lunes, 28 de septiembre de 2020

Piedad Córdoba: de "Teodora" a "Te adoro"




 

La muy publicitada reaparición de Piedad Córdoba, aguerrida dirigente liberal identificada tiempo atrás entre las Farc como ‘Teodora’, vino acompañada de tres tristes trinos que solo contribuyeron a sembrar una duda injustificada sobre los verdaderos autores del magnicidio de Álvaro Gómez, pero no aportaron nada nuevo: “Señor Premio Nobel Juan Manuel Santos, exministro Cristo, senador Cepeda, señores Timochenko y Carlos Lozada, ya que se están reuniendo para avanzar en la verdad, sería muy bueno que la encontraran sobre el asesinato del Dr. Álvaro Gómez Hurtado.” (Ver trino)

 

Más delante decía que “por ahí derecho le cuentan la verdad al expresidente Samper”, y “es muy importante saber la verdad porque por el asesinato del Dr. Álvaro Gómez Hurtado hay unos militares pagando los platos rotos”.

 

En mi condición de autor del libro Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado se encendieron las alarmas, pues parecía ser conocedora de algo que desvirtúa la tesis central que allí planteo: que en efecto fueron militares golpistas -unos activos y otros retirados- los que planearon y ejecutaron el crimen. Y que, contrario a lo que ella dice, no hay un solo militar condenado ni juzgado, como debió ocurrir.  Así que la llamé y me dijo que estaba en una audiencia en Puerto Lleras, que me llamaba en la tarde.

 

Pero no llamó, y para agilizar la vuelta le mandé unas preguntas por Whatsapp, donde le preguntaba cuál era la información que decía tener, haciendo énfasis en saber si “¿cree que los militares a los que Myles Frechette señala de haber participado en el complot para asesinar a Álvaro Gómez, no tuvieron culpa en eso? Y “¿quién o quiénes cree que estarían implicados en la planeación y/o ejecución de dicho crimen?”.

 

A lo cual ella respondió: “Buen día, estoy preparando todo muy bien, es un tema muy serio, cuando esté lista le aviso”. Y enseguida agregó: “Lo más importante es la verdad”.

 

Al final no contestó las preguntas ni cuando le pedí una dirección de correo postal para enviarle mi libro, pero dos días después fue la estrella principal de El Debate de Semana TV, adonde fue convocada para que contara lo que sabía, y le dijo a Vicky Dávila que sí sabía algo, pero que se lo iba a contar a la Comisión de la Verdad. Los que sí hablaron en ese programa fueron Lucho Garzón y Matador, lectores de mi libro, quienes coincidieron en que ahí está la clave para llegar a los verdaderos autores del asesinato de Gómez Hurtado. (Ver sus intervenciones).

 

En este contexto Piedad no solo sigue teniendo una inmensa deuda con “la verdad”, sino que terminó haciendo más daño que brindando claridad sobre tan delicado tema. El daño termina siendo colateral para su amigo y copartidario Ernesto Samper, y es cuando uno se pregunta si será que de manera ingenua terminó convertida en idiota útil de las fuerzas oscuras que quieren poner a la opinión pública a mirar para otro lado.

 

Justo al día siguiente de El Debate fui contactado por quien parecía ser la misma fuente que le contó a la exsenadora lo de una supuesta participación de las Farc. Esa persona me citó en Bogotá y, en vista de la importancia de la información que decía tener, corrí el riesgo (por aquello del contagio) de desplazarme hasta allá. Pero el asunto resultó un fiasco, pues el hombre parecía más interesado en que le diera un dinero para trasladarme “al monte”, donde estaría la persona de las Farc que entregaría la supuesta información.

 

Ya era un segundo riesgo, que no estuve dispuesto a correr, aunque sí aproveché la visita a la capital para contactar a un alto miembro de la cúpula desmovilizada de las Farc, a quien le pregunté qué sustento tendría una supuesta participación de ellos en el crimen de Gómez Hurtado, y este sentenció tajante: “¿usted cree que si hubiéramos sido nosotros, no lo habríamos cobrado política y militarmente?”.

