miércoles, 14 de octubre de 2015

Quién paga: ¿el violador o la Iglesia?




A raíz de la sanción de 800 millones de pesos que la Corte Suprema de Justicia le impuso a la Iglesia Católica por el caso de dos niños usados como esclavos sexuales por el sacerdote Luis Enrique Duque en Líbano (Tolima), el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Luis Augusto Castro puso el grito en el cielo, la consideró “una ofensa” y agregó: “¿qué culpabilidad puede haber para la Iglesia frente a una cosa privada de un individuo, que no está de ninguna manera dentro de lo que la Iglesia pide a sus sacerdotes?". (Ver reacción).

La declaración del alto prelado daría para pensar que en esa congregación el abuso sexual es una rareza, y más si compara a los sacerdotes con los maestros cuando pregunta “cuántos profesores no pudieron estar implicados en esto, y jamás se ha dicho que queda castigado el ministerio de Educación o el Gobierno, porque son actos individuales".

Actos individuales, sí, pero hay una protuberante diferencia: a los profesores ninguna autoridad les impide casarse ni tener novia (o novio), mientras que a los sacerdotes sí se les impone el celibato, entendido este como la prohibición de unirse en matrimonio o tener vida sexual.

Equiparar a curas con maestros solo obra cuando ambos ejercen una labor pedagógica pero no en las relaciones que establecen con sus superiores, pues es solo a los religiosos a quienes les aplican una norma ‘contra natura’, para usar un término de la cosecha eclesiástica: la obligación de reprimir un instinto básico.

No hay duda en que si al magisterio también le obligara el celibato se dispararían los abusos en las aulas, porque es solo cuando al deseo no se le permite desahogarse por cauces naturales que el hormonado sujeto se ve impelido a saciar su instinto recurriendo al abuso o a la seducción mediante dádivas o halagos (“el que paga por la peca”), y forzando a su víctima a que mantenga el secreto por la vía de la amenaza o el chantaje.

El sexo es algo humano, demasiado humano, y es la prohibición de su práctica la que en gran medida propicia los abusos. Es por ello que a la Iglesia Católica le cobija gran parte de la culpa frente a algo que se extendió como una pandemia dentro del clero, en todos los continentes, y cuya manifestación más notoria habla de los 25.000 niños y niñas pobres de entre 10 y 15 años que fueron abusados en Irlanda desde 1950 por unos 400 religiosos y religiosas acusados por las víctimas (todos pertenecientes a la congregación de los Hermanos Cristianos); pasando por el caso del mexicano Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo y protegido por Juan Pablo II cuando se destaparon sus múltiples abusos; hasta el caso “individual” que hoy nos ocupa, el del cura Luis Enrique Duque que tuvo a su cuidado a dos niños de seis y ocho años que al cabo de tres semanas de maltrato presentaban “lesiones en el ano y desgarro en los genitales”. (Ver noticia).

Ochocientos millones de pesos son una suma insignificante para resarcir el daño físico, moral y psicológico causado a esos niños y a su familia de por vida. En lugar de asumir una actitud cristiana de humildad, en lugar de reconocer que –como sentenció la Corte- el delito ocurrió “en razón y ocasión de su función pastoral”, en lugar de pedir perdón a nombre del cura victimario, asombra hasta el escándalo ver que monseñor Castro se declara ofendido porque a su iglesia la obligan a indemnizar con dinero a las víctimas. Ante tan mezquina reacción, vienen a la memoria las palabras de Jesucristo en Lucas 17: “Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que ofender a uno de estos pequeños”. O como le dijo el Papa Francisco a la periodista Valentina Alazraki: “un solo cura que abuse de un menor, es suficiente para mover toda la estructura de la Iglesia y enfrentar el problema”.

Si de abusos se ha de hablar, el primero es contra los mismos clérigos a los que se les prohíbe casarse y/o tener sexo. Dicen amar a Dios sobre todas las cosas, pero a los sacerdotes y a las monjas les está negado el verdadero amor, el amor a una pareja. Un segundo abuso es el que se comete cuando un bebé es bautizado en el catolicismo o en cualquier otra religión contra su voluntad. Como dijo el eminente médico y científico Richard Dawkins, introductor del término ‘memética’ para referirse a la difusión de ideas y fenómenos culturales como si fueran genes: “no existen niños cristianos sino hijos de padres cristianos, de modo que la imposición de creencias a temprana edad debería considerarse abuso infantil”.

Algún día el debate filosófico y ético tendrá que darse por donde debe ser, por señalar el dañino papel que han ejercido las religiones en el desarrollo de la humanidad, y por denunciar la forma en que domestican las mentes de los ‘fieles’ hasta llevarlos a un estado de esclavitud mental donde erigen a un ser todopoderoso que vigila hasta los pensamientos de la gente, al que deben dirigirle abyectas ‘súplicas’ e invocar su misericordia (“ten piedad de nosotros”) y del que se autonombran representantes en la Tierra para pasarla bien rico a costa de sus ‘rebaños’.

