martes, 12 de noviembre de 2013

Si no es Santos, ¿quién?




Es una lástima que la inteligente, atractiva y novedosa propuesta que les hizo Claudia López a las cuatro cabezas visibles de la Alianza Verde (Antonio Navarro, Antanas Mockus, Enrique Peñalosa y John Sudarsky) esté condenada al fracaso. Se trata de una invitación a que renuncien a sus aspiraciones presidenciales y más bien “unan sus esfuerzos y nombres en una lista única al Senado y lideren la conformación de listas a la Cámara de Representantes en todo el país”, con el propósito básico de “proteger y construir la paz de los colombianos”.

Es inteligente la iniciativa porque permitiría llevar al Congreso una bancada con gran fuerza política, atractiva porque con toda seguridad los cuatro serían elegidos (incluida Claudia López a la Cámara), novedosa porque a nadie se le había ocurrido antes, y condenada al fracaso porque para llevarla a cabo se requiere renunciar a vanidades personales para trabajar en función de la unidad y… la palabra unidad se suele extraviar del diccionario de la centro-izquierda colombiana.

En confirmación de la anterior, hasta ahora se han conocido dos reacciones: una de apoyo por parte de Mockus, quien en entrevista para La W dijo que “si las Farc confían en Santos, me parece clave que Santos siga, para concretar la paz”; y otra de rechazo por parte de Navarro, quien a la voz de la propuesta corrió a inscribir su precandidatura, pese a que semanas atrás se había mostrado reacio a medirse en una consulta con Peñalosa y con Sudarsky, este último una opción de gran altura intelectual y académica.

Es comprensible de todos modos la actitud en apariencia ‘divisionista’ de Navarro, pues en caso de aceptar el Progresismo habría quedado diluido como uno más en medio de una coalición por la paz, y lo que quieren Petro y Navarro es llevar a un miembro del desaparecido M-19 a la Presidencia como máxima culminación de su lucha política. Palabra que sí. (Y están en su derecho, ¿no?). Así las cosas, la inscripción de Navarro a la consulta deja ´cojeando’ la propuesta de López, pues habría que lograr que Peñalosa coincidiera con Mockus para que la idea retomara su vigor, en cuyo caso Navarro se quedaría solo en su aspiración a la candidatura.

No por ello se debe dejar de insistir en la validez de la propuesta, sobre todo considerando que su más demoledor efecto sería sobre el uribismo, la más peligrosa fuerza política hoy existente en el escenario nacional, a un punto que no se caería en error al afirmar que representa a la extrema derecha, siendo que la derecha está encarnada en el Partido Conservador. En esto le cabe toda razón a Mockus cuando habló de conformar “La lista”, o sea una de tal importancia que enfrente con éxito a “La lista” del Centro Democrático, que amenaza con quedarse de nuevo con por lo menos el 35 por ciento del Congreso. Y también le cabe razón a Julio Sánchez Cristo cuando en la misma entrevista entendió la idea como el renacer de la Ola Verde, pero ya no a la Presidencia sino al Congreso.

Lo paradójico del asunto es que la Ola Verde surgió precisamente para enfrentar la candidatura ‘uribista’ de Juan Manuel Santos en 2010, mientras que la nueva ola de la Alianza Verde apuntaría hoy a rodear al presidente Santos en sus esfuerzos por enfrentar a los enemigos de la paz, a cuya cabeza está el mismo que hace unos años invitaba a votar por su exministro de Defensa y se refería a Antanas como “un caballo discapacitado”.

Claudia López acierta en su diagnóstico cuando dice que “no hay nada más importante para nuestros ciudadanos, el país y nuestro futuro que terminar la guerra y dedicarnos a construir la paz”.  Y en su propuesta hay si se quiere una coincidencia con el Partido Liberal, en cuanto a que la reelección de Juan Manuel Santos es el camino más viable para lograr que los esfuerzos que viene realizando en torno a la consolidación de la paz lleguen a buen puerto.

Es cierto que Santos no ha dado trazas de ser un hombre en quien se pueda confiar, pero a sabiendas de que en La Habana se ha ido forjando un clima de entendimiento entre las partes que comienza a arrojar resultados, no se puede echar todo por la borda en una competencia electoral cuyo resultado más nefasto sería que en medio de una barahúnda de candidatos se nos colara una tercera presidencia de Álvaro Uribe, esta vez en cuerpo ajeno.
 
El momento político por el que atraviesa Colombia es tan delicado por el desmedido poder que aún conserva la extrema derecha, y a la vez tan promisorio por los avances que se han logrado en La Habana, que todo indica que nos tocaría tragarnos el sapo de una reelección de Santos en aras no sólo de afianzar la paz, sino de neutralizar al engendro que desde la caverna intenta resucitar para hacer realidad sus hasta ahora frustrados planes de venganza.

Sea como fuere, aún falta ver quién saldría elegido como el candidato a la presidencia en la consulta por la Alianza Verde. Si bien se esperaría –por supuesto- un apoyo a la continuidad del proceso de paz, no resulta fácil predecir qué rumbos podría tomar en manos de otro gobierno, ni cuáles serían las acciones que habrían de emprender los enemigos de la reconciliación nacional.

Como quien dice: ¿será mejor malo conocido que bueno por conocer?


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