Esto de sostener una columna de opinión semanal y mantener una
participación activa en el frenesí de las redes sociales es algo muy estimulante,
y su máxima expresión en lo periodístico es la búsqueda de la originalidad: tratar
de salir en cada artículo, en cada post de Facebook o en cada trino de Twitter con
algo que a nadie más se le había ocurrido antes.
Es humano –demasiado humano- para un escritor o un artista querer
mantener la atención de un público, agradarle, encantarlo con nuevos
artificios, razonamientos o historias. Lo hacen el mago, el músico, el actor, la
bailarina, el caricaturista, en fin. Esto exige una permanente renovación del
repertorio, y en esa búsqueda constante se cometen errores.
Precisamente de un error me hizo caer en cuenta el caricaturista
Matador, aunque sin proponérselo, cuando durante entrevista
con Vicky Dávila a raíz de las amenazas que recibió de gente del Centro
Democrático, mencionó una columna mía. Ella le preguntó si era cierto que en su
Twitter había escrito “debemos silenciar a Uribe”, algo que los uribistas
interpretaron como una amenaza contra su caudillo, y Matador le respondió:
- La cuestión con la gente en las redes sociales es que no lee. Cuando yo comparto un link, eso no es ningún delito. La columna se titulaba Hay que silenciar a Uribe, y la escribió un periodista de El Espectador.
- ¡Ah, no era usted! –le interpeló Vicky.
- No no no, de ninguna manera. Yo nunca haría una estupidez de esas- remató Matador.
- No no no, de ninguna manera. Yo nunca haría una estupidez de esas- remató Matador.
Aquí entre nos, quedé con la ligerísima impresión de que Matador me
había tratado de estúpido. La columna en realidad se tituló Debemos
silenciar a Uribe, la publiqué el 17 de julio del año pasado y ahí dije: “En
alguna ocasión el caricaturista Matador definió a Uribe como el tumor de Juan
Manuel Santos, con el agravante de que el tumor no mata al paciente, pero no
existe medicina que logre erradicarlo. Llegó ahí para quedarse. (Ver tumor)”.
He de suponer que por eso la compartió, pero lo importante no está ahí
sino en que terminé por aceptar en mi fuero interno que Matador tenía razón:
pudo ser una torpeza (majadería, estulticia, yerro, estupidez, imbecilidad)
haberla titulado así, pues podía entenderse como una amenaza a Uribe, cuando
bastaba leerla para descubrir que lo de ‘silenciarlo’ aludía era a dejar de
hablar de él a toda hora. Por posar de original en el uso de la semántica, pasé
a temerario. Sea como fuere, busqué a Matador y él me aclaró que no, que no me
había tratado de estúpido. Se refería era a que “nunca cometería la estupidez
de amenazar a alguien, menos a Uribe”.
Ahora bien, ya entrado en este mea culpa debo reconocer que hubo una
torpeza mayor, cuando publiqué una columna sobre el mismo personaje con un
título de corte escatológico, además ofensivo. (Ver
columna). De ese título hoy me arrepiento, por las consecuencias negativas
que me trajo, pero no me retracto en una sola letra de su contenido, sino del
título.
Matador tiene razón en que la gente en las redes sociales no lee. Si
hubieran leído la columna la habrían entendido, pero mi error estuvo en que debido
al título, el rechazo instintivo de los uribistas les impedía pasar de ahí. Los
demás –los no uribistas, quiero decir- sí la leyeron, y por eso ha sido hasta
hoy mi columna más leída. Y eso no me enorgullece.
Todos en la vida cometemos errores, incluso Matador. Él mismo lo reconoció
en la entrevista con Vicky cuando habló de un video-montaje que compartió contra
Iván Duque, y que Uribe denunció en su cuenta de Twitter. Matador presentó
disculpas a ambos y Uribe se las aceptó (Duque no), y luego el caricaturista se
justificó diciendo que “hay compañeros que no cuidan sus comunicaciones”.
Equivocación, estupidez o como se le quiera llamar habría cometido también
el senador Uribe –como recordó Matador- cuando lo pillaron diciéndole por
teléfono a alguien que “nos están grabando esos hijueputas”. ¿Quiénes eran esos
hijueputas? Nada menos que los honorables magistrados de la Corte Suprema de
Justicia que lo estaban investigando…
Y está por último el error de Gustavo Petro, quien creyéndolo
auténtico retuiteó un audio-montaje que le hicieron a Poncho Zuleta, donde este
exclama frente a Iván Duque “¡viva la tierra paramilitar!”. Lo cual sí había
dicho… solo que en un concierto de años atrás.
Petro presentó disculpas y retiró el trino, pero le ripostó muy ‘gallito’
Jerónimo Uribe con esto: “Dos montajes en dos semanas. Va quedando clara la
estrategia de Petro y la izquierda para derrotar a Duque. Lamentable”. Petro no
le reviró, pero sí lució de veras iluminante la respuesta de @NanyPardo:
“Pille esto, joven Jerónimo: Mientras Petro admite de una el error cometido y
se disculpa; su papá, rey de las infamias, (…) solo se retracta cuando lo
demandan y una sentencia así lo obliga. Lo hace para no ir preso. ¿Ve la
diferencia?”.
¿A dónde vamos con todo esto? A que no es justo que en las redes
sociales nos sigamos matoneando, amenazando o insultando por lo que dijo este o
aquel, a sabiendas de que nadie se salva de haber cometido algún error en su
vida. Y si comenzamos por reconocerlo aprenderemos a convivir en un mundo más
sano, con respeto y tolerancia con las ideas ajenas.
En acto de contrición y reparación por lo que me corresponde, quiero
hacer pública esta amable solicitud al director de El Espectador, don Fidel
Cano, para que sea cambiado el título escatológico de la columna arriba citada,
por este: Soliloquio en torno a la ‘embarrada’
de Uribe en Atenas. Y si no es posible cambiarlo, que la columna sea
retirada y de ella nunca más se vuelva a hablar, hasta el fin de los tiempos,
para solaz del suscrito.
Fin del
comunicado.
DE REMATE: Cuando me comuniqué con Matador para preguntarle por lo que
había dicho de mí, me salió con que estaba pensando escribir una columna titulada
“hay que
silenciar a Pinilla”. No tengo aún claro si fue ofensa, injuria, calumnia,
burla, escarnio, mofa, afrenta o atentado contra el buen nombre, pero lo
consultaré con mi abogado.
2 comentarios:
vivo en argentina hace unos 10 años y siempre me asombra para bien el cómo algunos periodistas colombianos (como Jorge) tienen esa claridad y ese no se qué del buen escritor. esas "mañas" que faltan en otras latitudes pero que hacen al periodismo un delicioso espectaculo digno de ser leido..
felicitaciones.
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