 

Respuesta lógica y verosímil.

 

Sea como fuere, sobre Piedad Córdoba recae hoy la responsabilidad de resolver el enigma en el que ella misma metió al país entero, y que al final no quiso resolver, quizá porque no puede. En todo caso no debemos ilusionarnos, pues cuando Vicky Dávila quiso confrontarla preguntándole a rajatabla “¿las Farc tuvieron que ver con el asesinato, sí o no?”, esto respondió: “No sé”.

 

Entonces, ¿qué era lo que decía saber? Puedo estar equivocado, pero ante semejante batahola vacua queda la impresión de que doña Piedad se agarró de algún chisme que le habría contado un supuesto miembro de las Farc, para reencaucharse políticamente. Porque esto último sí lo logró… y con creces.

 

DE REMATE: La mejor prueba del rédito político que le están sacando a las irresponsables declaraciones de doña Piedad (quien para la derecha pasó de ser Teodora a Te adoro), está en lo que hoy dice el muy uribista Fico Gutiérrez: “Yo estoy absolutamente convencido que (sic) luego de las declaraciones de Piedad Córdoba, ella sabe quiénes fueron. Lo que ella le (sic) está diciendo a estos señores es que digan la verdad, para ver quién está involucrado. Yo sí creo que es muy importante que ella misma, que reveló algunos de estos temas lo diga, porque ella sabe lo que pasó”. (Ver video). ¿Cuál “reveló algunos de estos temas”? ¡Si no reveló nada!


miércoles, 23 de septiembre de 2020

Iván Duque, el "hazmellorar"

 


Tomado de El Espectador

El diccionario RAE define hazmerreir como la “persona que por su aspecto o conducta es objeto de diversión o burla de otros”. Esta definición se amolda a todo aquel que con su actuación de algún modo entretiene y no hace daño a los demás. Pero cuando las alocadas decisiones que toma (o que le hacen tomar) ponen en peligro la estabilidad institucional de una nación, hay que pensar en darle el calificativo que le corresponde: el de ‘hazmellorar’.  

Solo a un hazmellorar se le ocurre que estando los ánimos tan encendidos por los catorce jóvenes que en distintos puntos de Bogotá asesinó la Policía en las noches del 9 y 10 de septiembre, y que provocaron los archiconocidos actos de vandalismo, después de que según las encuestas apenas 1 de cada 4 colombianos apoya a esa institución, se le ocurre disfrazarse de Policía para ir a visitar - de noche- dos de los CAI atacados por la turba indignada. Y se hace (o le hacen) tomarse una foto en medio de ellos, poniendo en abierta provocación su mano derecha uribista sobre el corazón, símbolo gráfico del Centro Democrático y del dueño del letrero, su patrón Álvaro Uribe Vélez.

Hablando a calzón bajado, Iván Duque no es hoy el presidente de todos los colombianos sino el subpresidente de su patrón. Todas las decisiones que hoy toma (o le ordenan tomar) se ajustan al dedillo a lo que el mismo Uribe haría. Es obvio de toda obviedad que es Uribe quien hoy gobierna desde el Ubérrimo sobre persona ajena… y de contera sobre el país entero. Duque apenas se deja ver como un alfeñique, un monigote, un mequetrefe, un abyecto segundón, un vulgar sacamicas, en resumen una miseria humana, carente de toda dignidad.

Con esa visita nocturna la majestad presidencial quedó por el piso porque cometió la afrenta -deliberada, aleve- de tomar partido por los victimarios y pisotear post mortem a las catorce víctimas inocentes, incluido por supuesto el Javier Ordóñez torturado por agentes de esa institución hasta morir con un riñón reventado, según el informe de Medicina Legal.

Pero no solo pisotea la honra de las víctimas, sino la de los millones de colombianos que nos solidarizamos con el dolor de los deudos y por tanto no pensamos como quien se manifestó abiertamente a favor de los victimarios. Con dicho acto ignominioso, digno de inscribirlo en la Historia Universal de la Infamia, cual si se tratara de un rufián de esquina nos puso a todos sus contradictores en el bando enemigo, nos dijo “no soy su presidente, soy única y exclusivamente un oficioso servidor del presidente eterno que aquí me puso. Él es mi guía, mi luz, el pastor que me apacienta con suave cayado, es mi todo”.

A este señor le importó un soberano pepino un video revelado por Ariel Ávila donde se demostró hasta la saciedad que “hubo mandos que autorizaron la utilización de armas. Ese cuento de que fue algo espontáneo se desvirtúa. Ellos dispararon contra población civil, ellos podían ver a quienes disparaban, se ve claramente que no estaban disparando a ciegas. Todo este video desvirtúa las versiones del Gobierno y del ministro de Defensa”. (Ver video).

En medio de tan sombrío panorama, solo es claro que esto no va a conducir a nada bueno. Quieren armar un mierdero bien tenaz, quizás para pescar en río revuelto. Encochinarnos a todos, para que o se note lo cochinos que están quienes han asumido el mando. La polarización que viene en camino será imparable, como si desde el solio de Bolívar estuvieran tratando -a conveniencia del patrón- de empujarnos hacia una guerra civil.

Nunca pasó por mi cabeza que llegaría el día en que estaríamos sometidos por un régimen autoritario fascista (para el caso que nos ocupa de corte mafioso) al mejor estilo Benito Mussolini, quien supo imponerse por la bota militar mientras establecía un rígido control sobre los medios de comunicación. Siempre pensé que esos tiempos nefastos ya habían sido superados por la humanidad, pero la historia de esta sufrida Colombia se está encargando de demostrarnos que estamos condenados a repetirlos.

Lo que nos falta por lamentar y llorar sobre la sangre derramada -pretérita y futura- es incontable, innombrable, indescifrable.

Y abominable.

Y hoy no tengo nada más que decir, la indignación me embarga.

DE REMATE: Si raspas repetidamente un fósforo hasta que se enciende, no le puedes echar la culpa de la llama a la cabeza del fósforo.


lunes, 14 de septiembre de 2020

“Uribe es un pirómano muy peligroso”

 


Tomado de El Espectador

El título de esto va entrecomillas porque es parodiando la columna de Felipe Zuleta del domingo pasado, aquí en El Espectador, titulada “Petro es un pirómano muy peligroso”. (Ver columna).

Ese mismo día en Semana doña Salud Hernández, todavía contagiada por la rabia española, coincidía con Zuleta: “¿Qué clase de presidente sería un líder político que solo sabe nutrirse de división y odio? Es indudable que (Petro) es un pirómano”.

Y desde su esquina de El Tiempo, Mauricio Vargas, otrora periodista y hoy matriculado en la jauría uribista, afirmaba que “el petrismo tiene un plan insurreccional y lo está llevando a cabo”.

Si nos pusiéramos en la misma onda conspiranoica de los tres anteriores, con tan llamativa coincidencia temática se podría concluir que andan coordinados y algo se traen entre manos. Por ejemplo, ocultar la verdadera realidad, por una razón de peso: porque el verdadero pirómano es el sujeto sub judice al que pretenden defender o eximir de toda culpa en sus columnas, el exsenador Álvaro Uribe Vélez.

La columna de Zuleta Lleras tiene -además del título- una frase aplicable a Uribe: “si hay alguien que ha demostrado su conducta anárquica es (el senador Petro). Sí, el mismo que pretende gobernar este país. Desobediencia civil, anarquía y caos. Eso es lo que le gusta al pirómano. Ver arder en llamas todo lo que pueda quemar”.