No he de negar que la mayoría de sacerdotes y miembros de la jerarquía católica cumplen de buena fe su misión pastoral, pero mientras a los abusadores lobos con piel de oveja les llega el castigo divino –cuya espera por cierto ha sido vana desde los tiempos de la Santa Inquisición- es hora de reflexionar no solo en torno a si la Iglesia debería indemnizar a las víctimas de sus curas violadores (¡por supuesto que sí!), sino sobre la conveniencia de derrocar estructuras obsoletas de poder para remplazarlas por el imperio de la razón y el sentido común. Solo así será posible abrirle paso a un estado sano de salud mental para las generaciones venideras, ya que las nuestras y las antepasadas llegaron y se irán contaminadas por la imposición de una autoridad eclesiástica irracional, abusiva y mandada a recoger.

DE REMATE: Llegará el día en que si la Corte Suprema lo juzgara por su participación en la masacre de El Aro, ahí sí aplicarán eso de “lo que es con Uribe es conmigo”. Pero no los borregos que salen a la calle con el letrerito de marras, no, sino los que tienen las armas… y las mañas.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Por qué votaré por Didier



Dije en columna anterior que “la más grande apuesta política hoy en Santander gira en torno a saber si el coronel Hugo Heliodoro Aguilar y su hijo Richard unirán sus respectivos candidatos (Carlos Fernando Sánchez y Holger Díaz) o si seguirá cada uno por su lado”. También hablé de “una muy poderosa maquinaria donde padre e hijo juegan al ‘divide y reinarás’, en busca de neutralizar a cualquier eventual contrincante y juntarse de nuevo cuando las circunstancias lo ameriten”. Pues bien, en la noche del lunes 5 de octubre los hechos me dieron la razón: durante un debate transmitido por el canal TRO, Sánchez y Díaz anunciaron que irán unidos en busca de la gobernación de Santander.

De todos modos la confrontación entre padre e hijo no era ficticia, sino el resultado de una lucha de poder intestina en la que Richard buscaba consolidar un proyecto político propio (que incluía un ministerio en el gobierno de Juan Manuel Santos si apoyaba al candidato de La U), hasta que en ambos bandos vieron que la candidatura de Didier Tavera sería imbatible si continuaba la división familiar, y prefirieron unir fuerzas. Según una fuente de alta credibilidad, hoy las conversaciones giran en torno al reparto ‘equitativo’ del Contrato Plan, de CorpoPanachi y de las secretarías, donde la del Despacho se le asignaría a Sánchez, ‘ficha’ del coronel y única fórmula viable para que este pueda controlar los movimientos de la ‘ficha’ de Richard, Holger Díaz.

Esta alianza no da por descontado el triunfo del candidato del clan Aguilar, pues se unieron precisamente porque encuestas de diversa fuente mostraban inalcanzable la candidatura liberal, y parte de las sorpresas –que a partir de hoy se darán a granel- fue observar durante el debate de antenoche a un Didier nada apabullado por la noticia sino más bien retador, diciéndoles a Díaz y Sánchez que “así los dos se junten, no nos alcanzan”. Y ninguno lo refutó.

Si lo permite la respetable audiencia, dejaré aquí mi impresión sobre los tres aspirantes (que todavía son cuatro) a la gobernación de Santander, en consideración a lo que el resultado final de esta contienda puede significar para la tierra que me vio nacer:


De Carlos Fernando Sánchez digo lo mismo que dijo Diana Giraldo en Vanguardia Liberal: que es “el candidato sin alma”. A esto se le suma que tiene más carisma un  puercoespín en una piñata, y es el motivo por el cual le ordenarán declinar a favor de Holger. Pero el asunto con Sánchez no es estético sino ético –hasta lo penal, llegado el caso- pues en su condición de títere del coronel fue la punta de lanza para el montaje de un multimillonario negocio familiar cimentado en el turismo: hoy Panachi maneja recursos en su mayoría públicos, pero los dineros que recauda se convierten en privados y escapan al control estatal gracias a los privilegios que le brinda una reforma a la Ley del Turismo ‘chancleteada’ en el Senado por Nerthink Mauricio, hijo mayor del coronel.

En lo referente al médico Holger Díaz, sobre este recae el serio cuestionamiento de haber trabajado a sueldo para el grupo Saludcoop siendo él congresista y su esposa gerente regional de esa EPS en Santander. El periodista Daniel Coronell reveló un correo electrónico que el entonces representante a la Cámara le envió a Carlos Palacino, donde le dice que “te envío el texto definitivo del proyecto aprobado en las comisiones séptimas, te quiero molestar porque hace 2 meses no has vuelto a consignar. Muchas gracias. Holger”. Eso para Coronell constituye delito de concusión, pero lo más reprochable es que la familia Díaz –o sea el par de esposos- se lucraba  de lo que Saludcoop les quitaba a los aportes de los usuarios, lo cual condujo a la ya conocida crisis del sistema nacional de la salud.

