opinión para enfrentar a tan poderosa maquinaria corrupta, es Rodolfo Hernández. De éste se esperaría entonces que, tras su previsible derrota en la primera vuelta presidencial del 29 de mayo, cuando luego de desinflarse quede de tercero o cuarto (o quinto), le dé por buscar como premio de consolación la gobernación de su departamento, para que demuestre que su lucha contra los corruptos es sincera.

Mientras tanto, debemos recalcar la importancia que para el país tienen las elecciones legislativas del 13 de marzo. La urgencia del momento es conquistar mayorías en el Congreso para las fuerzas alternativas y de oposición. Es crucial, pero a la vez se hace evidente que el gobierno uribista y sus aliados en los medios (como Caracol haciendo debates entre precandidatos de consultas) le están dando exagerada prelación a la elección presidencial, como si fuera la que se va desarrollar el 13 de marzo.

Hay otros candidatos al Senado por los que yo también votaría, como un Miguel Samper que pese a su juventud impresiona con un profundo conocimiento del país, pero he preferido a Emiro Arias porque quiere trabajar por Santander, hoy deshonrado con el título del departamento más corrupto de Colombia, y por tanto necesitado de una urgente renovación de su clase política.

Como dice el mismo Emiro, “mientras en Santander no les quitemos espacios en el Congreso, menos seremos capaces de recuperar la gobernación, las alcaldías y los concejos. Es en las regiones donde se atrincheran esos clanes políticos para ser mayoría en Senado y Cámara, y van a seguir triunfando si no nos oponemos”.

Publíquese y difúndase.

Post Scriptum: En días pasados al exitoso empresario santandereano Mario Hernández se le vio disfrazado de Policía, en vulgar imitación del mediocre presidente Duque. Yo por nada del mundo permitiría que me vistan con prendas de una institución que ha asesinado, violado, desaparecido y dejado ciegos a centenares de jóvenes colombianos. Qué vergüenza, se cayó todo viso de admiración por el paisano. (Ver trino).


martes, 15 de febrero de 2022

César, di que sí...



Especial para El Espectador

Se ha sabido de buena fuente que varios dirigentes del liberalismo le han sugerido al expresidente Cesar Gaviria considerar una alianza del liberalismo con el Pacto Histórico para la elección presidencial de 2022.

Si el director del Partido Liberal acepta, se daría por garantizado el triunfo de Gustavo Petro en la primera vuelta. Pero no es fácil que ocurra, porque Gaviria pertenece al Establecimiento; forma parte de un engranaje de poder donde su liderazgo está ligado a la defensa de intereses económicos y políticos contrarios a lo que haría Petro en caso de conquistar la presidencia. En este contexto, Gaviria tiene que estar sopesando a quiénes traiciona -y de qué modo podrían afectarlo- en caso de que se subiera al tren del Pacto Histórico.

En todo caso, las elecciones legislativas del 13 de marzo podrían abrir el camino a una confluencia programática entre el Partido Liberal y el progresismo. Y sería lo deseable. Todo depende de la decisión que tome el jefe máximo del liberalismo frente a la invitación pública (algo osada, incluso) que le formuló Gustavo Bolívar, el segundo a bordo del petrismo, para que el liberalismo en pleno se sume al Pacto Histórico. (Ver invitación). Urge una confluencia programática, tan solo se requiere voluntad política de las partes.

Lo positivo de todo esto es que sin duda va a haber una renovación del Congreso, y la bancada más numerosa pasará a ser la del petrismo, que incluiría en coalición -y en activa colaboración- a fichas claves dentro de Alianza Verde como Inti Asprilla, León Freddy Muñoz o Katherine Miranda.

Si hemos de creerle a Héctor Riveros en La Silla Vacía (Así será el próximo Congreso), los sectores que conforman el Pacto Histórico pasarán de tener el 6% de representación a, al menos, el 20%”. (Así las cosas) “ese sector tendría unos 22 senadores y 25 representantes. Colombia podría tener por primera vez en toda su historia un Senado con mayoría absoluta conformada por sectores de centro izquierda”.

Ahora bien, para lograr un triunfo más contundente, que permita el saneamiento de la democracia y una lucha verdaderamente eficaz contra la corrupción, se requiere la incorporación del liberalismo a la misma causa renovadora.

