Cuando con motivo de la celebración de los 30 años de la revista
Semana le preguntaron a su director, Alejandro Santos Rubino, cuál era la
carátula que más le gustaría hacer, dijo sin titubear: “Por fin, la paz”. Esto
da una idea de la importancia que en la coyuntura actual el tema tiene para el
país, y siembra una semilla de esperanza ante el hecho de que fue precisamente
su tío el presidente Juan Manuel Santos quien desde su discurso de posesión
anunció –en contravía de su exjefe político, Álvaro Uribe-que tiene en su
bolsillo la llave de la paz, y que no le temblará el pulso para sacarla cuando
lo considere conveniente.
Pues bien, nunca antes como ahora en su gobierno se le había
presentado a Santos una oportunidad tan ‘soñada’ de metérsela toda a la
búsqueda de la paz, después de que en hábil jugada de tahúr les pidió la
renuncia a todos sus ministros, para colar con vaselina una crisis que en otra
circunstancia habría sido imposible, si al expresidente Uribe no le hubiera
reventado semejante chicharrón por el escándalo que provocó la confesión de
culpa de su exjefe de seguridad, el indebidamente nombrado general Mauricio
Santoyo.
En todos los medios se ha dicho que la crisis fue provocada para poner
énfasis en dos temas básicos, la paz y lo social, y en coincidencia con lo
anterior el nombre de Horacio Serpa comenzó a sonar para el ministerio del
Interior, cuya última columna para el Nuevo Siglo se tituló precisamente La solución está en lo social.
Pero la coincidencia no sólo está en esa columna, sino en que Serpa ha
sido el político que en los últimos 25 años y en representación de diversos
gobiernos más cerca ha estado de procesos encaminados a la búsqueda de la paz,
y ha sido a su vez el negociador que más ha arrojado frutos: EPL, PRT, Quintín
Lame, M-19… De modo que su vinculación podría servirle a Santos para
confeccionar una fina jugada de billar a tres bandas, que por la izquierda le
permita avanzar con paso firme en eventuales diálogos de reconciliación
(contando para ello con el ‘gallo fino’ de Serpa para enfrentar los ánimos
guerreristas del ‘gallo tapao’ de Uribe), y por el centro le dé bases sólidas a
la reunificación del liberalismo (que de buena fuente sabemos le sigue
interesando), mientras por la derecha mantiene contentos a los partidos que
integran la Unidad Nacional con la repartición equitativa de la mermelada
burocrática.
Podría pensarse que el único inconveniente para que cuajara dicho
nombramiento pasa por el expresidente Ernesto Samper, pues es sabido que las
relaciones entre éste y Santos no han sido las mejores, en particular desde que
se supo que durante el gobierno del primero, el segundo anduvo complotando con
Salvatore Mancuso para que las autodefensas le pidieran la renuncia a Samper a
cambio de desmovilizarse. Pero esas diferencias han quedado atrás, y así lo
ratifica una declaración reciente de Samper para RCN en la que no sólo habló
elogiosamente de Santos, sino que sobre Serpa se atrevió a decir que “si el gobierno
lo llama, sería excelente”.
Lo paradójico es que una recomendación de Samper no sería de todos
modos lo más conveniente para Serpa, y ello quizá explicaría por qué durante la
inauguración de un puente con el nombre de su lejana parienta Antonia Santos,
el pasado jueves 23 en inmediaciones de Girón, al presidente se le escuchó
decirles a los periodistas algo así como “no se preocupen, que no voy a nombrar
ministro a Ernesto Samper”.
Una declaración de ese calibre en tierra santandereana podría
interpretarse como que definitivamente no tendrá en cuenta a Serpa (por aquello
de la cercanía entre éste y Samper), pero también podría significar lo
contrario: que si le llega a ofrecer el puesto es porque dejó en claro de
antemano que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, como dicen las
señoras.
Sea como fuere, es posible que el presidente no esté pensando en el
exgobernador de Santander para nombrarlo en el ministerio de la política, que
por antonomasia es el único que a Serpa podría interesarle. Pero ello no nos
exime para dejar por sentado que sería un error de Santos si no le ofrece dicho
ministerio a Serpa, así como sería un grave error de éste si decidiera no
aceptarlo.
Error de Santos, pues nadie mejor que un hombre con la ‘cancha’ de
Horacio Serpa para foguearse con un Congreso que tiene mucho que cobrarle al
gobierno tras la malograda reforma a la justicia, y es además el candidato
ideal para neutralizar los ánimos belicosos de una derecha que estará cada vez
más ‘ardida’ ante los avances que se vayan conquistando en eventuales diálogos
con la guerrilla.
Y error de Serpa, porque se estaría perdiendo el chance de pasar a la
historia como el hombre que gracias a su habilidad para sortear las zancadillas
de los fanáticos de la guerra (que con toda seguridad vendrán), abrió
definitivamente las compuertas a la paz nacional.
Así las cosas, el presidente Juan Manuel Santos debería de una vez por
todas meterse la mano al bolsillo, sacar la llave de la paz y, en gesto que
habrán de agradecerle las nuevas generaciones, entregársela a su otrora
copartidario Horacio Serpa Uribe.
1 comentario:
excelente su blog, análisis profundos y acertados. Mire respecto al artículo en semana, yo quisiera conocer su opinión. Ud no cree que Santos y Uribe tengan en realidad en el fondo una alianza? a mi me parece que ellos aparentan disputa pero son simples títeres de unas fuerzas mas poderosas que están intentando configurar la tercera guerra mundial ya que el sistema financiero está a punto de colapsar, dígame, me quivoco en mi percepción? cálido saludo.
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