En
entrevista reciente para Ola Política le
pregunté al ministro de Trabajo, Rafael Pardo, si veía posible que los dos
primos Santos, Francisco y Juan Manuel, disputaran la Presidencia de Colombia.
Pardo descartó de tajo esa posibilidad, basado en una declaración del propio ‘Pachito,
quien habría dicho que “si en algún país son primos hermanos el presidente y el
jefe de la oposición, ese país pues tendría una cultura propia del África”.
Eso zanjaba
cualquier discusión, pues indicaba que para el exvicepresidente tal idea era inconcebible.
Pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando encontramos otra declaración del
mismísimo Pacho Santos, en esta ocasión para El Mundo de España (en nota de
Salud Hernández-Mora), donde a la pregunta de qué pensaba que dos Santos
Calderón se enfrentaran por la Presidencia si él llegaba a ser el candidato
uribista, contestó así: "Si hubo espacios para dos Clinton, para cinco
Kennedy, para dos Bush, pues obviamente lo hay para dos Santos".
Al margen de
que respondió la pregunta de forma equivocada (la comparación tendría validez si
se hubiera presentado una disputa entre dos parientes por la presidencia de
EEUU) su declaración amerita una mirada analítica, pues indica que el uribismo
viene tomando cada vez más en serio la posibilidad de que sea él quien enfrente
a su primo en 2014.
Al día de
hoy es claro que el expresidente Álvaro Uribe tiene una encrucijada en el alma,
consistente en que son varios los interesados en ganarse la candidatura que
permita representar sus ideas, y todos ellos confían en que un final de gobierno
accidentado de Juan Manuel Santos les pondría la Presidencia en bandeja de
plata. Pero no tienen carisma ni votos, y mientras más salen con su jefe más
pequeños se ven, y esa viene a ser la razón por la cual los llaman “los siete
enanitos”. (Ver Muchas
candidaturas en el partidor)
Entre todos
ellos se daba a Óscar Iván Zuluaga como el candidato uribista por descarte,
seguido muy de cerca por Martha Lucía Ramírez (quien también aspira por su
Partido Conservador, a ver dónde le cuaja), pero los acontecimientos de los
últimos días registran a un enano en constante crecimiento, y ese enano lleva
por nombre Francisco Santos Calderón.
No deja de
ser paradójico que quien más fuerza viene tomando en las encuestas como el
posible candidato del uribismo sea quien en apariencia menos preparado está
para asumir la presidencia, en consideración a que toda la experiencia que se
le conoce es como jefe de redacción del diario de su familia, más ocho años de
vicepresidente.
Sea como
fuere, esto no sería un obstáculo insalvable, sino todo lo contrario, pues como
dijo hace algunos meses José Obdulio Gaviria, “el candidato del uribismo debe
ser humilde y debe entender que Uribe es la cabeza y eje del movimiento”. Es
sabido que esta declaración fue rechazada por los mismo precandidatos
uribistas, entre ellos Martha Lucía Ramírez, quien afirmó que “es una falta de
respeto con las personas a quienes el propio expresidente Uribe ha sugerido
como una opción presidenciable para el 2014”. Zuluaga, por su parte, dijo que
“el expresidente Uribe no tiene intérpretes; que se lance el doctor José
Obdulio y que se haga contar con sus propias ideas, si él quiere”.
Es cierto
que lo de Gaviria fue una monumental metida de pata, pero ello no invalida que
el candidato que está buscando Uribe tiene que ser alguien que encarne lo más
fielmente posible sus ideas, y el sentido común nos advierte que es
precisamente el menos preparado quien más podría servirle a sus propósitos, pues
dicha circunstancia lo obligaría a ser más dependiente de sus orientaciones y,
en últimas, a responderle con mayor obediencia y lealtad.