Tiene razón Gustavo Bolívar en que, sin los liberales, difícilmente Petro gana la Presidencia. Si queremos las cuentas claras y el chocolate espeso, la incorporación del Partido Liberal al Pacto Histórico sería un golpe de opinión demoledor que los pondría -a ellos y a Petro- a las puertas de la Presidencia de Colombia.

A la fecha el Pacto Histórico no cuenta con la fuerza social o electoral suficiente para imponerse en primera vuelta, y el peligro latente es que gracias a la pelotera interna y la pobreza conceptual que muestra la “Colisión de la desesperanza” (¡qué vergüenza!), seguramente el segundo en la primera vuelta -y fuerte rival en la segunda- sería el candidato de la derecha.

Y ahí sí, que Dios nos coja confesados. Supongamos que en una eventual segunda vuelta entre Petro y el candidato de la derecha, gana Petro. ¿Qué pasaría? Que los que quedaron de segundos, así no hayan obtenido una fuerza decisoria en el Congreso, harían ingobernable su mandato, acudiendo de nuevo a la consigna laureanista de “hacer invivible la Republica”. Serían otros cuatro años de pesadilla. (Ver columna).

Siempre tuve la ilusión de una segunda vuelta entre la izquierda representada en Petro y el centro, preferiblemente encabezado por Alejandro Gaviria. Era un gusto personal -hay que decirlo en pretérito- producto de mi admiración por el académico y escritor, más que por el político, porque es pésimo político. Pero la Coalición Centro Esperanza se convirtió en una montonera babosa donde priman más los intereses egoístas de los precandidatos (verbi gratia un Nuevo Liberalismo con lista propia) que los propósitos altruistas por la construcción de un mejor país, y donde la intrusión de Íngrid Betancourt en ese ruedo pareció obedecer al propósito de despedazar cualquier asomo de unidad, darle estocada de muerte al Alejandro Gaviria que comenzaba a crecer en las encuestas y abrir toldo aparte. Íngrid fue fríamente manipuladora, dañina y sinuosa, con su carita de yo no fui.

El peligro, repito, es que en un escenario de segunda vuelta donde los enfrentados fueran Petro y el candidato uribista, revivirían el “miedo al socialismo” (ya montaron campaña para sacar de nuevo a la gente a votar “verraca”, según mostró W Radio) y se fortalecería como opción dañina el voto en blanco. Esto si de nuevo fuera Fajardo el tercero en la contienda, pues volvería a jugar a favor del candidato derechista. Fajardo detesta a Petro, es evidente, y en tal medida prefiere volver a hacerle daño al país (como cuando se fue a ver ballenas) que permitir que este sea el próximo presidente.

Pero hay un escenario aún no contemplado: ¿qué les hace pensar a la izquierda y al centro político que los corruptos no pueden poner presidente? Si a partir de 2002 el ethos mafioso invadió todas las esferas, ¿por qué sujetos con nombres en diminutivo como Fico Gutiérrez o Álex Char no pueden conquistar la presidencia, con unas mayorías traquetizadas que los respalden y ríos de dinero para ‘coronar’ la vuelta?

En un país donde la trampa del bribón o la astucia del bandido (para fabricar falsos testigos, por ejemplo) se han entronizado como méritos y les va mejor a los ‘aboganster’ que a los abogados honestos, es muy difícil no recurrir al ‘todo vale’ para conquistar la presidencia. Lo digo por el Pacto Histórico y una eventual alianza con el liberalismo, para abrirse juntos las compuertas del poder. Se necesita esa alianza, y lo importante está en cómo se desempeñe el ganador en su condición de presidente de la República. De algún modo, así se considere políticamente incorrecto, hay momentos en que el fin justifica los medios.

Por todo lo anterior, el título de esta columna es parodia de una frase que utilizaba con frecuencia el lúcido columnista Lucas Caballero Calderón (tío de Antonio), cuando le hacía alguna propuesta insolente al entonces presidente liberal López Michelsen: “Alfonso, di que sí…”.

Para el caso que hoy nos ocupa: César, di que sí…

Post Scriptum: "Es como si el tango Cambalache nunca hubiera pasado de moda: cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón. Y todo gira alrededor de Epas Colombias y PolosPolos, el mundo en manos de ignorantes con poder mediático". Puno Ardila en columna para El Unicornio

martes, 8 de febrero de 2022

Con P de Persecución

 


Tomado de El Espectador

Persecución según Wikipedia es “el conjunto de acciones represivas o maltrato realizadas por un individuo o por un grupo específico sobre otro grupo o sobre un individuo, del cual se diferencia por la manera de pensar o por características físicas, religiosas, culturales, políticas, étnicas u otras”.

