jueves, 27 de enero de 2011

Uribe sí quiere ser alcalde



No deja de ser irónica coincidencia que el mismo día que el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, anunció que las FARC habían intentado envenenar a Álvaro Uribe (octubre 12 de 2010, día de la Raza), éste envenenó el ambiente de la Unidad Nacional con su regreso a la arena política. Ese día irrigó la primera sustancia tóxica cuando anunció que el partido de la U debía ser el líder de la coalición del nuevo gobierno, en clara interferencia con las decisiones que al respecto pudiera tomar el verdadero líder de la colación, el presidente Juan Manuel Santos, en uso de sus atribuciones.


http://www.semana.com/noticias-opinion/uribe-quiere-alcalde/150788.aspx


Hasta la fecha han pasado tres largos meses, de los cinco que lleva Santos al mando, durante los cuales el ex mandatario se niega a aceptar que hoy su condición es ésa, la de ex, y en cambio ha tratado de copar la escena hasta el extremo, al punto de volverse cansón (por ejemplo en Twitter), encarnando así lo que las señoritas bogotanas definen como “un intenso”, y la psicología analítica de Carl Gustav Jung como un individuo con personalidad tóxica.


Sea como fuere, no se puede desconocer su asombrosa habilidad para atraer todas las miradas, incluidas las de quienes lo detestan: es así que hoy la atención no se centra en lo que podría ser una aguerrida pugna electoral entre dos coaliciones cobijadas por la Unidad Nacional (partidos Conservador y de la U por un lado, y Liberal y Cambio Radical por otro), sino en si será que Uribe siempre se lanza o no como candidato a la alcaldía de Bogotá…


Ya entrados en materia, una caricatura de Leo en Semana.com interpreta con acierto lo que acontece en torno a Enrique Peñalosa: de una manzana etiquetada como Partido Verde sale un gusano con cara de Álvaro Uribe, y la leyenda dice: “hay divisiones que es mejor generarlas desde el interior”. Esto significa que al que más daño le hizo el anuncio del apoyo uribista a Peñalosa fue al Partido Verde, porque le introdujo un elemento contaminante.


En este contexto, hay división cuando Antanas Mockus decide también lanzarse, para tratar de impedir que Uribe se tome la campaña de su partido a la alcaldía de Bogotá. Algo plausible en el profesor matemático, si no es porque el anuncio de Uribe lo cogió fuera de base: primero dijo que ese apoyo podía sumarle votos a la campaña, y a continuación dijo que también podía restarle. Sólo cuando advirtió el tamaño del buldócer que se le venía a su partido, reaccionó y anunció su lanzamiento.


En lo que se conoce como ‘tacar a dos bandas’, la división que Uribe generó entre los verdes no fue un daño fortuito, sino calculado: el verdadero propósito de su apoyo a Peñalosa no apunta realmente a señalarlo como el que todos deben apoyar, sino a quemarlo desde el partidor, porque sabe que es el mejor candidato. Y Uribe quiere ser alcalde de Bogotá, póngale la firma. Lo dramático para Peñalosa (político ingenuo, ejecutivo incansable) es que cayó en la trampa, cuando dijo para El Tiempo que “me complacería recibir ese apoyo”, sin consultar a sus cofrades verdolagas, como se hizo evidente.


Es aquí donde se asoma el trasfondo de la escena, cual es un pulso a músculo político entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe por la Alcaldía de Bogotá. Hay un artículo de Elespectador.com que acierta cuando ve al primero detrás de la aspiración de Gina Parody, pero se equivoca cuando ve al segundo “con miras a afianzar una alianza pluripartidista que respalde al ex alcalde Enrique Peñalosa, alfil del Partido Verde”, porque el verdadero alcance de Uribe no es otro que el de abrirle paso a su propia candidatura. Así se vio en entrevista de 47 minutos que concedió a la W Radio este lunes 24, donde acompañó encendidas alabanzas al ex alcalde con argumentos que en lo subliminal buscaban convencer (“con toda humildad”) de que sólo él puede ser “el mejor médico que necesita Bogotá”.


La intriga del momento radica entonces en identificar el motivo por el cual Álvaro Uribe quiere ocupar el segundo cargo más importante del país, después de haber ostentado el primero. Quizá la respuesta esté en columna anterior del suscrito (Semana.com, julio 5 de 2010), donde decíamos que “es tan cierto que Álvaro Uribe se lanzará a la Alcaldía de Bogotá apenas deje la Presidencia, como también lo es que no la tiene del todo asegurada”. Y agregábamos: “después del hundimiento de la segunda reelección, Uribe confiaba dejar en las ‘buenas’ manos de su coterráneo y predilecto Andrés Felipe Arias la sucesión de su mandato, hasta que el escándalo de Agro Ingreso Seguro se le convirtió en la cuota inicial de su propia hecatombe, que le abrió las compuertas del poder a un bogotano de espíritu colaborador y maneras exquisitas, pero quien podría terminar (…) por traicionarlo”.