¿No es acaso una conducta anárquica desconocer o subvertir el orden constitucional cuando en entrevista con dos periodistas genuflexas Uribe se declara “secuestrado” por la Corte Suprema y asegura que su orden de detención fue “un procedimiento mafioso”? La única diferencia es que no se trata del que pretende gobernar al país, sino del que lo gobierna desde su lugar de reclusión y le indica a su subalterno Iván Duque -luego del asesinato de Javier Ordóñez a manos de la Policía- los pasos a seguir: “Mejor toque de queda del Gbno Nal, Fuerzas Armadas en la calle, con sus vehículos y tanquetas, deportación de extranjeros vándalos y captura de autores intelectuales”. (Ver trino).

¿Autores intelectuales del asesinato? No, habla es de los autores de los actos de vandalismo. Y en cuanto a la “desobediencia civil”, fue el mismo Uribe quien por los días de la campaña del plebiscito convocó a la “resistencia civil”. ¿Contra qué? Contra el acuerdo de paz que según la propaganda negra uribista de esos días pretendía “volver homosexuales a nuestros niños”.

En sintonía con Uribe, con el subpresidente Duque y con el fiscal Francisco Barbosa de quien en su penúltima columna Zuleta mostró “los resultados concretos de su corta pero eficiente gestión”, en esta afirma que “la destrucción sistemática de los CAI dejó evidenciado que los criminales tenían un plan orquestado”.

Según este nuevo corifeo del régimen (hace un año decía que Uribe “insiste en no vivir en paz y, peor aún, en no dejar vivir en paz a los colombianos”), hoy la gente no tiene ningún motivo para salir a la calle a protestar, menos a tirarles piedra a unos CAI habitados por policías asesinos. No, todo es producto de un plan macabro, develado además por el muy imparcial Noticias RCN, cuya presentadora informa al día siguiente de la masacre policial (de trece víctimas inocentes), que ese noticiero “conoció información de Inteligencia que permite confirmar que la destrucción de 56 CAI no obedeció a hechos aislados sino a una estrategia articulada (de las disidencias FARC y el ELN) que se había preparado con anticipación, aguardando un detonante”.  (Ver “informe exclusivo”).

Si de plan macabro se ha de hablar, señalemos lo obvio: es literalmente imposible que tal cantidad de policías haya disparado en forma indiscriminada contra la población inerme si no hubieran recibido la orden de hacerlo. El sentido común advierte que debían estar autorizados, pues raya en la imbecilidad pensar que disparaban sabiendo que si mataban a alguien podían ir a la cárcel o ser despedidos de la institución. De otro lado, ¿nos quieren hacer creer que desconocían que estaban siendo grabados? Muy por el contrario, se les vio actuar con la tranquilidad del que se sabe protegido por sus superiores.

Y aquí abro un paréntesis: ¿cómo se entiende que en menos de 24 horas trece ciudadanos son asesinados por la Policía y no cae ningún miembro de esa institución, ni el presidente Duque pide una sola renuncia? ¿Acaso estamos en una dictadura?

En la misma tónica del plan orquestado, hablemos del que comenzó a gestarse el día que la Corte Suprema anunció la detención domiciliaria Uribe, expresado en una exacerbación de la violencia ya advertida por Vicky Dávila que ocurriría si ponían preso a su admirado líder: "Si a Uribe lo ponen preso, les doy una pésima noticia a sus malquerientes: no se acabarán los problemas que tiene Colombia. Tampoco llegará la paz que todos deseamos. Quizás la violencia se agudice”.

Y se agudizó a niveles insufribles, y el mayor cinismo de este gobierno -dueño del Ejército, la Policía, los organismos de seguridad y hasta los de control- reside en echarle la culpa al expresidente Juan Manuel Santos de las masacres sin control y los asesinatos selectivos de líderes comunitarios. Como dije en columna anterior, “esta violencia salvaje que el Estado es incapaz de controlar, en muestra no de ineptitud sino de deliberada omisión y negligencia, se asemeja a los días en que los grupos paramilitares asolaban con sus masacres la geografía nacional y numerosas Brigadas o bases militares se hacían los de la vista gorda o cooperaban, como está documentado por muy variadas fuentes y testimonios”.

¿A qué obedece entonces esta nueva espiral de violencia? A que se avanza hacia la consolidación de un régimen fascista cuyo propósito es poner el país patas arriba, como condición sine qua non para asegurarle al comandante en jefe de la extrema derecha su impunidad a perpetuidad. ¿O acaso ustedes creen que en dos años el uribismo entregará el poder tras ser derrotado en una elección limpia, sabiendo que perder la presidencia podría conducir a que Uribe termine preso -de nuevo-?

Así las cosas, no nos hagamos ilusiones: esos salvajes llegaron para quedarse.

DE REMATE: Me atrevo a pensar que en las pendejadas lambonas que hoy escribe Felipe Zuleta Lleras obra el mismo fenómeno que produjo el sorpresivo viraje ideológico de años atrás en un exprogresista como Alfredo Rangel: simple conveniencia.

martes, 8 de septiembre de 2020

“Homicidios colectivos”: bienvenidos al fascismo

 


Tomado de El Espectador

Tiene razón María Jimena Duzán cuando en su columna del domingo pasado (Uribe, el fascista) afirma que “un Uribe desbordado quiere imponer un Estado en que los individuos no tengan libertades individuales y en el que se nos someta a un solo pensamiento y a un solo partido, como sucede en el fascismo”.

Un solo pensamiento se percibió en el subpresidente Iván Duque y el ministro de Defensa, Carlos H. Trujillo, cuando coincidieron -el mismo día y en escenarios diferentes- en declarar ante los medios que no se debía hablar de masacres sino de “homicidios colectivos”. Según Trujillo, “masacres es un término que se viene utilizando de manera periodística, coloquial”. Y agregó, para no dejar duda: “Los homicidios colectivos son definidos como el asesinato de cuatro o más personas en estado de indefensión, en el mismo sitio, bajo las mismas circunstancias y por los mismos autores”. Que es exactamente la definición de masacre.

Esto hacía pensar que el uso de la palabra masacre quedaba excluido del lenguaje oficial, pero no fue así: unos días después, a raíz del asesinato de cuatro soldados en cercanías de Sardinata (Norte de Santander), Duque y Mindefensa salieron de nuevo en coro -desde su respectiva cuenta de Twitter- a condenar la acción armada, y recurrieron a la palabra que para el asesinato de líderes sociales habían proscrito:

“Atroz masacre de 3 soldados y 1 suboficial en Sardinata duele e indigna”: Holmes Trujillo (Ver trino)

“Execrable masacre de tres soldados y un suboficial en Nte.Santander, quienes dieron sus vidas enfrentando al narcotráfico, no quedará impune”. Iván Duque (Ver trino).

Según la información oficial, “los uniformados acompañaban labores de erradicación de cultivos ilícitos en la zona y se desconoce quiénes fueron los autores de la emboscada”. (Ver noticia) ¿O sea que nadie reivindicó el ataque… y los organismos de Inteligencia no logran ubicar su origen… y el Ejército no pudo evitarlo? Vaya vaya…

Pero lo llamativo no solo está ahí, sino en el atropello semántico, la ostensible contradicción de Duque y Trujillo al usar el término más inapropiado: no se le puede llamar masacre a un ataque armado contra unos soldados que de ningún modo se hallaban “en estado de indefensión”, pues estaban armados.

Se trata es de una afrenta deliberada contras las víctimas de las verdaderas masacres, porque se las rebaja, se las ignora, el gobierno las revictimiza cuando asume que murieron por algo que ni siquiera el Código Penal contempla, “homicidio colectivo”, mientras glorifica como víctimas de una masacre a quienes nunca lo fueron ni podían serlo: cuatro soldados del Ejército que además de estar armados, eran conscientes del riesgo que representaba su acompañamiento a la erradicación de cultivos ilícitos. ¿Y por qué los mataron tan fácil? “Siguiente pregunta, joven”.

Otra pregunta obligada es a qué obedece que ministro y subpresidente desde lugares diferentes declaren a dúo que no se debe hablar de masacre sino de homicidio colectivo, y días después, de nuevo en simultaneidad temporal, utilicen ahí sí la palabra masacre para definir -equivocadamente, por supuesto- el asesinato de unos soldados. ¿Por qué hacen esto de manera tan coincidente, tanto al negar una cosa como al afirmar luego la contraria? Porque les pasan el libreto de lo que deben decir, por eso coinciden.

¿Y quién o quiénes hacen esto? Hombre, quizá los libretistas estén entre las filas de quienes asumen que los organismos de seguridad del Estado le han declarado la guerra a un enemigo identificado como el comunismo, y ese comunismo está encarnado en líderes comunitarios o en reclamantes de tierras, del mismo modo que en un pasado no muy lejano el enemigo fueron los 4.153 miembros de la Unión Patriótica exterminados de manera sistemática y genocida por paramilitares y unidades militares, actuando en forma estrecha y coordinada. (Ver informe de Verdad Abierta).

¿Qué nombre reciben hoy los asesinatos de líderes y las masacres indiscriminadas que siembran “ríos de sangre”, particularmente en los dos departamentos más antiburibistas de Colombia, Cauca y Nariño? Reciben el nombre de “homicidios selectivos con fines de exterminio”.

¿Y por qué desde la presidencia de la República y el ministerio de Defensa les cambian cínicamente el nombre a las masacres por el de homicidios colectivos, mientras que al asesinato de unos soldados que el Ejército fue incapaz de cuidar, sí le dan el glorificador apelativo de “masacre”?

Porque estamos asistiendo al debut de un régimen fascista donde lo de menos son las bajas colaterales. En este escenario de guerra “por debajo de la mesa”, los detentadores del poder les dan a las palabras el eufemístico nombre de su conveniencia (por ejemplo falso positivo en lugar de ejecución extrajudicial), no el que rige en el Derecho Internacional Humanitario para un conflicto armado que han logrado resucitar pero pretenden mostrar como originado en fuerzas que escapan a su control.

¿Que no las pueden controlar? ¡Mentira! Es el mismo macabro escenario que avizora María Jimena Duzán cuando dice que “en Colombia se ha iniciado una toma de nuestro Estado que busca arrasar con las libertades individuales, con la independencia de los jueces, con el derecho al disenso y a la oposición”, y (…) “quien nos está llevando a esa debacle es el propio expresidente Álvaro Uribe y sus devaneos fascistas”.

Esta violencia salvaje que el Estado es incapaz de controlar, en muestra no de ineptitud sino de deliberada omisión y negligencia, se asemeja a los días en que los grupos paramilitares asolaban con sus masacres la geografía nacional y numerosas Brigadas o bases militares se hacían los de la vista gorda o cooperaban, como está documentado por muy variadas fuentes y testimonios.

En columna de noviembre de noviembre del año pasado Antonio Caballero hablaba de “la corrupción moral de las Fuerzas Armadas de Colombia, convertidas en protectoras de asesinos venidos de sus propias filas y mandados por sus propios jefes”. (Ver columna). ¿A quiénes se refería Caballero? En parte a los asesinos del desmovilizado Dimar Torres, para cuya consumación del crimen hasta crearon grupo de Whatsapp, mientras que al subteniente cuyo testimonio fue definitivo para esclarecer el crimen, John Javier Blanco, lo echaron del Ejército.