En medio de este enredo de pasiones políticas sobresale el nombre de Leonidas Gómez, hijo de padre liberal y madre conservadora, quien recogerá el voto de opinión y tendría inmensas posibilidades de ser el próximo gobernador de Santander… si existiera el voto obligatorio. Pero como este no existe y no vota ni la mitad del censo electoral, la mayor votación recaerá en quien tenga las mejores avanzadas, estrategia y organización logística de campaña. Es aquí donde Leonidas no tiene la más remota posibilidad de conquistar el triunfo, y donde la unión de Díaz y Sánchez suma votos, sí, pero esta se enfrenta a la casi totalidad de la clase política en Santander representada en los partidos Liberal, Conservador, Cambio Radical y otros, que apoyan a Didier.

Estamos a punto entonces de presenciar una ‘lucha a muerte’ entre dos poderosas maquinarias, sobre un escenario donde además se presenta una muy extraña paradoja: con Holger Díaz el uribismo se vería obligado a votar por el candidato del Partido de La U, o sea el de Juan Manuel Santos. En otras palabras: ¿estarán dispuestos los partidarios de la paz a votar por el candidato que pese a ser el del Presidente, de la noche a la mañana apareció convertido en el candidato del coronel Aguilar, o sea el de Álvaro Uribe, amigo de la guerra? ¿Quién entiende semejante oxímoron?

Durante la pasada campaña electoral escribí una columna titulada ‘Tocó votar por Santos’, donde dije que “lo más perjudicial que le podría ocurrir a la paz de Colombia sería que Zuluaga obtuviera más votos que Santos en la primera vuelta”, como en efecto ocurrió. Fue por ello que sin ser santista di mi voto en ambas vueltas por el presidente en ejercicio, y su reelección condujo a evitar lo que con el triunfo del candidato títere de Uribe habría sido una catástrofe humanitaria para Colombia.

Hoy me enfrento a la misma disyuntiva, pues es obvio que detrás de la familia Aguilar está el expresidente Uribe. Desde el primer día de esta campaña manifesté mi simpatía por Leonidas Gómez, sobre todo después de saber que fue escritor y director de teatro durante diez años y promotor cultural toda la vida, pero hoy soy consciente de que ‘el palo no está para hacer cucharas’.

Es por ello que anuncio desde ya mi voto por Didier Tavera, alguien a quien además he visto en acción y he descubierto que es el que mejor se expresa, y porque despierta fervor y acogida sincera entre su gente, algo de lo cual carecen Díaz y Sánchez. Pero por encima de cualquier otra consideración, mi voto por Didier encarna la esperanza en que vientos nuevos comiencen a soplar para Santander cuando sea posible al menos atajar al coronel Hugo Heliodoro Aguilar y todo lo que él representa.

DE REMATE: No puedo retirarme sin manifestar mi asombro ante el hecho inusual de que el coronel Aguilar anda metido hasta los tuétanos en una campaña electoral, pese a que sigue siendo reo de la justicia. El hombre está en libertad condicional porque cumplió las tres cuartas partes de la pena, sí, pero hoy paga la cuarta parte restante, y en tal medida ni siquiera puede ejercer su derecho al voto. ¿Restringe esa condición de reo sus derechos civiles de participar en política? Averígüelo Vargas…

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Uribe no es ningún hazmerreír



El impacto que produjo en Álvaro Uribe Vélez el anuncio de que en el curso de los próximos seis meses se firmará un acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC fue tan demoledor, que de la burla se puede pasar fácilmente a desarrollar un sentimiento de genuina compasión.

Algo ocurre en él que parecería rebasar los límites de la cordura, y eso debe tener en aprietos a la plana mayor de su partido (Óscar Iván, Rangel, Paloma, José Obdulio…), que deben estar pensando ‘trágame tierra’ pero nada pueden hacer, porque donde manda caudillo no interviene segundón, y segundones son todos en el Centro Democrático, menos Uribe.

En el curso de las 48 horas siguientes al anuncio de una fecha para la paz acompañado de la foto de Santos y alias Timochenko dándose la mano, Uribe envió al menos 96 mensajes de Twitter que fueron vistos por sus cuatro millones de seguidores (yo no, porque me tiene bloqueado), los cuales dieron pie a que Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, reportara al Washington Post que “está tuiteando una tormenta. Simplemente no se detiene (…) es implacable”. (Ver artículo). Y ese mismo periódico al día siguiente lo comparó con el sujeto que suele interrumpir un espectáculo gritando desde las gradas, y agregó que “está librando una guerra individual contra el proceso de paz con las FARC”. (Donde ‘individual’ significa que ni su propio partido lo apoya).

Pero ahí no para la vergüenza –para el país, inclusive-, porque a continuación el Huffington Post reparó en un fotomontaje que Uribe reprodujo en su cuenta de Twitter como si fuera real: una portada del Daily News en español, edición que no existe. Y dijo que “un expresidente acaba de hacer el ridículo con una portada falsa”.