Fue allí mismo donde intentamos explicar “por qué Uribe tendría tanto interés en ser el próximo alcalde de Bogotá: en parte porque no puede abandonar su pregonada ‘vocación de servicio’, pero en parte significativamente mayor por razones de supervivencia”.


Moraleja y conclusión: queremos tanto a Gina…


jorgegomezpinilla@yahoo.es

sábado, 15 de enero de 2011

Uribe, el ventrílocuo


El acontecimiento político de la semana es fácil de identificar: la columna escrita de Ernesto Yamhure en El Espectador del jueves pasado, donde dijo que el presidente Juan Manuel Santos Calderón es “de izquierda”, y la hablada del mismo autor ese mismo día en Caracol Radio, con el mismo propósito: atacarlo de frente, sin contemplaciones.


http://www.semana.com/noticias-opinion/uribe-ventrilocuo/150130.aspx


Lo que mucha gente se pregunta es qué tanto hay de Yamhure y qué tanto de su mentor ideológico, Álvaro Uribe Vélez, en ambas columnas. ¿O acaso una columna es de uno, y la otra del otro? Mejor dicho, ¿hasta qué punto se trataría de un acto de ventriloquía de Uribe contra Santos, para decirle a rajatabla lo que la actual correlación de fuerzas entre el santismo y el uribismo le impide espetar, en su peculiar estilo frentero?


Para salir de dudas, basta un ejercicio sencillo: tomar la columna que Yamhure leyó en Caracol Radio, transcribirla a texto y, donde el quintacolumnista se refirió al ex presidente Uribe en tercera persona, convertirlo en primera persona, en boca de ya sabemos quién.


Ustedes juzguen:


“El pasado lunes, mientras el país terminaba la temporada de vacaciones, Juan Manuel Santos me visitó en mi casa de Rionegro. Llevaba dos semanas esperando que yo lo recibiera. Fueron muchos los mensajes de insistencia, hasta que –a pesar de las recomendaciones de mis más cercanos colaboradores para que no lo hiciera- resolví aceptar la visita de Santos. No fue ni mucho menos un encuentro cordial. Juan Manuel Santos me reclamó por los talleres democráticos que comenzarán en los próximos días, y que serán ejecutados como actos políticos de Primero Colombia, movimiento político que me llevó dos veces a la Presidencia de la República. Santos está angustiado por la realización de estos talleres, y más aún, porque se realicen por fuera del Partido de la U.

Pero el asunto no terminó ahí. Yo, fiel a mi talante directo, enemigo de la hipocresía y de los mensajes sibilinos, elevé mi queja por las actuaciones de quien conquistó el voto de nueve millones de colombianos, convencidos de que él en efecto encarnaba las políticas de continuidad llevadas a cabo por mí. Fue así como de mi boca salieron las siguientes inconformidades:


Primera: el nombramiento de mis peores enemigos en dos cargos ministeriales.


Segunda: haber convertido al dictador venezolano, ese mismo que ha dicho que soy un mafioso, un asesino, un maniobrero, en su nuevo mejor amigo, teniendo en cuenta que siendo Juan Manuel Santos mi ministro de Defensa, le generó tremendos líos diplomáticos a mi gobierno por cuenta de su incontinencia verbal frente al régimen chavista.


Tercera: haber metido a Juan Camilo Restrepo en el gabinete, después de que Santos me imploró que impidiera la elección de éste en la Federación de Cafeteros.


Cuarta: promover una Ley de Víctimas y Tierras que menoscaba el honor de la Fuerza Pública y que acabará la confianza inversionista en el sector agropecuario.


Así las cosas, no es difícil concluir que aunque de dientes para afuera haya mensajes de amistad y cordialidad entre Santos y yo, la relación política de nosotros dos está prácticamente liquidada.

