Tiene toda la razón el presidente Juan Manuel Santos cuando, frente al
comunicado apócrifo de las Farc que acogía el marco jurídico para la paz,
plantea la pregunta obvia: ¿quién y qué buscan con esto?
En busca de una respuesta, lo primero a considerar es que se trata de
una jugada muy inteligente, venga de donde viniere. Si se quiere pensar que
proviene de las oficinas de Inteligencia del Ejército, tendría un talante del
mismo cuño de la operación Jaque, sólo que ya no sobre un terreno de combate,
sino en el frente de la propaganda. En este escenario no sobra entonces
advertir que tiene el sello ‘Santos’, si se traslada el teatro de operaciones a
una mesa de póquer: alguien que 'caña' para hacer creer algo, así después se
sepa que estaba cañando.
Ahora bien, lo que tampoco se puede descartar es que el habilidoso
hacker que logró profanar la página de Radio Café Stereo provenga de las
propias filas de la insurgencia, a la manera de un ‘topo’ que no es que trabaje
para el enemigo, sino que decidió vulnerar los protocolos de su organización y
en acto temerario (por no decir suicida) les metió semejante golazo de
sinceridad a sus camaradas.
Y es que, si se mira con objetividad el dichoso comunicado, ese podría
ser el punto de vista de un guerrillero con mediana formación política que está
cansado de la guerra, anhelante de otra forma de vida o esperanzado en que por
fin se dé la reconciliación nacional (o al menos un cese al fuego), por lo que
decide exponer con tan osado estilo su propio punto de vista sobre la
coyuntura, aprovechando si se quiere un descuido del editor web.
Aun sin recuperarse del asalto informático, un portavoz de radiocafestereo.nu
salió apresurado y aturdido por el golpe a decir que eso había sido “un nuevo
episodio repugnante de este tipo de falsos positivos, contrario a cualquier
norma del derecho internacional humanitario” (Ver El
falso positivo Informático de Chucky). Falso positivo, sí, pero que en
proporción de cara y sello pudo originarse en uno u otro lado de la contienda.
En cualquiera de los escenarios posibles, nada habría sido más
benéfico al propósito de la paz que ese comunicado hubiera sido auténtico, y es
ello lo que nos mantiene aferrados a tal hipótesis. Auténtico, sí, pero no
porque el Estado Mayor de las Farc haya sido el autor de su contenido, sino
porque quisiéramos creer que ciertamente es la expresión de un sector de la
“guerrillerada” que se tomó a la brava la vocería de los que quieren la paz, al
precio incluso de plantear un cisma.
En este terreno Semana ya había advertido fisuras en las
Farc, con base en el análisis de dos comunicaciones diferentes a esa
revista por parte de los miembros del Secretariado Iván Márquez y Pablo
Catatumbo, donde no parecían ponerse de acuerdo en torno a si tenían o no
personas secuestradas con propósito extorsivo.
El comunicado en mientes respira una redacción defectuosa (“Al fin se
empezaron abrir las puertas…”), pero esto daría tanto para pensar que no fue
escrito por el Secretariado de las Farc, como que tampoco es una invención de Inteligencia
del Ejército o de la tan mentada mano negra, pues en caso tal habrían sido lo
suficientemente ‘inteligentes’ para darle apariencia de autenticidad. En otras
palabras, el golpe propagandístico habría sido más contundente si se hubieran
esmerado en imitar con mejor pulso el estilo del Secretariado.
Es por ello que no debemos (en realidad no queremos) desechar la hipótesis
esbozada. Hay sólo dos puntos que estarían sujetos a controversia: uno donde sugieren
que “para los enemigos del pueblo, que siempre creyeron que la guerrillerada
nunca nos someteríamos a la entrega de
las armas y la desmovilización, esta es la oportunidad (…)”, porque eso de
someterse suena a rendición; y otro en el que hablan de “la consolidación a
través de la democracia de nuestro proyecto político ¡Marcha Patriótica!”, pues
es sabido que las Farc siempre han negado su vinculación a dicho movimiento,
bien sea porque es cierto o porque reconocerlo significaría exponer a sus
integrantes a un nuevo exterminio, como el de la Unión Patriótica.
Pero nada descarta que en el interior de las Farc haya guerrilleros
ilusionados con el fin de las hostilidades y con la posibilidad de “pasar de
conformar un gran ejército del pueblo a un gran ejército social”, a sabiendas
de que todavía cuentan con el apoyo requerido en ciertas regiones del país para
apostarles a los votos como la más legítima vía para abandonar las armas, de
modo que hubieran sido esos inconformes los que tuvieron acceso a la ‘llave’
requerida para hacerse escuchar así del Secretariado y del país entero: “Presidente
Santos, usted tiene las llaves para la paz y nosotros tenemos el cerrojo, por
primera vez en la historia del conflicto armado en Colombia”.
Sea como fuere, nuestra resistencia a creer que fue una treta de los
enemigos de la paz se sustenta precisamente en que, míresele por donde se le
mire, la divulgación de esos planteamientos les sirve más a los amigos de la
paz que a los partidarios de la guerra.
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