martes, 30 de junio de 2020

Vicky Dávila, “el jefe acosador” y el jefe violador: #HeToo




“Ella entró con el jefe confiada (sic). La puerta se cerró. El jefe se sentó y se recostó en la cabecera de la cama, con las piernas abiertas. Aunque tenía ropa, se notaba claramente el asunto. Ella seguía de pie, frente a la cama. El jefe empezó a decirle estupideces, la verdad de por qué estaban solos. “No, jefe, cómo se le ocurre”. Él insistió. Se paró. Empezó a tocarle las manos. Él la miraba como un depravado y respiraba fuerte”.

“Una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel, se baña y se arregla para salir a cenar con una pareja de amigos. Alguien golpea en su habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, “Él” la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio. Ella, que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. “Él” le responde que sabe que no lo hará. La viola”.

El primer párrafo entrecomillado corresponde a la columna de Vicky Dávila del domingo pasado, donde denuncia algo que “le ocurrió a una de las mujeres más relevantes y conocidas en Colombia. Todavía lo cuenta y se le enfrían las manos”. El segundo párrafo corresponde a una columna de la también periodista Claudia Morales, publicada en El Espectador el 19 de enero de 2018, donde denunció haber sido violada por un jefe suyo. (Ver columna).

Llama la atención la coincidencia en el estilo “literario” de ambos párrafos (como si Vicky hubiera copiado el de Claudia), y la diferencia básica reside en que el primero se refiere a un jefe acosador, mientras el segundo es un violador. Y es cuando llegamos a la pregunta del millón: ¿quién es quién en cada caso?

En el primer caso no conocemos a la víctima ni al victimario, aunque es de suponer que doña Vicky sí, por boca de la subalterna agraviada. En el segundo caso la víctima no quiso identificar al presunto violador, pero muchos optaron por creer que se trata de Álvaro Uribe, quizá porque en entrevista con Blu Radio Morales dijo que “quien me violó, ustedes lo ven y lo oyen todos los días”. Y agregó: “me da temor denunciarlo porque esa persona es capaz de muchas cosas, porque la vida que esa persona ha tenido demuestra que nada de lo que ocurra a su alrededor le puede hacer daño. Tiene todo el poder para salirse con la suya, y yo sí creo que puede hacer mucho daño”. (Ver entrevista).

Hasta donde se sabe, ninguno de los otros jefes que Claudia ha tenido en su vida laboral reúne tales características. Aquí van en orden cronológico, para que ustedes juzguen: Juan Carlos y Andrés Pastrana, (Álvaro Uribe), Felipe López, Yamid Amat, Juan Gossaín, Julio Sánchez Cristo, Hernán Peláez, Gustavo Gómez Córdoba.

No se trata aquí de revolcar la herida por un suceso doloroso al que en defensa de su propio silencio la misma agraviada no se ha vuelto a referir, pero se trata de algo imposible de ignorar cuando Vicky Dávila dedica su última columna en Semana a denunciar a un anónimo “jefe acosador”, mientras omite adrede el protuberante caso que involucra al protagonista de una columna suya anterior y titulada El plan contra Uribe.

Es obvio que se trata de dos jefes agresores diferentes, pero ahí no radica el meollo del “asunto”, sino en la diferencia entre una erección palpable (la del jefe de la amiga de Vicky) y una penetración inevitable, ya sabemos de quién contra quién.

Lo asombroso, lo escandaloso, lo verdaderamente aberrante es que mientras Vicky Dávila pretende desatar con su última columna una especie de “cacería de brujos” contra cualquier jefe que haya siquiera intentado un roce de manos con seno o con cola femenina, sobre el principal y diríase único sospechoso por el abuso cometido contra su colega, doña Vicky dice reconocer “sus errores, pero también todo lo bueno que ha hecho por este país”.

La cacería de brujos consiste en que en la columna citada ella decide remplazar a la Fiscalía en el juzgamiento de delitos sexuales o conductas impropias, y lanza este edicto público: “Hoy quiero pedirle que si usted ha sido víctima de su jefe me escriba a este correo (…) espero su denuncia. Libérese. El culpable es ese jefe, no usted. Él no merece que su nombre siga limpio. Absoluta reserva. Yo me comunicaré con usted en privado”.

Doña Vicky está en su derecho de montar lo que en términos de audiencia sería un exitosísimo paredón mediático contra reales y supuestos abusadores, todos en la misma colada, quizás en reminiscencia (¿o plagio?) del también exitoso programa Caso Cerrado de la doctora Ana María Polo en Telemundo, donde cuenta casos como el de la mujer que confesó haber acusado a su padre de haberla violado y “por ello cumplió años en prisión, pero todo fue una mentira para librarse del él”.

Allá la responsabilidad -o irresponsabilidad- que les cabrán desde lo legal tanto a Semana TV como a su protagonista estrella (digamos que parece una columna libreteada por mano ajena) pero, si quiere emprender un proyecto tan cuestionable desde lo periodístico, yéndonos tan solo al terreno de la ética sería conveniente que antes de emitir su primer capítulo se pronunciara en torno al “abultado” tema que por señalar al jefe acosador prefirió omitir, el del jefe violador:

¿A quién cree Vicky Dávila que aludía Claudia Morales en la columna ya citada? ¿Considera que su admirado Álvaro Uribe desde ningún punto de vista puede ser catalogado como el principal sospechoso de haber violado a una subalterna suya en la habitación de un hotel, en la que luego de irrumpir le hizo a su víctima la señal de ordenar silencio poniendo el dedo índice derecho sobre su boca? Mejor dicho, ¿cree Vicky Dávila que la acusación de violador que cada cierto tiempo revienta, forma también parte del fementido “plan contra Uribe” para dañar su prestigio? Y que conste, por si las moscas: no pretendo acusar a nadie, menos a Uribe; son simples preguntas sueltas.

DE REMATE: Tiene razón doña Vicky en que “hoy Uribe es inocente de todo lo que lo acusan, hablando en estricto derecho”. Pero omite contar que a su vez es sujeto sub judice, pues carga a cuestas con dos investigaciones que le abrió la Corte Suprema de Justicia, y por una de ellas fue llamado a indagatoria. ¿Por qué? Porque -también aquí- es sospechoso de los delitos por los cuales se le investiga.

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