Por ahora, seguiré en lo mío. No se sorprendan si en los próximos días anuncio públicamente que respaldaré a Enrique Peñalosa, a la alcaldía de Bogotá”.


jorgegomezpinilla@yahoo.es

lunes, 10 de enero de 2011

Una María Jimena jurásica


La incisiva periodista María Jimena Duzán escribió este domingo 9 de enero una columna en Semana donde desde su título ensalza a Horacio Serpa como “el mejor de los mejores”, pero a continuación lo descalifica por haberle recibido un homenaje a Francisco Serrano, importante y “próspero” avicultor santandereano. Lao Tse decía que “si quieres efectivamente humillar a alguien, primero debes engrandecerlo”. En el caso que nos ocupa, pareciera aplicarse dicha máxima.


http://www.semana.com/noticias-opinion/maria-jimena-jurasica/149966.aspx


Dice allí que “no le queda bien al gobernador andar en esos ágapes mientras casi todas las carreteras de su departamento están interrumpidas”. Esos ágapes son “los homenajes que se le están haciendo en Bucaramanga”, a los cuales debería renunciar, según la Duzán. Lo primero que un lector desprevenido piensa es que la columnista andaba ese día con resaca o sin tema y agarró lo primero que tuvo a la mano, popularidad de Serpa versus invierno, o algo por el estilo, porque no muestra sindéresis parangonar los reconocimientos sociales que ha recibido el mandatario de Santander (en su condición de mejor gobernador y gestión más transparente) con el estado de las carreteras, como si él hubiera sido el culpable de los destrozos causados por las lluvias o de la falla geológica que inutilizó varios kilómetros de la vía a Barrancabermeja, y por tanto debería hacerles el feo a los homenajes e irse a echar pico y pala al borde del camino, para reparar el daño que causó.


No se necesita que Serpa sea santo de nuestra devoción para advertir cierta mala leche, sobre todo cuando compara unas cuñas radiales de la administración de Santander con las que hizo Juan Carlos Abadía en su controvertida gobernación en el Valle del Cauca. Si la Duzán se hubiera tomado la molestia de averiguar habría sabido –como aclaró la jefe de Prensa de la Gobernación, Mónika Leal- que esas cuñas “hacían parte de un paquete publicitario pactado en septiembre de 2010, con motivo de la visita de Darío Arizmendi a Santander”, y que “por esa pauta ellos bonificaron unas cuñas nacionales: el mejor Gobernador fue elegido en noviembre, y Caracol propuso que ése fuera el mensaje de las cuñas bonificadas para diciembre”. Como quien dice, que no eran Publicidad Política Pagada (como insinúa la columnista) sino Publicidad Institucional Gratuita. Pero el daño quedó hecho, sobre todo cuando cometió el despropósito de emparentar –y por lo bajo- al mejor gobernador de Colombia con quien fácilmente pudo ser el peor, en la medida en que fue destituido por su participación política a favor de la campaña de Andrés Felipe Arias, de ingrata recordación (ambos).


Que conste que María Jimena Duzán siempre ha sido objeto de nuestra más ferviente admiración, por cuenta tanto de su valentía al confrontar a los poderosos y a ciertas fuerzas oscuras, como por la claridad analítica en la exposición de sus motivos. Pero aquí sí se pifió, porque dejó ver que su pleito con Serpa quizá ya es personal, y cualquier referencia al Proceso 8.000 no es simple coincidencia. De paso nos hizo recordar otra columna que escribió en abril de 2005 (“Un Serpa jurásico”), donde dijo que “a Horacio Serpa le está pasando lo de Juan Pablo Montoya: cuando no llega de segundo, suele estrellarse antes de llegar a la meta”. Y agregó que “eso le ha ocurrido desde que renunció a la embajada ante la OEA en Washington y decidió volver al país: se le ve errático, desubicado y extemporáneo, por no decir que jurásico”.


Sin desconocer que allí la Duzán señaló –cual dedo en la llaga- el más grave error político que pudo cometer Serpa en su larga carrera política (haberle recibido esa embajada a Álvaro Uribe) el error de su afirmación se comprueba en que dos años después el hombre se hizo elegir gobernador de Santander, y tres años después de su gestión un empresario “próspero” (¿cuál será la molestia en que sea próspero?) como Francisco Serrano lo proclamó “otra vez” candidato a la Presidencia, para disgusto de la columnista.


De otro lado, también se descacha cuando remata diciendo que “no cualquiera logra convertirse en el mejor gobernador del país (…) en medio de semejante catástrofe”. Es sabido que esa distinción se le otorgó el lunes 15 de noviembre, como resultado de una encuesta realizada semanas atrás por la firma Cifras y Conceptos, de César Caballero. De modo que no fue primero la catástrofe y después la designación, sino a la inversa. O, siendo benignos, hasta cierto punto coincidentes.


Para no alargar la pita en un tema regional, la tan citada columna nos trajo a la memoria un mentado refrán, según el cual “los médicos también se mueren”. No sería de extrañar entonces que al puro comienzo de 2011 la periodista se haya sentido errática, desubicada o extemporánea, por no decir que jurásica; y, pese a ser la mejor columnista del país (al menos en su género, para no suscitar envidias entre el sexo opuesto), ese día haya escrito la que sin dificultad podría ser calificada como su peor columna.