De la larga lista de cercanos a Álvaro Uribe que han sido señalados, acusados
y/o condenados por la justicia (Andrés Felipe Arias, Bernardo Moreno, María del
Pilar Hurtado, Luis Carlos Restrepo, Edmundo del Castillo, Diego Palacio,
Salvador Arana, Juan José Chaux, José Miguel Narváez, los generales Rito Alejo
del Río y Mario Montoya, su primo Mario y su hermano Santiago, etc.), hay dos
nombres que reúnen ciertas preocupantes similitudes: Mauricio Santoyo Velasco y
Jorge Aurelio Noguera Cotes.
Como es sabido, Santoyo fue el jefe de seguridad de Uribe durante su
primer periodo constitucional (2002-2006) y luego enviado como agregado a la
embajada de Colombia en Italia, mientras que Noguera le duró como su director
del DAS hasta el 2005, cuando los escándalos y las revelaciones de Rafael
García lo obligaron a prescindir de tan “buen muchacho”, de quien además dijo
que por él metía la mano al fuego, y lo mandó de cónsul a Milán, también
Italia.
Al margen de la coincidencia italiana (que no deja de ser llamativa)
la principal radica en que ambos no sólo se convirtieron en ‘intocables’, sino
que fueron nombrados en los dos más sensibles y neurálgicos cargos relacionados
con la seguridad nacional. ¿Cómo pudo ocurrir –se pregunta atónito cualquier
desprevenido espectador- que el gobernante que centró su accionar en el rescate
de la seguridad y que hoy no deja de trinar porque ésta supuestamente decayó en
el gobierno de Juan Manuel Santos, haya puesto la suya propia y la de la presidencia
en manos de dos personas (acusada una, condenada la otra) tan íntimamente
ligadas con el paramilitarismo y el narcotráfico?
Pero ahí no paran las coincidencias: el expediente contra Santoyo
señala, sumada a la acusación por narcotráfico, que entregó a los altos mandos
de las AUC y de la 'oficina' de Envigado información clasificada y de
inteligencia sobre las investigaciones que llevaban las autoridades de Colombia
con la colaboración de Estados Unidos e Inglaterra. Noguera, por su parte, fue
hallado culpable de poner el DAS al servicio de los grupos paramilitares
comandados por Hernán Giraldo y Rodrigo Tovar Pupo Giraldo, alias ‘Jorge 40’, y
de suministrarles información que les sirvió tanto para evadir operativos
contra ellos, como para consumar el asesinato del profesor Alfredo Correa de Andreis
y de líderes sindicales, siendo condenado a 25 años de cárcel por concierto
para delinquir, homicidio agravado y abuso de autoridad.
Una tercera coincidencia (¿o ya es la cuarta?) alude a las ‘chuzadas’
o escuchas ilegales que para el caso de Santoyo se habrían hecho en número
superior a 1.500 contra miembros de la Asociación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos, ASFADDES, cuando se desempeñó como jefe del Gaula en Medellín
(1995-96), período coincidente con la gobernación de Álvaro Uribe. En lo
referente a Noguera, una resolución de acusación de 2009 del fiscal Guillermo
Mendoza contra éste reza que "durante los años 2003, 2004 y 2005, sin que
mediaran las órdenes judiciales de rigor ordenó vigilancias y seguimientos en
contra de integrantes y organizaciones no gubernamentales de derechos humanos,
así como de personalidades reconocidas en temas de paz".
De donde surge la inquietud de querer saber si, una de dos:
1 1 - Estamos ante dos individuos tan habilidosos y de
tan refinada mente criminal que, cada uno por su lado, lograron meterle al
Presidente de Colombia semejantes golazos a su seguridad personal e institucional.
2 2 - Álvaro Uribe buscó y contrató precisamente a
personas que reunieran esos perfiles, para el desarrollo y aplicación de su muy
particular visión de la Seguridad Democrática.
Es la justicia la que algún día deberá resolver semejante enredo, pero
ello no impide mientras tanto cavilar en torno a si en efecto Mauricio Santoyo
y Jorge Noguera fueron dos buenos
muchachos de Uribe que terminaron traicionando su confianza (en cuyo caso
habría que hablar de infinita torpeza por parte del mandatario), o si más bien fue
que pudieron escalar tan altas cumbres porque desde un principio contaron con
la protección de un buen 'padrino'.
DE REMATE: En su defensa,
Uribe dijo que "a mí nadie me habló mal del general Santoyo". Pero es
que, ¿podía haber acaso alguien tan temerario como para hablarle mal de Santoyo
a Uribe?
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