Uno de esos sucesos extraordinarios donde la realidad
supera a la ficción lo encarna Julián Assange, fundador de la página
Wikileaks.com, con una historia que involucra a los gobiernos de Estados
Unidos, Inglaterra, Suecia y Ecuador, así como al exjuez Baltasar Garzón y a dos
mujeres en apariencia ‘fáciles’ (Anna Ardin, feminista cubana de 28 años, y Sofía
Willen, sueca de 20 años), quienes se acostaron con el mismo hombre en
Estocolmo en el verano de 2010 y salieron de la alcoba a contarle a un
juez que habían sido víctimas de abuso sexual.
Para ubicarnos en contexto, Wikileaks es un portal de Internet que recibe
y publica filtraciones que develan comportamientos no éticos o criminales por
parte de gobiernos, religiones o empresas de todo el mundo. Sus actuaciones más
destacadas se han centrado en la actividad exterior de Estados Unidos,
especialmente en torno a las guerras de Irak y de Afganistán, con base en
documentos obtenidos del Departamento de Estado.
Entre estos se destaca un video en el que se observa
cómo el 12 de julio de 2007 soldados estadounidenses asesinaron en Bagdad al
reportero de Reuters Namir Noor-Eldeen, a su ayudante y a nueve personas más,
algunas de ellas cuando iban a llevarse a los muertos y heridos. Se ve que
ninguno de ellos hizo el amago de atacar al helicóptero Apache desde el que se
les dispara, pues ni siquiera lo miran. Aunque la agencia Reuters lo solicitó repetidamente,
el material le fue negado, hasta que WikiLeaks lo consiguió inédito e hizo ver
a esos soldados del ejército de EE. UU como unos asesinos despiadados, quienes al
término de la operación informan que todo salió “nice”.
Ese solo video da una idea de por qué Assange se convirtió en enemigo tanto
de Estados Unidos como de su aliado el gobierno inglés, y de por qué la
persecución ha sido tan encarnizada, a tal punto que el Reino Unido manifestó
que no le concederá salvoconducto y amenazó con asaltar la embajada de Ecuador
en Londres, donde el perseguido buscó refugio y obtuvo el asilo por parte del
presidente Rafael Correa.
Pero es el tema sexual el que pone el toque literario, pues permite
apreciar que para atraparlo acudieron a su talón de Aquiles, o sea a su gusto
por las mujeres bonitas. La historia se remonta al 11 de agosto de 2010, cuando
Assange llega a Estocolmo para participar en un seminario sobre el papel de los
medios en los conflictos. Por invitación expresa de Anna Ardin se hospeda en su
casa, aunque ella estaba en otra ciudad. Fue al día siguiente cuando se
conocieron, se dio paso al galanteo y, tras una cena esa misma noche, acabaron
en la cama.
Según Anna, durante el coito se rompió el preservativo y ella le pidió
que se detuviera, pero él no lo hizo. De ahí que lo haya acusado de violación.
Lo que no encaja en su declaración es que en los tres días siguientes ella
mantuvo una relación cordial con el hombre, y el 14 de agosto le preparó una
fiesta en su honor, que fue donde éste se habría conocido con Sofía Willen, y ésta
con Anna. Julian y Sofia salieron a comer, luego a cine, fueron a casa de ella e
hicieron el amor dos veces: la primera con condón y la segunda sin tal
adminículo, porque supuestamente él lo quiso así.
Ceñidos al relato oficial, Anna y Sofía conversaron por teléfono después
de que Assange abandonó Estocolmo, como buenas amigas, y vieron que ambas
habían pasado por similares ‘abusos’, y ese habría sido el motivo de su demanda,
por “la renuncia del australiano a usar condón”.
La juez que recibió el caso -Eva Finné- lo desechó, porque las dos
coincidieron en que habían consentido la relación. Pero es aquí cuando aparece en
la escena una sospechosa segunda juez, quien sin que nadie se lo hubiera pedido
decide reabrirlo, con el argumento de que a Assange se le podía procesar por “sexo
por sorpresa”. Sea como fuere, los mismos testimonios de las demandantes le dan
la razón a Assange cuando dice que “no las violé, les hice el amor”
Es factible que los encuentros que el fundador de Wikileaks sostuvo
con Anna Ardin y Sofía Willen se hayan dado de manera fortuita, por simples tropezones
del azar, pero es palpable el interés de fuerzas invisibles en torcerle el
cuello a la justicia para sacarle réditos a esos dos o tres polvos (¿o polvazos,
acaso?) con la única finalidad de llevarlo a la cárcel, para luego tratar de
forzar las cosas a un punto donde se viera justificada su extradición al país
que tanto necesita castigarlo por la osadía de haber puesto en entredicho –y en
ridículo, inclusive- su poderío imperial.
Y es aquí donde encuentran asidero las palabras del abogado español
Baltasar Garzón cuando asegura que su defendido está siendo objeto de
persecución política, en la medida en que “se le está violentando el derecho al
asilo”.
MORALEJA Y CONCLUSIÓN: No
es posible dilucidar con certeza si valiéndose de dos bellas mujeres el sexo
fue utilizado como carnada para pescar a la presa que con tanto celo buscan dos
potencias, pero sí es factible sospechar que una funcionaria de la justicia
sueca fue manipulada –o comprada, o reclutada, vaya uno a saber- hacia el
objetivo de darle cacería a como diera lugar al creador de la página de
Internet que sin disparar un solo tiro le hizo tanto daño a la nación más
poderosa del planeta.
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