Hizo el ridículo, sí, ante propios y extraños, pero tal vez no se ha contemplado que semejante ‘oso’ pudiera ser intencional, o sea calculado. Ahí Uribe no le habla al ilustrado que enarca sus cejas en señal de asombro ante tan burdo montaje, sino a la plebe inculta y abyecta, esa que asume como verdad eterna todo lo que sale de la boca o del Twitter de su líder, y cualquier cosa que se diga en su contra obedece a que es víctima de persecuciones, pero no importa porque él es “un guerrero y el modelo de hombre heroico a seguir”, como le escuché decir a un taxista bajando del aeropuerto Palonegro. (A quien preferí no llevarle la contraria, por supuesto…)

Por esos mismos días circuló otro fotomontaje, esta vez de la supuesta cuenta ‘oficial’ de Juan Manuel Santos donde se lee que “Hoy le quiero pedir a Timochenco (sic) perdón por todos los guerrilleros muertos en combate, los Colombianos pidamos perdón”. Y el mensaje aparece retuiteado por Gustavo Petro. No vamos a decir que esta segunda ‘pieza de campaña’ haya sido craneada también por Uribe, pero se ajusta a los cánones de la propaganda negra que ciertas agencias de inteligencia secreta suelen elaborar y distribuir con perverso propósito, algo en lo cual el exmandatario es un verdadero genio. (En lo de la propaganda, quiero decir).

Cualquier persona medianamente informada se burla con desdén de esos dos fotomontajes, pero no comprende que ambos cumplieron el objetivo político buscado, pues todo ignorante ‘adorador’ del caudillo que los vio se enteró de que un periódico norteamericano se lamentaba porque Santos les regaló la patria a las FARC, y no contento con eso el Presidente le pidió perdón al más grande guerrillero que hay en Colombia, y como si fuera poco les ordenó a los colombianos hacer lo mismo…

¿Les parece poquita cosa lo que se inventó Uribe para manchar la imagen del presidente que por fin fue capaz de ponerle el ‘cascabel al gato’ de los eternos saboteadores de la paz? Que los periodistas digan que se convirtió en hazmerreír de los medios internacionales, eso le resbala como el agua sobre las alas de un pato. Bastarán unos días para que los editores de los grandes medios nacionales se olviden del burdo montaje y vuelvan solícitos a reproducir cuanta barrabasada se le ocurra espetar de su boca mentirosa, aunque asombrosamente calculadora.

Así las cosas, de aquí al 23 de marzo venidero algo nuevo se ingeniará para convencernos que de hazmerreír no tiene nada, porque todo lo planea, elabora y emite con frío cálculo. E iremos descubriendo, además, que esas aparentes burradas sin anestesia son para que nos quede claro que ni a él ni a quienes le acompañan desde la penumbra les van a hacer tragar tan fácil el sapo de la paz y la reconciliación entre los colombianos.

¿Un hazmerreír? No señores. Un hazmellorar.

DE REMATE: A lo que más le teme Uribe es a la Comisión de la Verdad, aprobada en el ciclo 37 de la Mesa de Diálogo de La Habana y definida como “Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la convivencia y la no repetición”. Ese esclarecimiento de la verdad puede servir por ejemplo para saber de qué tan alto llegaron las órdenes en torno a los ‘falsos positivos’, algo que involucró a todas las brigadas del Ejército, incluso a las que estaban en zonas sin presencia guerrillera. Las ejecuciones extrajudiciales son delitos de lesa humanidad, no amnistiables ni excarcelables. Si Jesucristo decía que “la verdad te hará libre”, en este caso ocurriría lo contrario: “la verdad te hará preso”.

martes, 22 de septiembre de 2015

Objetivo: hundir a Serpa




Hoy he querido abusar de la confianza que me brindan El Espectador y su ilustre director, don Fidel Cano, para anunciar un libro de mi autoría que será lanzado la semana entrante en la Sociedad Económica de Amigos del País, titulado ‘Objetivo: hundir a Serpa’. La empresa que lo patrocina es Ícono Editorial, dirigida con eficiencia por Gustavo Mauricio García, veterano editor. El prólogo es de León Valencia y en la investigación periodística fue valiosa la colaboración de Lucho Celis, hoy vinculado a Las 2 Orillas, aportando luces para la solución del conflicto armado.

El libro es una entrevista periodística de largo aliento a Horacio Serpa Uribe. Su origen se ubica en noviembre de 2014, cuando con motivo de un nuevo aniversario del asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado arreció una dura campaña mediática contra Ernesto Samper y Horacio Serpa, en la que confluyeron las periodistas María Elvira Arango con Los Informantes de Caracol, Vicky Dávila con La FM de RCN y María Isabel Rueda desde sus trincheras en El Tiempo y La W.

