En
relación con la columna que la semana pasada puso a José Obdulio Gaviria en el
ojo del huracán periodístico, el mejor titular lo dio Horacio Serpa Uribe en Hora 20 de Caracol: “A
José Obdulio se le acabó el tiempo”. Tan irónico acierto se sustentaba en una
declaración que el director de El Tiempo, Roberto Pombo, había dado ese mismo
día a Todelar, cuando dijo que “si José Obdulio presenta renuncia, se la
acepto”. Y más adelante, en esa misma entrevista, agregó que “si la información
es malintencionada, tenga la seguridad de que la columna no se repite y José
Obdulio no vuelve a hacer columna”.
Pues bien,
todo indica que a Pombo le llegó información según la cual la columna en
mientes no fue malintencionada –en cuyo caso la habría escrito de buena fe-,
pues en declaraciones posteriores para La W, cuando le preguntaron qué pasaría
con José Obdulio, respondió que “no lo sé, quiero ir paso por paso y no quiero
tomar decisiones con la sangre hirviendo”. A no ser que una cosa haya pensado
él y otra el nuevo dueño de El Tiempo, Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien no
habría dado el aval para su retiro; pero eso ya nos mete en el terreno de las
odiosas suposiciones.
Sea como
fuere, la bien ‘dateada’ revista Semana informa en su edición de este domingo (1586)
que “ningún escrito de José Obdulio será tan esperado como el de esta semana.
Si el miércoles entrante aparece su columna, se verá en qué términos es la
rectificación o qué margen de credibilidad les deja a sus supuestas fuentes”.
Esto significa
por un lado que no fue José Obdulio (por ahora) sino El Tiempo el que decidió
retractarse, y por otro que el sibilino columnista no será tan idiota de
presentar una renuncia que no le pidieron. De modo que al más fiel escudero de
Álvaro Uribe no sólo no perdió El Tiempo, sino que le acaban de dar una segunda
oportunidad sobre la Tierra para seguir confundiendo a la opinión pública con
su particular visión de las cosas, alineada a los poderosos intereses oscuros
que él representa.
Hablando
de idiotas –en este caso útiles- el ya citado artículo de Semana agrega:
“aunque hay sin duda algo de manipulación de parte suya, no es de descartar que
fuentes de las fuerzas oscuras que se oponen a la paz en Colombia lo utilizan y
él les cree”. Lo anterior indicaría que ni en Semana ni en El Tiempo tienen
seguridad de que el columnista haya actuado de mala fe, en la medida en que
pudo haber sido utilizado.
Y es aquí
donde llegamos al meollo de la discusión (y del disenso), pues no es la primera
vez que el palafrenero de la ultraderecha le tuerce el pescuezo a la realidad
para acomodarla a lo que le dictan los que sí saben para qué sirve el poder
propagandístico de tener una columna en el diario más influyente del país.
En lo que
ya constituye una especie de modus operandi, conviene traer a colación el
‘hallazgo’ de un supuesto libro de Tirofijo que recoge cartas suyas, el cual le
habría sido entregado a Gaviria en el aeropuerto de El Caguán, gracias a que
“los designios del Creador son insondables”, según columna del 17 de julio.
En defensa de su última columna (la que lo tuvo con un pie afuera de El Tiempo,
pero ya no), afirmó que “es literatura política”, no sin antes advertir que
“tengo unas fuentes que no han fallado nunca”.
Pues bien,
en la columna sobre el libro de Tirofijo se repite su recurrencia a la
literatura política, sumada a una coincidencia, pues allí aparece también
Sergio Jaramillo, el “asesor de seguridad” de Juan Manuel Santos y hoy
negociador de paz, interesado según JOG en que “una carta dirigida por los
izquierdistas al Presidente” le sirviera “para perseguir a algún general,
coronel o mayor”.
Esto es
indicativo de que tanto esa columna de julio como la más reciente del miércoles
19 de septiembre tenían un objetivo común (intento de sabotaje al proceso de
paz) y que ambas fueron construidas con base en montajes o presupuestos
intencionalmente falsos, entre ellos uno traído de los cabellos: en el libro
mencionado figuran misivas donde Marulanda estaría reconociendo que el
asesinato de Álvaro Gómez Hurtado fue planeado y ejecutado por las Farc, en
versión que de manera irresponsable un solo medio recogió, el portal
Kienyke.com, con el titular “Las Farc asesinaron a Álvaro Gómez según cuatro
cartas de Tirofijo”, dando así por sentada la veracidad de la información.
Resulta
entonces difícil de creer que esas “fuerzas oscuras” (y conste, lo dice Semana)
se hayan aprovechado de la ingenuidad del columnista para convencerlo de
escribir lo que en caso contrario su ética periodística le habría impedido
hacer. Más bien, se ciñe a la lógica creer que él actúa como quintacolumnista
de un poderoso aparato de propaganda que opera en coordinación con otros
‘periodistas’ que cumplen la misma función, como Ricardo Puentes, el mismo que
llevó a la Procuraduría General a Édgar Villamizar para que dijera que él no
era el mismo que había testificado contra el coronel Alfonso Plazas Vega por lo
del Palacio de Justicia (y la Procuraduría le creyó, pero las pruebas
científicas dijeron otra cosa), y el mismo que el 18 de junio pasado escribió
en su página de Periodismo sin Fronteras que
el padre de Sigifredo López fue un “miembro de las guerrillas comunistas que
posteriormente se llamarían FARC”, y que el padrino de su boda había sido
Tirofijo.
La
conclusión que se puede sacar de tan bochornoso episodio es que detrás de José
Obdulio Gaviria hay un poder intangible pero actuante, que El Tiempo al parecer
no se atrevió a tocar. De modo que habla mal del columnista su sarta de
mentiras con propósito perverso y desestabilizador, pero también habla mal del
primer diario del país que no haya tenido la enjundia, el coraje, la
responsabilidad periodística y/o el valor civil de retirarlo de sus páginas.
Twitter:
@Jorgomezpinilla
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