Igual le pasó al honesto sargento Juan Carlos Díaz que denunció la violación que hicieron sus propios soldados de una mujer indígena, y fue despedido públicamente por el mismísimo comandante del Ejército, general Eduardo Zapateiro, quien justificó el despido en que el superior inmediato no pudo “prevenir” el hecho. (Ver video). De donde surge un interrogante: ¿también van a despedir al superior inmediato de los soldados asesinados en Sardinata que no logró prevenir esa “masacre”?

Así las cosas, con cada día que pasa se aprecia más nítidamente quiénes son los que tienen la sartén por el mango e instruyen a sus subalternos en el orden jerárquico sobre lo que deben decir, comenzando por el subpresidente de la República y continuando con el ministrico de Defensa.

Por eso dije desde arriba “bienvenidos al fascismo”. Y que Dios nos coja confesados.

DE REMATE: Quince días atrás hablamos de una “Semana” polarizada, donde una mitad de su redacción se dedica a hacer periodismo y la otra a hacer propaganda uribista. Ni que se hubieran puesto de acuerdo en darnos la razón, a la columna ya citada de María Jimena Duzán (Uribe, el fascista) le surgió su contraparte en la de Vicky Dávila: La verdad sobre Álvaro Uribe. Es fácil identificar en cuál bando se ubica cada quien, y digamos de salida que se requiere asumir una mentalidad fascista para creerse única poseedora de la verdad revelada sobre determinado sujeto procesal.

martes, 1 de septiembre de 2020

Jaime Garzón y Matador, dos piedras del mismo zapato

 


Tomado de El Espectador

Cuando Jaime Garzón fue asesinado en 1999, a sus 39 años, el caricaturista Julio César González (Matador) estudiaba Publicidad en una universidad de Pereira y no llegaba a los 30. Aunque ninguno de los dos tiene título de periodista -Jaime era abogado-, a los dos los une su fuerte humor político, dentro de un propósito compartido: ser la piedra en el zapato de los dueños del poder.

Matador en una entrevista con la revista Bocas aseguró que “la tragedia de este país es que la gente es muy tonta, por falta de educación y porque se deja comprar”. Y Jaime decía, en sus conferencias con universitarios: “todavía les hacemos la venia a los que manejan el poder, sin asumir que el Estado es nuestro”.

¿Quién no recuerda a Garzón en Quack o en Zoociedad, cuando imitaba a la perfección a las figuras más reconocidas y polémicas del ámbito nacional? Sus severas actuaciones, además de hacer reír, lograban el mismo efecto que producía cada nueva intervención del expresidente Alfonso López Michelsen desde sus aposentos: ponía a pensar a los colombianos. 

Eso mismo -poner a pensar- hacen personas como Matador con sus “mamarrachos”, sumado a que hoy asume una posición de liderazgo ante la opinión pública con sus lúcidos planteamientos en El Debate de Semana TV, todos los días de lunes a viernes. Desde esa tribuna diaria de opinión está convirtiendo en uno de los principales “influenciadores” del país, en su condición de contraposición al poder político imperante.

En consideración a lo anterior, si me pidieran una definición que cobijara por igual a Jaime Garzón y Matador, diría que son dos “humoristas y líderes sociales”.

Jaime satirizó duramente a políticos como Ernesto Samper, pero igual lo hizo con Andrés Pastrana, al que le recordaba el fracaso de sus obras como alcalde de Bogotá. Incluso alcanzó a alertar sobre Álvaro Uribe cuando era gobernador de Antioquia, cinco años antes de que fuera presidente, pero el país lo tomó a chiste.

Uribe llegó el 2002 al poder y, como si Garzón le hubiera pasado el relevo a Matador, este comenzó a “darle palo” a su gestión como presidente, primero en el periódico La Tarde de su natal Pereira y desde 2003 en El Tiempo, donde su trabajo empezó a ser reconocido.

Lo cierto es que Matador estuvo punzantemente crítico de la gestión de Uribe durante sus dos períodos presidenciales, y luego cuando fue elegido como senador: “Yo no me inventé a Uribe, él se inventó solo”.

También estuvo dibujando durante ocho años a Juan Manuel Santos, a quién apoyó en su proceso de paz, pero fue muy crítico en otros aspectos de su gobierno. Con Duque ha sido implacable, a tal punto que quizás sea el culpable de que a nuestro mandatario se le relacione con un cerdo (marrano o porcino, quiero decir).

El problema es cuando la piedra en el zapato les saca la piedra a los dueños del poder, y comienzan entonces por las amenazas, recibidas tanto en la figura de Jaime Garzón en su momento, como en la de Matador. En 2018 seguidores uribistas y del Centro Democrático lanzaron serias intimidaciones al caricaturista, verbi gratia Francisco Javier Andica y Ariel Ortega Martínez, ambos militantes de ese partido. A este último el caricaturista lo denunció y se libró contra él orden de captura, y luego quiso reunirse con su demandante para evadir la pena, pero Matador se negó a recibirlo. (Ver noticia).

Lo cierto es que desde su escalafón de líder social -ganado a pulso- intenta ponerse en el lugar de los que no tienen los medios para criticar los estamentos del poder, “para trasgredir el culto a la personalidad y burlarse de esos tipos allá arriba, así les importe un culo”.

Garzón, quien trataba de hacer lo mismo, no entendía esa doble moral del colombiano: “este país se escandaliza porque uno dice hijueputa en televisión, pero no se escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosnas. Eso no les molesta, eso es folklore”.

La única respuesta posible, es el poder del humor: Garzón sabía que más allá de la risa producida por sus comentarios sarcásticos, algo debía quedar. Para Matador “el poder no puede con el humor. ¿Cómo lucha usted contra una caricatura? Matando al caricaturista o amenazándolo. Es una forma de odio, de censura”. Son palabras tomadas de una participación suya en la Feria del Libro de Bucaramanga (ULibro) en 2018, lo mismo que estas: “¿Ustedes se imaginan si el día que a Jaime Garzón lo mataron, hubiera tenido una camioneta blindada? Nos hubiésemos ahorrado la tristeza de perder a un tipo tan talentoso”. (Ver noticia).

No me atrevo a creer que Matador le vaya a pasar lo mismo, pues son tiempos diferentes: mientras en el caso de Garzón el paramilitarismo fue instrumentalizado por fuerzas siniestras para eliminar a los que no eran de su agrado, en las circunstancias actuales cualquier acción contra Matador se volteará de nuevo contra quienes pretendan actuar contra él.

Sea como fuere, nunca se puede descartar que aparezca algún loquito por ahí que quiera hacerle el favor a su patrón de sacarlo del camino…

De esos loquitos sí hay que cuidarse, y es por eso que el mismo riesgo lo siguen -seguimos- corriendo todos los que se atreven a enfrentar hoy a la Bestia herida, sedienta de sangre y de venganza.

DE REMATE: En referencia al asesinato de Jaime Garzón, con esto les digo todo: José Miguel Narváez, condenado como gestor de ese crimen, fue nombrado por Marta Lucía Ramírez a pedido de Álvaro Uribe como asesor de Inteligencia del Ejército y “no actuaba como rueda suelta sino como vaso comunicante entre las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y parte de la plana mayor del Ejército Nacional de esa época”. (Ver noticia).

REMATE 2: El descarado “préstamo” de un billón y pico de pesos para Avianca demuestra que estamos ante un gobierno de corruptos que les gusta jugar rudo, bajo sus propias leyes, como si fueran mafiosos. En palabras de Félix de Bedout, "saben que pueden hacer lo que les dé la gana, sin tener que dar explicaciones ni responder ante nada, ni nadie". Es su modus operandi.