Por eso días le propuse a Horacio Serpa que me concediera una entrevista para Semana.com –donde el suscrito escribía una columna semanal desde enero de 2010- en la que diera respuesta a las acusaciones que desde esos medios le llovían en cerrada descarga. Serpa no aceptó y a cambio me propuso una entrevista, sí, pero en forma de libro, donde me autorizaba para que yo fuera en busca de sus enemigos políticos o detractores y les invitara a formular todas las preguntas que quisieran sobre el proceso 8.000 o sobre el asesinato de Álvaro Gómez, y él se comprometía a no dejar ningún interrogante sin resolver.

Ahí fui yo quien no aceptó, pues me parecía que un libro girando exclusivamente en torno al gobierno de Ernesto Samper podría tornarse monotemático. Lo que sí hice a continuación fue escribir una columna, titulada María Isabel Rueda y su fábrica de ‘mala leche’, donde dije que la columnista “se está convirtiendo a pasos agigantados en la ‘Negra Candela’ de la política”, y para respaldar mi afirmación mostré los métodos de los que ella se vale para tratar de hundir a los que están en la otra orilla de su muy conservadora visión de la política.

Ni corta ni perezosa, la señora Rueda en lugar de responder una pregunta pertinente que allí le formulé, corrió a quejarse con el dueño de Semana, don Felipe López Caballero, porque supuestamente yo la había insultado, y este hizo valer su muy respetable amistad con la quejosa y procedió a retirar mi columna como quien retira una mota de su fino suéter escocés.

Yo había pensado dejar las cosas de ese tamaño, básicamente para no cerrarme puertas en Semana, pero cambié de idea cuando un colega me dijo: “es que a usted no lo echó Felipe López; a usted lo echó María Isabel Rueda”. Ahí comprendí que guardar silencio encerraba una actitud pusilánime, porque suponía reconocer una culpa que no tenía. Así que acepté la amable invitación del portal Las 2 Orillas para contar lo que me había pasado, y fui el primer sorprendido con el tsunami de solidaridad que se despertó en las redes sociales, y en Twitter recibí trinos públicos de apoyo de gente vinculada a Semana, como el editor de Cultura, Eduardo Arias, o los columnistas Daniel Coronell (…”les hará falta a muchos lectores, entre ellos a mí”) y Martha Ruiz (“Semana debería recapacitar”).

En medio de esa batahola mediática me pareció tentadora la idea del libro que proponía Horacio Serpa, porque era la oportunidad para exponer en más detalle mis diferencias políticas y conceptuales con ciertas vacas sagradas del periodismo. Solo que le sugerí al dirigente liberal abordarlo como un amplio reportaje de intención biográfica, donde el punto de partida fueran sus respuestas –hasta agotar existencias- en torno a lo de Álvaro Gómez y el proceso 8.000, pero agregando el recuento de su vida y su carrera política, e incluyendo por supuesto a Santander y Barrancabermeja, en procura de ‘atender’ todas las acusaciones o los cuestionamientos de sus adversarios por aquí, por allá y por acullá. Y en eso nos pusimos de acuerdo.

Habrá quienes lleguen a pensar que el propósito del libro es “hundir a Serpa”, pero eso no es culpa mía sino del personaje, porque fue suya la idea de nutrirme de información suministrada por sus propios enemigos y opositores. En esa tónica el lector será testigo de que fui implacable con el entrevistado, a tal punto que en ocasiones quise ponerme en el papel de quien lo asume culpable. Pero lo hice en acatamiento a su ordenanza, y temo por ello que alguien se pueda formar la impresión de estar frente a una entrevista sin contemplaciones.

Sea como fuere, en ningún momento se le escuchó decir a Serpa “siguiente pregunta”, o cosa por el estilo.

martes, 15 de septiembre de 2015

El coronel Aguilar y la traición de su ‘retratico’


La más grande apuesta política hoy en Santander gira en torno a saber si el coronel Hugo Heliodoro Aguilar y su hijo Richard unirán sus respectivos candidatos (Carlos Fernando Sánchez y Holger Díaz) en algún momento de la campaña a la gobernación, o si seguirá cada uno por su lado hasta el final. Si nos atenemos a lo que ha ocurrido desde la posesión del actual gobernador, todo indicaría que ‘la distancia entre los dos es cada día más grande’, y el origen de la pugna estaría en que el poder ejerce tal fascinación, que cuando se accede a él se olvidan hasta los lazos familiares. En el caso que nos ocupa, antes que honrar compromisos, el vástago del coronel estaría buscando desligar ataduras para volar con rumbo propio.

Al terminar su gobernación el coronel Aguilar, elegido por Convergencia Ciudadana en 2004 de la mano del también parapolítico Luis Alberto Gil, quiso conservar el manejo del departamento en Didier Tavera. Pero fue derrotado por Horacio Serpa, a quien luego culpó de haber sido el causante de su encarcelamiento en 2011, con estas palabras: “el montaje se inició cuando yo derroté a esa hegemonía que había en Santander. Hugo Serrano y Horacio Serpa fueron los que me hicieron meter preso, me hicieron inhabilitar de su consuegro, el procurador Ordóñez”. Sea como fuere, ante su captura el portal Verdad Abierta lo definió como “el héroe que se convirtió en villano”. (Ver artículo).