La definición se aplica al dedillo al gobierno de Iván Duque, y los ejemplos abundan. En lo étnico o racial, el precedente salta a la vista: la senadora Paloma Valencia propuso al comienzo de este gobierno miserable dividir al Cauca en dos, uno para los mestizos que como ella creen pertenecer a una raza superior, otro para los indígenas y negritudes que desprecia como si fueran seres inferiores, “para que hagan sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones”. (Ver noticia).

Pero ya ni eso pueden hacer los indígenas del Cauca, porque nunca antes como en este gobierno habían sido sometidos a una persecución tan implacable, con masacres casi diarias y el asesinato selectivo de sus líderes. Hoy el Cauca es el departamento más azotado por una violencia en parte desatada por facciones entre bandos ilegales, en parte por fuerzas oscuras. ¿Simple coincidencia, doña Paloma?

En la Fiscalía General también tomaron con honores el curso los artífices de diversas modalidades de persecución. Por ejemplo, contra los policías Fabián Tocarruncho y Miguel Velásquez que en cumplimiento de su deber grabaron las conversaciones telefónicas que sostuvo José el ‘Ñeñe’ Hernández con miembros del Centro Democrático -y otros- para coordinar “por debajo de la mesa” la compra de votos. La Fiscalía les dictó orden de detención y, según el abogado Miguel Ángel del Río, quien asumió su defensa, “el proceso contra ellos tiene un propósito político, el de desprestigiar el trabajo riguroso que se hizo y contaminar la prueba original del Ñeñe en cuanto a su participación en la campaña electoral del Presidente”. (Ver entrevista al abogado).

En la modalidad de persecución política brilla con luz propia la Procuraduría General, también en forma selectiva. Por un lado, la hoy procuradora y ayer ministra de Justicia del gobierno actual, Margarita Cabello, adelanta 154 acciones disciplinarias por hechos relacionados con las jornadas de protesta. En esas cuentas aparecen tres congresistas (dos senadores y una representante a la Cámara), el gobernador del Magdalena Carlos Caicedo y varios alcaldes -entre ellos Rafael Martínez, exalcalde de Santa Marta-, concejales de varias zonas del país y diferentes candidatos, como Miguel Samper de Alianza Verde al Senado, con un elemento en común: en inmensa mayoría son contrarios al gobierno.

En el caso de Samper Strouss, quien fue el director de la Agencia Nacional de Tierras (ANT) hasta 2018, le abrieron pliego de cargos por supuestas irregularidades que se habrían cometido… en 2019. Un año después de su salida. ¿Y quién le formuló el pliego de cargos? Ricardo Mosquera Robín, excoordinador político de la campaña presidencial de Alejandro Ordóñez. (Ver noticia).

En referencia a las jornadas de protesta, para la Historia Nacional de la Infamia debe quedar que el trato que han recibido los miles de jóvenes que salieron a las calles a protestar no solo ha sido criminal (muertes, desapariciones, desmembramientos, violaciones, pérdida de ojos), sino también de persecución jurídica por parte del Estado que debía protegerlos: muchos de sus líderes de Primera Línea han sido arrestados bajo la acusación de terrorismo y daño en propiedad ajena.

Hay además personas sobre las cuales parece haberse desatado una persecución que ya adquiere categoría de saña o sevicia, como es el caso de Piedad Córdoba. Leí el libro del periodista Gerardo Reyes sobre Alex Saab, donde habla de su cercanía con el “testaferro” de Nicolás Maduro, frente a lo cual dará su testimonio y hará ante la Corte Suprema de Justicia los descargos del caso.

