En días recientes entré a la página que tiene en Facebook la periodista
radial Marcela Alarcón y vi que les preguntaba a sus fans (que suman 12.607) si
tuvieran qué elegir, con cuál se quedarían: ¿Twitter o Facebook?
Bastó una fracción de segundo para saber que lo mío es Facebook, como
cuando a uno le preguntan por la mujer que más ha amado y su nombre casi
estalla a flor de labios. Pero lo que llamó mi atención fue observar que en el
sondeo citado a muchos les costaba trabajo decidirse entre una u otra red
social, que es como si a un grupo de adictos les preguntaran qué prefieren
entre la marihuana o la cocaína, y se decidieran por ambas.
Y es que, no nos llamemos a engaños: hoy Facebook y Twitter actúan
como poderosos psicoactivos virtuales, que distraen y a la vez enriquecen la
percepción del mundo exterior, sólo que sin producir resacas ni efectos
colaterales diferentes a los relacionados con una especie de ensimismamiento o
aislamiento del mundo exterior, en el que su consumidor cree estar rodeado de
mucha gente mientras permanece infinitamente solo frente a la pantalla de su computador
o su Blackberry, o su tableta, o llámese como se llame.
Hoy se calcula en 1.060 millones el número de usuarios de Facebook en
el mundo, y en ‘apenas’ 200 millones los de Twitter, que envían un promedio de
400 millones de trinos a diario. Twitter de todos modos trae el ritmo de
crecimiento de un tsunami, si consideramos que sólo en 2012 se registraron 60
millones de nuevos tuiteros, y Facebook viene con una tendencia decreciente.
Esto haría pensar si no podría ocurrir como la ola que se hace gigante y
termina estrellándose contra la playa, pero no es la hora de las profecías
sobre fenómenos tan impredecibles. Además, puesto que se trata de una adicción,
resulta difícil imaginar que algún día Facebook o Twitter puedan declinar, y la
adicción consiste en que cada vez se hace más necesario dedicarles mayor tiempo,
en manifestación de una dependencia aún no suficientemente explorada.
Continuando con la metáfora arriba expuesta, me atrevería a decir que
Facebook se parece a la marihuana y Twitter a la cocaína, en la medida en que la
primera invita a la contemplación o al diálogo sosegado, y la segunda a la acción,
a la adrenalina, a la discusión en voz alta. No estamos sugiriendo con esto que
los aficionados a Facebook sean una partida de marihuaneros y los tuiteros unos
esnifadores consuetudinarios, sino que el comportamiento asociado a uno u otro
se asemeja de un modo quizá recóndito a los efectos que cada ‘sustancia’
produce en el respectivo consumidor.
Facebook, como la marihuana, actúa con relativa lentitud o modorra: usted
repasa fotos sin prisa, lee con calma la sobrecarga de mensajes de superación
personal que a diario llega (y esta es la parte ‘jarta’), conoce fotos
familiares de fulano o zutana, se suscribe a EroCirque o a Militancia Erótica
para ver mujeres (u hombres) en artística desnudez, escribe (o recibe) textos
largos, manda solicitudes de amistad, entabla nuevas relaciones, coquetea, en
fin.
En Twitter se trata ante todo de demostrar que usted es el más
ingenioso de todos en la elaboración de apuntes o reflexiones que no superen
los 140 caracteres, en una competencia vertiginosa donde al menor descuido uno
se ve inundado de centenares de trinos que en cosa de segundos te traen otros
centenares de nuevos trinos, y así sucesivamente, hasta el cansancio. Facebook
es Marcel Proust, Twitter es Alain Prost.
Si algo positivo hay que verle a Twitter es que informa al instante y
fomenta el debate (sobre todo el político), mientras que Facebook recrea,
entretiene, solaza. Facebook es para hippies, Twitter para yuppies. Facebook es
la poética, la estética, la lúdica; Twitter es el intelecto puro, la filosofía en
pastillas, la arquitectura del texto breve. Facebook es la habitación con vista
al mar; Twitter con vista a la calle, a la ciudad encajonada en frases como
edificios atiborrados de oficinas y apartamentos.
Facebook es la piscina, Twitter el autódromo. Facebook el paseo en
bicicleta, Twitter el ping pong (si el debate se da con altura) o el ring de
boxeo cuando se procura enviar a la lona al contrincante. Facebook es gráfico,
Twitter es textual. Facebook te hace creer que tienes amigos, Twitter que eres
estadista: por eso en el primero haces amistades virtuales, y en el segundo
conquistas seguidores ídem.
En lo relativo a las personas que ‘consumen’ ambas redes sociales, he
podido observar que muchos lo hacen para estar enterados de todo lo que pasa,
pero siempre preferirán a una y descuidarán a la otra. Es el caso por ejemplo
de los periodistas, entre quienes se hace sospechoso el que no tenga cuenta en
Twitter, pero es fácil diferenciar al que la tiene por obligación profesional
del que la disfruta con verdadera fruición, y el caso quizá más representativo
sería el de Vladdo, cuya cuenta en Facebook cumple casi la única función de
reproducir sus tuits, que al cierre de esta nota ya se acercaban a los 50.000 y
van dirigidos a sus casi 300.000 seguidores.
Sería interesante entonces preguntarle a Vladdo por qué prefiere
Twitter a Facebook, a la espera de ver si por fin logro enterarme de lo que me
estoy perdiendo, y con la seguridad de que su respuesta enriquecerá el debate.
@Jorgomezpinilla
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