Aguilar quiso luego sacarse el clavo con Serpa y para el cumplimiento de esa tarea comisionó a su hijo Richard Alfonso, un abogado de la universidad Sergio Arboleda de Bogotá que jamás había participado en política y se desempeñaba como Encargado de Negocios de la embajada de Colombia en Chile. Aunque nunca tuvieron una relación cercana porque el coronel casi no tenía tiempo para el hogar, en esa coyuntura era el único en quien podía confiar. Richard nunca perteneció a Convergencia Ciudadana, pero en ese partido eran escasos los que por su prontuario estaban habilitados para hacerse elegir.

Así que Richard Alfonso Aguilar Villa puso la cara por el papá, y se inscribió con firmas mediante el movimiento Santander en Serio, y el 30 de octubre de 2011 fue elegido a sus 30 años de edad con 481.362 votos. El día de la posesión el coronel dijo que a la gobernación había llegado “mi retratico”, y el retratico le correspondió afirmando que “Santander también eligió a Hugo Aguilar”.

Pero esta es una premisa que el gobernador no ha cumplido, porque desde que probó las mieles del poder se le ha visto más bien desobediente a las instrucciones de su progenitor. Ello permitiría entender lo que un vecino de celda del coronel en la cárcel de San Gil le contó a este columnista sobre una visita que Richard le hizo hace más de un año a su padre, durante la cual según palabras del testigo se escuchó una fuerte discusión a grito herido, que habría incluido el sonido de una cachetada.

¿Qué hay de por medio en esta radical confrontación padre-hijo? En primer lugar hay la ejecución de un gasto departamental que solo en el Contrato Plan se acerca a los ocho billones de pesos, y hay además la grabación de una reunión política revelada por La W, donde el coronel Aguilar se refiere en términos muy despectivos al candidato de Richard y dice sin mencionar su nombre que “al gobernador” lo están utilizando los liberales. Y a nadie por muy hijo que sea le gusta que su propio padre lo pinte de calanchín o mandadero de otros, con lo cual se habría ahondado la distancia.

Si de calanchines se ha de hablar, este sí es el papel que está representando Carlos Fernando Sánchez, a quien la brillante columnista y subdirectora de Vanguardia Liberal, Diana Giraldo, pinta en una de sus columnas como “una especie de candidato sin alma, que presta su cuerpo y su imagen para que otro reencarne. Como un zombi”. En otras palabras, como un modelo a escala de lo que fuera el ‘uribito’ Andrés Felipe Arias para el expresidente de marras.

Lo que no se ha dicho de todos modos es que la pelea no es solo entre padre e hijo, sino también entre el liberalismo y los ‘nuevos ricos’ de la política. Es aquí donde de nuevo entra en escena Horacio Serpa, también con el ánimo de sacarse el clavo por la derrota que le propinó el coronel Aguilar cuatro años atrás, y es entonces cuando lo vemos desde los primeros días de 2012 en efusivo abrazo con su sucesor, y a continuación en aproximaciones con quien fuera el candidato del coronel en 2008, Didier Tavera, y abriendo incluso puntos de acercamiento con Luis Alberto Gil, sin cuya ayuda Hugo Aguilar nunca habría conquistado la gobernación en 2004.


En lo que a Tavera se refiere, no es fácil dilucidar quién inició acercamientos con quién, si Didier con Serpa o este con aquel, pero lo que al parecer hay detrás –como dije en columna anterior- es la aplicación del refrán “para mordedura de perro, pelos del mismo perro”. Esto paradójicamente podría beneficiar a Santander, pues la consigna que al parecer se han trazado los liberales es impedir a como dé lugar el triunfo del candidato del coronel Aguilar, lo cual incluye desde la maratónica visita reciente del expresidente César Gaviria al departamento, hasta el ofrecimiento de un ministerio a Richard por parte de Juan Manuel Santos, con el nada disimulado propósito de que el actual gobernador suelte amarras y se pase al lado ‘sano’ (o al menos malsano, digamos) de la política.

No es fácil para el santandereano de a pie entender que hoy Horacio Serpa ande ‘de pipí cogido’ con quien hace ocho años fuera el candidato del coronel, pero cuando uno advierte que la política del menudeo que este ha venido aplicando –de repartir platica y favores por todos los pueblos y veredas- podría llevar a la gobernación a un títere suyo, es cuando se entienden los sacrificios que a veces hay que hacer para evitar que Santander se vaya definitivamente por el desbarrancadero…

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DE REMATE es la sofocante invasión de moscas que vive el aeropuerto Palonegro de Bucaramanga: ‘atacan’ en copiosa cantidad el tetero del bebé, la pechuga de pollo, el vaso de jugo, la cara de los pasajeros. Esto daría para decretar una emergencia ambiental. Pregunté a qué obedecía el fenómeno y hablaron de criaderos de marranos y galpones de avicultura cercanos. Eso no es justificación, el problema requiere solución urgente. ¡¿Quién podrá defendernos?! 

martes, 8 de septiembre de 2015

El ‘correíto’ de EE. UU. sobre Uribe




Del mismo modo que hace diez años el industrial Fabio Echeverri Correa descubrió el ‘articulito’ que se requería derogar para que Álvaro Uribe fuera presidente de Colombia por segunda vez, la última columna de Daniel Coronell podría estar aportando el ‘correíto’ que el país necesitaba para descubrir el verdadero rostro del expresidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez.

