En columna
anterior dije que “en Colombia han sido los equivocados de buena fe los que
en más de una ocasión, actuando como mayoría, han puesto en la presidencia a
gente incapaz o indeseable”.
Tan cierto como decir
que al que no quiere caldo le dan dos tazas, esos mismos equivocados de buena
fe (y los de mala fe también) actuaron de nuevo para elegir ya no a la
presidencia, sino al título de Gran Colombiano, a Álvaro Uribe Vélez.
La noticia de entrada
produce indignación, y con el paso de los días se convierte en resignación,
ante una circunstancia que siembra serias dudas sobre una de dos: el estado
mental de los colombianos… o la legitimidad del mecanismo para la elección.
Es hasta cierto punto
comprensible que hayan elegido a Uribe presidente de Colombia, e incluso que lo
hubieran reelegido por sus golpes contundentes a la guerrilla de las Farc, pero
resulta inaudito que, después de que abandonó la Presidencia y han salido a
relucir tantísimos cuestionamientos y acusaciones contra él y contra una buena
parte de la gente que lo acompañó (muchos de los cuales hoy están en prisión o
huyendo de la justicia), aparezca ahora ante el mundo entero como el colombiano
más importante de los dos últimos siglos.
Mejor no lo pudo decir
Guillermo Aníbal Gärtner Tobón, quien fuera su amigo y compañero de estudios en
la Universidad de Antioquia, y de trabajo en la Sociedad Económica de Amigos
del País: “Álvaro Uribe es un personaje sub-judice (sujeto a cuestionamiento
judicial), sobre el cual pesan fundadas sospechas de su compromiso por acciones
y por omisiones en el fenómeno del paramilitarismo, y (…) es la personificación
de serias vulneraciones a los derechos humanos”.
“¡Vergogna!”, es la
sonora expresión que utilizan los italianos para describir este tipo de
situaciones, que traduce vergüenza, pero a su vez es sinónimo de ignominia. Y
es que, no nos llamemos a engaños: resulta desde todo punto de vista
ignominioso que ante los ojos del mundo entero aparezca como el colombiano
modelo un expresidente durante cuyo gobierno (para mencionar una sola
ignominia) ocurrió el holocausto conocido como los ‘falsos positivos’, y que
éste insista en calificar a sus autores como “héroes de la patria” y
“perseguidos por la Fiscalía”.
Olvidémonos si se
quiere de cuestionar la salud mental de los colombianos, considerando que fue
elegido apenas por el 30 por ciento de los votantes de ese concurso; pero es
pertinente cuestionar la legitimidad de la elección, si traemos a colación lo
que cuenta (e investigó) Emma
Flood, bloguera de El Tiempo: “El ‘golazo’ de Uribe consistió en hacer
incluir su nombre con la seguridad de que él mismo ayudaría con su millón y
medio de seguidores tuiteros, sus organizaciones de propaganda personal como
Primero Colombia y otras afines, aprovechando el hecho de que ningún otro
candidato contaría con semejante aparato publicitario”. En otras palabras, el
uribismo aprovechó para influir directamente sobre el resultado, convirtiendo
así el resultado en un evidente triunfo político. Diríase entonces que el que
ganó fue el Gran Elector Colombiano.
Lo paradójico del
asunto es que, si se hiciera una elección antónima, algo así como La Gran
Vergüenza Nacional, Álvaro Uribe sería también uno de los candidatos a llevarse
el título. El mismo Guillermo Aníbal Gärtner que cité arriba está promoviendo
la revocatoria
de la elección, y ya lleva casi 24.000 votos. Si bien es cierto que esto no
actuará como mecanismo de presión (el vicepresidente de History le manifestó a
Noticias Uno que por ningún motivo revocará la elección), servirá al menos para
sentar un precedente ético en contra.
Es por ello que desde
esta tribuna me atrevo a lanzar la idea, a ver si algún medio la acoge,
consistente en hacer una encuesta ahora orientada a preguntarles a los colombianos
quién podría ser La Gran Vergüenza Nacional. Es casi de Perogrullo vaticinar
que el ganador sería el personaje más siniestro que ha habido en la historia de
Colombia, Pablo Escobar Gaviria.
Ahora bien, no deja de
ser llamativo advertir la cercanía que se dice hubo entre este y “El Gran
Colombiano” (basta recordar a quién perteneció el helicóptero que el 14 de
junio de 1983 descendió en la hacienda Guacharacas), sumado al hecho de que a
un primo hermano de Escobar, José Obdulio Gaviria, se le atribuye el papel de
‘cerebro gris’ del gobierno Uribe.
No se trata en últimas
de actuar con ánimo revanchista, sino de dejar en claro que la elección de
Álvaro Uribe Vélez como El Gran Colombiano sí es una gran vergüenza para
Colombia.
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