Ahora bien, me niego a creer que su hermano Álvaro esté vinculado a negocios de narcotráfico en asocio con las disidencias de las Farc que comanda alias ‘Gentil Duarte’, como supuesto coordinador logístico para el abastecimiento de drogas. (Ver noticia). Tiene razón Piedad cuando pregunta “¿Por qué si mi hermano fue capturado desde el día de ayer se le mantuvo retenido y aislado hasta el día de hoy, por qué se guardó secreto sobre su retención?”. (Ver trino). De otro lado, la directora de Noticias Uno, Cecilia Orozco, pone el dedo en la llaga con este trino: “Qué miedo una @FiscaliaCol al servicio de la política electoral y de las venganzas si llegare a comprobarse que recibe, de buen grado, confesiones falsas contra quienes la atacan y que tramita extradiciones de ciudadanos de oposición. Que nos muestre sus soportes judiciales”. (Ver trino).

Si ha habido en Colombia una mujer sometida a la más feroz persecución por parte del inquisidor Alejandro Ordóñez, del sátrapa Álvaro Uribe y de la derecha en general, es Piedad Córdoba.

En relación con su hermano Álvaro, produce estupor saber que el Departamento de Estado no está obligado a presentarle pruebas a la Corte Suprema de Colombia para que autorice la extradición del indiciado, ni esta las habrá de requerir, en sujeción al tratado vigente entre ambos países. Según el general Jorge Luis Vargas, director de la Policía, “es una orden de captura proveniente de un juez de Estados Unidos, el proceso judicial está en otro país, lo que hacemos las autoridades colombianas es ubicar, capturar y poner a disposición para que confronten el proceso en EE. UU.”.

Aquí entre nos, es perfectamente previsible que desde la Fiscalía -hoy al servicio del uribismo- hayan salido las “pruebas” o el montaje que tiene a Álvaro Córdoba viviendo un drama familiar tan delicado, a mi modo de ver injusto, pues parece inscribirse dentro del poderoso aparataje de persecución que ha montado este régimen neofascista contra todo lo que le huele a oposición.

Conozco a Álvaro Córdoba Ruiz. En respuesta a un mensaje de Whatsapp que como periodista le envié el domingo 6 de febrero para indagar sobre su situación, sorpresivamente contestó y contó en un audio que “estoy tranquilo, porque no tengo ninguna vinculación con narcotráfico ni con nada de lo que me quieren sindicar. Me toca esperar a que el proceso se desarrolle en la corte de Nueva York para desmontar toda la mierda que han montado a punta de conversaciones de celular. Lo que buscan es ver cómo vinculan a Piedad con problemas de narcotráfico, para hacerle daño a ella y a la lista del Pacto Histórico”.

Le creo.

Post Scriptum: ¿Cualquier parecido con el montaje que urdió la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez contra alias ‘Jesús Santrich’ en asocio con la DEA -y que lo empujó a regresar al monte- será pura coincidencia? Amanecerá y veremos, como dijo el ciego.

@Jorgomezpinilla

miércoles, 2 de febrero de 2022

Piedad Córdoba y el testigo estrella en su contra


Tomado de El Espectador

En días pasados tuve acceso de primera mano a un oficio de la Secretaría de la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, relacionado con el proceso que contra la exsenadora Piedad Córdoba adelanta la magistrada Cristina Lombana, “la calladita”, según Daniel Coronell.

El oficio cuenta que el señor Andrés Alberto Vásquez Moreno ha sido citado tres veces consecutivas para que “remitiera a esta corporación la información a la que quedó comprometido en diligencia de declaración del 11 y 12 de octubre”. (Ver oficio).

Más adelante el documento agrega que “al recibir confirmación del recibido del oficio, se procedió a entablar comunicación a través de Whatsapp y realizó las siguientes manifestaciones: “es que ese no es mi trabajo; “yo tengo un millón de cosas para hacer y cuando tengo tiempo trato de buscar”; “qué tal esta”; “respete”; “haga lo que le dé la gana”.

Alberto Vásquez, de profesión politólogo, fue tal vez la persona más cercana a Piedad Córdoba en su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) mientras fue senadora, pero “partieron cobijas” después de que este entabló demanda contra su jefe, alegando que no había recibido la parte del dinero que exigía por la indemnización que le dieron con motivo del fallo de la Procuraduría de Alejandro Ordóñez que la inhabilitó y destituyó por 18 años.

El asesor político “mojó prensa” por primera vez cuando en octubre de 2011, según informó El Heraldo, “uniformados de la Policía Metropolitana de Cartagena capturaron a las 3 de la madrugada a Alberto Vásquez Moreno mientras celebraba su unión civil con Felipe Cárdenas. Entre los invitados a la celebración se encontraba la excongresista antioqueña Piedad Córdoba”. (Ver noticia). Vásquez había sido hallado culpable de los delitos de injuria y calumnia contra el exparlamentario José Name Terán, quien había fallecido el mes anterior.