Digo ‘correíto’ porque las fuerzas oscuras que bajo cuerda gobiernan este país tratarán de minimizarlo, y corresponde a la misma estrategia implementada cuando a algo tan espantoso como el asesinato de miles de jóvenes para hacerlos pasar como bajas propinadas a la guerrilla, lograron darle el azucarado nombre de ‘falsos positivos’. Con eso, le quitaron los ríos de sangre que hubo de por medio.

La importancia del documento que aporta Coronell es que proviene de una fuente norteamericana 100 por ciento confiable, y en esa medida no deja dudas sobre las nefastas tramas que se urdieron en el gobierno de un sujeto de quien hasta el propio Barack Obama desconfiaba, al evidenciar las perversas entretelas del poder subterráneo que manejaba.

El único problema de la referida columna de Daniel Coronell es que al titularla El ‘e-mail’ de Hillary haría pensar que se trata de algo pequeño, cuando en realidad se está ante un documento altamente explosivo, que si hubiera sido revelado no en Colombia sino en cualquier país donde impere la ley, su principal implicado estaría no sé si en la cárcel pero sí siendo juzgado, pues aporta meridiana claridad sobre la información secreta que el gobierno norteamericano conocía sobre las prácticas aviesas y criminales de Uribe Vélez en sus ocho años de gobierno.

Estamos hablando de una serie de correos enviada al Departamento de Estado por el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield. En uno de ellos insta a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a que sea prudente en los elogios a Álvaro Uribe y más bien le recuerde en su reunión con él la necesidad de investigar los falsos positivos, la corrupción en el DAS que efectuaba las chuzadas y la parapolítica que incluía a aliados, funcionarios y a un familiar del presidente.

Lo llamativo de ese ‘correíto’ es que acoge como ciertas las mismas acusaciones que magistrados, periodistas independientes y políticos opositores le hacían a Uribe, y por las que estos recibían como respuesta ser tildados de amigos o patrocinadores del terrorismo. Pero no las acoge porque Brownfield opinara que quizá esos opositores tendrían razón, sino porque recibía de sus fuentes información de primera mano que le hacía constatar cosas como estas: “las fuerzas de Seguridad de Colombia habrían asesinado a 1.486 civiles durante los primeros seis años de la presidencia de Álvaro Uribe”; “el DAS fue puesto al servicio de líderes paramilitares y narcotraficantes para espiar e intimidar a magistrados de la Corte Suprema, políticos opositores, periodistas y defensores de derechos humanos”; “las escuchas telefónicas, los seguimientos y la guerra política vinieron del más alto nivel de la Presidencia”. Etcétera. (Y el ominoso etcétera puede ser consultado en la página del Departamento de Estado, www.state.gov).

Aquí no se trata de repetir la columna de Daniel Coronell sino de hacer ver que no era cualquier pintado en la pared sino el embajador de Estados Unidos –conocedor como ningún otro del país donde ejercía su labor diplomática- quien le advertía a la señora Clinton antes de su viaje a Colombia sobre la ‘fichita’ con la que habría de tratar, y es reflejo de las serias preocupaciones que abrigaba el Departamento de Estado por los abusos de todo tipo cometidos en el gobierno de Uribe.

En coincidencia con tan demoledora revelación se conoció una noticia de similar importancia, como fue la renuncia de Otto Pérez a la presidencia de Guatemala y su posterior confinamiento a prisión por un delito de corrupción que, comparado con los crímenes de toda laya que le endilgan a Álvaro Uribe, no pasaría de ser una infracción leve a las buenas costumbres. Y todo gracias a una investigación realizada por el mismo que siendo en Colombia magistrado auxiliar de la Corte Suprema, adelantó una investigación sobre la parapolítica que lo puso en el ojo de la persecución del entonces presidente Uribe, porque involucró a su primo Mario. El nombre de grata recordación de este investigador es Iván Velásquez, convertido en héroe de la jornada por los mismos guatemaltecos en ingeniosos memes.

¿Cómo es posible que mientras en Guatemala el presidente de ese país termina acusado, defenestrado y enviado a prisión gracias a una investigación adelantada por Iván Velásquez, en Colombia el presidente que lo persiguió por haberse metido con su primo y que está acusado incluso de haber propiciado crímenes de lesa humanidad como los ‘falsos positivos’, aún conserve niveles de popularidad superiores al 50 por ciento, pese a las muy graves cosas que de él sabía hasta el mismísimo presidente de Estados Unidos, Barack Obama?

En busca de una explicación a tan absurda paradoja, llega a la memoria lo que Franklin Delano Roosevelt decía de Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua: «Es posible que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

DE REMATE: Tan sorprendente como la revelación de ese ‘correíto’ es la poca repercusión que la noticia tuvo en los medios nacionales. Lo mismo ocurrió con la también explosiva y extensa declaración de alias don Berna a la Fiscalía revelada por Caracol Radio este lunes 7 de septiembre, donde de nuevo aparece Uribe rodeado de gente de la peor calaña. Pero todo indica que estamos frente a un hombre milagroso, porque se ha bañado en las piscinas de la mafia, del narcotráfico (el número 82, según The National Security Archive), de la parapolítica, de las chuzadas del DAS y de los falsos positivos pero… ¡no se moja!

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Hay cuatro clases de miserables




Lo que hizo el presidente Nicolás Maduro al ordenar la expulsión de colombianos humildes, es cosa de gente miserable. Semejante deportación masiva viola de manera flagrante el Derecho Internacional Humanitario, pero ante todo es una humillación adrede, no solo para los deportados sino para Colombia entera. Su propósito fue provocar una reacción similar del país ‘hermano’ (por ejemplo, la ruptura de relaciones), de modo que fuera posible convocar la voluntad nacional de los venezolanos en torno a un enemigo común y así distraer la atención sobre las graves dificultades que afronta la economía de ese país tras la caída en picada del precio del petróleo.

También es cosa de miserables lo que hizo el expresidente Álvaro Uribe al viajar raudo a la frontera a alborotar el avispero, megáfono en mano, como hiena que acude a saciar su hambre al olor de la carroña. El propósito que perseguía es puramente político, y lo consiguió colinchado en la torpeza política de Maduro, quien se ha dedicado a magnificarlo con su paranoide obsesión de señalarlo culpable de todo lo malo que pasa en Venezuela.

Anida miseria en su alma el que se aprovecha del dolor ajeno para repartir mercados que espera traducir en votos hacia su causa, en medio de una coyuntura que pinta desfavorable para sus candidatos a gobernaciones y alcaldías. Es el mismo talante miserable del que publica fotos de policías muertos en su cuenta de Twitter para hundir el dedo en la llaga del dolor patrio, con la mira puesta en perjudicar la imagen del presidente Santos en su búsqueda de la reconciliación entre los colombianos.

Imaginemos no más si a todos los partidos les hubiera dado por hacer lo mismo que Uribe, y hubieran montado tarima en Cúcuta o alrededores para arengar a la población, o para repartir mercados, o para lo que fuera. Lástima que no lo hicieron, pues habría bastado con que otro dirigente político acudiera a la misma fórmula para haber despertado la indignación de los expulsados, al sentirse utilizados con propósito electorero. Pero al haber sido Uribe el que aprovechó el ‘papayazo’ que le dio Maduro, quedó la impresión de que fue el único que se compadeció de la desgracia de sus compatriotas. Porque genio de la propaganda, eso sí es. Solo que dañino, maligno, perverso, sinuoso, cínico y avieso.

Hay una tercera clase de miserables, y es la de los medios de comunicación que se regodean en el drama humano de las deportaciones con un objetivo también político: despertar odio hacia el régimen de Maduro. No se trata de defender lo indefensable, pero la semana pasada fue tal la saña de los noticieros de RCN y Caracol en mostrar imágenes del sufrimiento y la tragedia humana provocada por el déspota tropical, que llegó un momento en que tocaba apagar el televisor al mediodía para poder almorzar sin náuseas.

Una cosa es informar, otra cosa es vender miseria, revolcar aquí también el dedo en la llaga, editorializar con un manejo sesgado de la noticia, casi con la intención de provocar el llanto. Como dijera Gladys Peñuela-Kudo en Las 2 Orillas, “qué manera tan maniquea, superficial e irresponsable de azuzar a la opinión pública ante un hecho que debería tener un manejo más serio y eficiente”.

En medio de semejante barahúnda hay una cuarta clase de miserables, pero es la de los miserables buenos, representados en lo literario por el Jean Valjean de Víctor Hugo, y hace referencia a aquellos seres indefensos que se vieron lanzados a una vida de miseria por cuenta de una decisión política ajena a sus voluntades. Esos son los miserables que despiertan nuestra compasión y solidaridad, porque son utilizados con calculada frialdad por los miserables ya descritos.

DE REMATE: Al cierre de esta columna se reporta la aparición de una valla de Pacho Santos donde con un oportunismo ramplón –línea uribista 100 por ciento- dice que “Con su voto este 25 de octubre le vamos a tapar la boca a Maduro”. Aquí ya no se trata de un miserable sino de un badulaque que cree que su candidatura es a la Presidencia de la República, pues solo en condición de presidente podría taparle la boca a Maduro. El lado tragicómico de tan ‘brillante’ iniciativa reside en que si no sale elegido alcalde, significará que los votantes le taparon la boca al muy folclórico Pachito. Mejor dicho, cualquier parecido con Goyeneche no es simple coincidencia.