En un plano
hipotético, ¿qué pasaría el día en que siendo presidentes Zuluaga o Ramírez no
estuvieran de acuerdo con una directriz trazada por su jefe político? Muy
simple, que usarían su poder presidencial para imponer su punto de vista. En contraste
un personaje como Francisco Santos, que nunca había pertenecido a un partido político
hasta que Uribe lo llamó a ser su vicepresidente, no estaría en condición de
desafiar el poder de quien lo puso ahí.
Visto con
buenos ojos, se trataría en el fondo de un gana-gana para Uribe y Santos, donde
faltaría por determinar si amplios sectores de la clase política nacional estarían
dispuestos a apoyar tan particular dupla, de la que incluso no sería
descartable que al primero le diera por ser la fórmula vicepresidencial del
segundo. El cualquier caso, lo que no se debe perder de vista es que en una
eventual confrontación electoral entre Juan Manuel Santos y su primo Francisco
por la presidencia de la República, siempre estará presente y actuante esa
tercera persona llamada Álvaro Uribe Vélez.
Ubicados en
un escenario puramente mediático, el enfrentamiento entre dos primos por la
Presidencia le daría a la contienda electoral un atractivo toque de telenovela
familiar, donde el público tomaría partido por uno y odiaría al otro, el malo
de la trama. Y si hay algo que pudiera jugar a favor del expresidente, sería
cuando en el imaginario colectivo comience a calar la idea de que votar por
Francisco Santos es lo mismo que votar por Uribe, a quien muchos siguen viendo
como el bueno del paseo.
Ahora bien, podría
ocurrir que una disputa por la presidencia entre parientes comportara “una
señal de elitismo que sería difícil de tragar para muchos”, como lo plantea La
Silla Vacía. Esto le abriría las puertas a una tercería, es cierto, pero prima
el agravante de que no se vislumbra ningún candidato ‘alternativo’ con buena
imagen y peso electoral, que encarne algo parecido a la Ola Verde, la cual
comenzó como un tsunami arrasador y casi no logra llegar a la playa, donde
murió como fuerza de cambio.
Sectores
como el movimiento Pido la palabra (que no volvió a sonar después de un serio
cruce de palabras entre Antonio Navarro y Cecilia López), Polo Democrático (con
una candidata consciente de que sola no va a ningún Pereira), Progresistas
(cuyo capital político está en función de cómo le vaya a Petro), o el Partido
Verde (hoy sentado a la mesa de la Unidad Nacional pero con ganas de pararse), podrían
jugar un papel decisivo si no fuera por las dificultades que tienen para
ponerse de acuerdo, y porque no cuentan con un líder visible a excepción de
Sergio Fajardo, quien muy seguramente no se arriesgará a dejar la Gobernación
de Antioquia para aventurarse de nuevo en una empresa tan temeraria como la
búsqueda de la Presidencia, quizá inalcanzable ante tan corto plazo. (Y tendría
plazo hasta mayor para decidirse).
Otra cosa
sería si el presidente Santos –quien no es ningún pintado en la pared- lograra
aglutinar en torno suyo precisamente a esas fuerzas alternativas que
constituyen la centro izquierda, numerosas y cercanas al voto de opinión pero
dispersas ante la ausencia de un líder.
El motor y
justificante de dicha articulación podría ser tanto la urgencia de consolidar
eventuales acuerdos de paz en La Habana, como la imperiosa necesidad de
enfrentar y dejar atrás el amargo capítulo de una extrema derecha aún
empecinada en impedir la reconciliación entre los colombianos.
En caso tal
–y sólo en caso tal- los partidarios de una tercería quizá podrían descubrir
que al margen de una pretensión inalcanzable, existiría la conveniencia de
aunar esfuerzos para enfrentar a esa tercera persona pensante y actuante detrás
del primo ‘Pacho’, así como a todas las fuerzas de la derecha allí
representadas.
Sea como
fuere, lo cierto es que inspirados en la filosofía de Pambelé, sigue teniendo
validez aquella máxima según la cual “es mejor sumar que restar”.
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