2019 comienza con el aire enrarecido
y un horizonte cargado de nubes borrascosas que anuncian la tormenta perfecta. Ha llegado la hora en que la mar se enluta.
La palabra que mejor define
lo que prendió motores el pasado 7 de agosto es APLANADORA. Vienen con todo y quieren
apoderarse de todo. Ya el uribismo se apoderó de los poderes Ejecutivo y
Legislativo (solo les falta el Judicial), de la Fiscalía (la cooptaron con el
petrovideo de doña Paloma), de la seguridad nacional (pregúntenle a Ramiro
Bejarano), de las relaciones internacionales (pusieron de embajador
ante EE.UU. a un bufón) y del espectro electromagnético. Inclusive se
apoderaron de la Presidencia de la República, pues al supuesto presidente Iván
Duque lo tienen de firmón, de figurita de postín viajando por las regiones o
recibiendo a cantantes mientras ellos hacen las leyes, sobornan al Congreso y
nombran a su gente.
Sumado a que las instituciones
han perdido toda credibilidad y están en peligro de colapsar bajo el embate de
la gavilla uribista, ahora quieren acabar de apoderarse de las tierras que
despojaron a sangre y fuego sus aliados los paracos (pregúntenle a María
Fernanda Cabal), y le han metido un mico a la eufemística Ley de financiamiento para repartir la todavía
más eufemística Inversión de Iniciativa
Congresional, que consiste en remplazar la mermelada santista por abundante
lechona para cebar al Congreso con una opípara quinta parte del parte del
presupuesto nacional. ¿Y la paz? Hecha trizas, por supuesto.
El saqueo del país lo están
haciendo a mansalva, sin miramientos de tipo ético, moral o jurídico. A la
brava, cual arrieros en sus hatos de ganado, fusta en mano. Así deportaron a un
venezolano con ideas de izquierda, Carlos Pino, casado con colombiana (Gloria
Flórez, a quien le robaron su curul de senadora); y en modo bandidaje el 25 de
diciembre le allanaron la casa al hombre que le consiguió a Gustavo Petro un
dinero para una campaña, Juan Carlos Montes, sobre quien no recae ninguna
sindicación que justifique semejante atropello ‘navideño’. Y cuya hija,
Alejandra, debió huir del país por amenazas que nunca investigó la Fiscalía.
Vean además lo que ocurrió
con Viviana Muñoz Marín, en fiel reflejo de cómo nos quieren acostumbrar al
horror:

No se requiere ser adivino
para saber quiénes son los asesinos de la joven y el comerciante. Son los dedos
de la ‘mano negra’ que anda dedicada a eliminar de modo sistemático a defensores
de derechos humanos, líderes sociales y desmovilizados de la guerrilla, en macabra
repetición del plan genocida que usaron para matar a más de 2.000 miembros de
la Unión Patriótica. Son los mismos, sin duda.
Si ayer los nazis
perseguían a los judíos con el aval del Reichstag, hoy en Colombia la "mano
negra" actúa a sus anchas con la permisiva complicidad de las autoridades y bajo
el silencio tolerante de los medios, que publican las noticias de los
asesinatos casi diarios como si fuera el reporte del clima y no se atreven a
enfrentar a la bestia asesina ni a exigir resultados judiciales con la contundencia
que amerita tan alarmante situación.
Nos conmueve más un presidentico
de la República recibiendo en Palacio a un niño con nombre bíblico
rescatado de fantasmales secuestradores, que la sangre y el dolor regados por aquellos
que desde los tiempos de los ‘falsos positivos’ contaron y ahora vuelven a
contar con la impunidad oficial requerida para seguir segando centenares de
vidas inocentes, en una cadena de asesinatos selectivos que según Michel Forst,
relator de la ONU sobre la situación de defensores de DD.HH., “es lo más
horroroso que he visto en mi vida”. (Ver
noticia).
Sin pretender posar de
ave de mal agüero, esto se asemeja a lo que describió el dramaturgo alemán
Bertolt Brecht durante los años del Tercer Reich:
“Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se llevaron a los intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”.
En Colombia los jinetes del
horror vienen por los que aún les falta asesinar, y cuando eso ocurra también
será demasiado tarde, pues a nadie habrá de importarle. Y nada los detendrá, porque
tienen todo a su alcance: el poder político, el poder económico, el poder
militar.
La sombra fascista del arriero sub judice con ínfulas de sátrapa se cierne de nuevo, ominosa, sobre la faz de la nación.
DE REMATE: Al cierre de
esta columna surgió un tema coincidente
en modo nazi: desde la cuenta de Twitter de la Superintendencia de Notariado
y Registro, manejada por Carlos Alberto García, exjefe de prensa de Andrés
Felipe Arias, salieron sendos trinos insultantes contra Daniel Coronell y
Julián Martínez: “bandido judío de Tame” y… (el otro es
impresentable). La supernotariado se disculpó, el ofensor renunció, el
embajador de Israel le pidió a la ministra de Justicia aclarar lo ocurrido, esta repudió
los tuits y “el comentario antisemita”. Pero García caerá parado porque lo
que hizo es política institucional o modus operandi contra la prensa independiente. ¿Además, ustedes
creen que Uribe dejará tirado al que sacó la cara (y hasta el c…) por su
Uribito?