Alberto Vásquez se convirtió en el testigo o declarante estrella contra la excongresista en el libro que escribió el periodista Gerardo Reyes sobre Alex Saab, donde es citado en numerosas ocasiones. Según Córdoba, “ese muchacho para mí era como un hijo. ¿Y de dónde arranca el problema con ese muchacho? Porque cuando a mí me indemnizan por el despido me dan como dos mil millones de pesos. Y el tipo juró a taco que yo le tenía que dar plata a él y plata a otros dos muchachos que porque a ellos yo también los tenía que indemnizar y yo me paré en la raya y le dije que no. De ahí empezó la joda con ese muchacho”. (Pág. 75).

Preguntado Vásquez por el autor del libro sobre el motivo de la ruptura con Piedad, afirmó que no soportó más “su enfermiza relación con las Farc, su inexplicable apoyo a una dictadura como la venezolana y la insaciable hambre de dinero”.

Una de las aparentes delaciones que en esas páginas hizo Vásquez contra su exjefa, apuntaba a afirmar que efectivamente era la “Teodora” a quien las Farc se referían en sus correos, y que ella misma le había ordenado crear la cuenta teodoraah07@yahoo.es. Pero cuando la Corte cotejó con Yahoo, esa cuenta no apareció, sino una muy parecida: teodora07@yahoo.es.

Vásquez exhibió como prueba de su denuncia un mensaje de Whatsapp que le envió en 2019 al hijo de Piedad, Juan Luis Castro, donde decía: “Piedad claramente sabe que ella sí es Teodora de Bolívar, que ella envió esos corros electrónicos conmigo”. Un año antes de ese mensaje, en octubre de 2018, la periodista María Isabel Rueda comentó en La W que Córdoba había dicho que Vásquez “la estaría extorsionando” con la revelación de sus vínculos con el gobierno de Venezuela. Y agrega Reyes que “Rueda citó todo el tiempo a Córdoba, pero no consultó con Vásquez”. (Pág. 74).

Lo llamativo en lo referente a la investigación que adelanta la magistrada Lombana contra la exsenadora, es que esta viajó hasta Miami a obtener una declaración del supuesto testigo, incluso se sabe que lo invitó a almorzar, pese a que habría podido adelantar esa misma tarea por Zoom o Skype, como la tecnología permite ahora hacer cuando la persona citada se halla en otro país. En otras palabras, le habría podido ahorrar a la Corte ese gasto.

De otro lado, después de esa primera declaración, a Alberto Vásquez se le presentaba la oportunidad de precisar o profundizar “por lo alto” sus denuncias, pero no solo se negó a asistir a las tres citaciones, sino que respondió en forma despectiva y grosera a los requerimientos, como se vio arriba.

Esto en apariencia juega a favor de Piedad Córdoba, a quien llamé para preguntarle sobre el documento en mención y respondió lo siguiente: “esa magistrada Lombana, que me persigue por todo, se fue a Miami a escucharle sus mentiras, manipulándolo para que inventara cosas. Pero cuando le pidieron las pruebas y lo requirieron varias veces, la mandó al carajo. Le dijo que él no trabajaba para ella, que hiciera lo que le diera la gana. Quedó demostrado entonces que no tiene ninguna prueba contra mí, ni va a poder seguir tratando de hacer plata con mis correos. Se le cayó el montaje”.

En todo caso, estamos frente a una historia cuyo final todavía se desconoce.

Post Scriptum: Por andar de indignos, arrodillados como siervos ante los dioses que inventamos, perdimos la oportunidad de convertirnos en verdaderos dioses. Fuimos arrollados por la aplanadora de un credo religioso oficial que castró nuestras mentes desde la pila bautismal. Ahora bien, los privilegiados por el acceso a una educación liberal y progresista fuimos conscientes del engaño. Llegamos un poquitín tarde al banquete racional del agnosticismo, para colmo aislados de los "creyentes" que nos miran como bichos raros, pero la lucidez que nos brinda un sano escepticismo frente a las alienantes religiones nos convirtió en semidioses, dueños de nuestros propios actos y pensamientos.