El cáncer
que le sobrevino a Hugo Chávez en meses pasados, su posterior recuperación y el
triunfo electoral de este domingo son la mejor prueba de que “no hay mal que
por bien no venga”. Al presidente de Venezuela se le apareció la enfermedad
como si se le hubiera aparecido la Virgen, porque gracias en gran parte a la
explotación política que supo hacer de ella, logró por cuarta vez la
presidencia de la República Bolivariana.
Todavía hay
quienes piensan que el cáncer que lo tuvo al borde de la muerte pudo ser una
ficción fríamente calculada hacia el cumplimiento de un propósito político de
gran envergadura, en una operación que habría contado con el apoyo logístico de
Cuba y con un libreto escrito por una mano prodigiosa. Pero una elucubración de
este calibre se ubica en el repertorio de las ‘teorías de la conspiración’,
donde sobresale la que tendría cómo probar que el ataque a las Torres Gemelas
de Nueva York fue un plan siniestro armado por el propio gobierno de George
Bush para arreciar su guerra contra Al Qaeda y justificar la invasión a Irak.
En el caso
de Venezuela dicha teoría se cae por su propio peso, ante dos evidencias
palmarias: primera, que la indiscutible transformación física que ha sufrido
Chávez –manifiesta en su rostro abultado- está ligada a los esteroides que
viene tomando para ‘enmascarar’ el cáncer; y segunda, que la mayor parte de su
tratamiento lo ha recibido en Cuba, país cuya medicina ostenta un prestigio
mundial que no estarían dispuestos a arriesgar mediante el montaje de una operación
fantasiosa, en la que se requiere poner de acuerdo a muchas, muchísimas
personas para mantener el secreto de la trama.
Superado
este acápite, lo que no se puede poner en duda es que en el curso de los
últimos meses Chávez dio muestras de una habilidad genial –que muchos juzgarán
diabólica- para transformar a su favor lo que se veía venir como una debacle:
Venezuela enfrentada a una difícil situación económica, con una situación
inmanejable de inseguridad en sus calles, una elección en ciernes y el Comandante
en Jefe de la revolución bolivariana a punto de morir, presagiaban el abismo.
Lo que
cualquier otro mandatario habría hecho con la información medica recibida,
habría sido elegir a un sucesor y retirarse a sus cuarteles de invierno a
esperar la parca, o al menos a enfrentar el tratamiento con el estoicismo que
la situación le exigiera. Pero lo que hizo Chávez fue recibir la embestida como
si no fuera el torero sino el toro en busca del indulto. (Y falta ver si lo
logró, en lo que a salud se refiere.) Él prefirió incorporar su enfermedad a la
campaña electoral, de modo que tanto el coraje mostrado como la férrea voluntad
para vencer el mortal obstáculo le fueron sumando puntos, en medio de un
panorama en el que si no hubiera sido por el descubrimiento del cáncer habría
tenido que enfrentar de igual a igual –y en condiciones coyunturales
desfavorables- a su contendor.
El momento
cumbre de su ‘faena’ se dio cuando en abril del presente año, durante una misa
de acción de gracias por su salud en Barinas, su estado natal, frente a sus
padres, hermanos, hijos y camaradas, imploró así: "Dios, no me lleves
todavía, que todavía tengo cosas que hacer por esta patria, por este pueblo.
¡Dame vida!". Y ocurrió que Dios no sólo le prolongó la vida sino que tuvo
a bien (¿o a mal?) concederle un cuarto período presidencial.
Pero no nos
llamemos a engaños, porque es tácito presumir que el destinatario de sus ruegos
no era el Altísimo sino el mismísimo pueblo venezolano, al que le pedía con voz
quejumbrosa y al borde del llanto que no lo dejara solo, que le permitiera
seguir en la Presidencia. Esto es lo que en sicología –y en política electoral,
para el caso que nos ocupa- se llama un mensaje subliminal, cuyo objetivo como
carga profunda era despertar la solidaridad de los votantes, como en efecto lo
logró.
Otro tanto
ocurrió en Colombia, donde el anuncio y posterior tratamiento de un tumor en la
próstata de Juan Manuel Santos coincidió con una encuesta del Centro Nacional
de Consultoría, que le elevó su aceptación a un tope del 80 por ciento.
Enfermedad de la cual “Dios mediante” salió “totalmente curado”, según sus
propias palabras.
De donde se
concluye que en asuntos de salud un cáncer no se le desea a ningún presidente,
pero aquél que padece dicho ‘mal’ dispone de una chequera de popularidad que
fácilmente puede ser capitalizada a su favor.
*Twitter:
@Jorgomezpinilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario