Tras haber caído en cuenta de mi error de percepción no pude dejar de
prestarle oídos, pues me parecía que lo que estaba escuchando podía salir de la
boca de un estirado Fernando Londoño o un peripatético José Obdulio Gaviria, pero
no de un tipo con esa pinta de ‘progre’. De todo lo que dijo hubo otra frase
que también se debe consignar aquí, porque es antológica de cómo piensa la
derecha colombiana: “Si el Partido Comunista es legal, significa que es legal
matar gente, porque ese partido apoya a la guerrilla”.
Unos días después leí en Semana.com
los resultados de una encuesta de Ipsos Napoléon Franco donde se revelaba que
“en los temas en los que se esperaría una postura más liberal de los menores de
24 años hubo una postura conservadora, que es casi igual a la de los mayores”.
De inmediato recordé al godito con apariencia de marxista, sólo que ahora los
resultados de esa encuesta golpeaban con fuerza mis convicciones de
librepensador, por aquello que decían Les Luthiers en una de sus canciones: “¡Come
hierba! Millones de vacas no pueden equivocarse”.
La encuesta citada presenta en efecto una verdad desoladora y
preocupante, donde los jóvenes colombianos se manifiestan con un modo de pensar
muy similar al de personas de mayor edad, en tres temas específicos: el 58 por
ciento de los jóvenes entre los 18 y 24 años rechaza el matrimonio entre
parejas del mismo sexo, el 76 por ciento desaprueba que se legalice el aborto
en todos los casos, y el 74 por ciento en ese mismo rango de edad está en
desacuerdo con la legalización de las drogas.
Esto nos señala que mientras en el resto del mundo la juventud se
distingue por asumir posiciones liberales (cuando no contestatarias, radicales
e incluso anarquistas), la nuestra de un tiempo para acá ha comenzado a
expresarse peligrosamente coincidente con visiones cercanas o afines a la
doctrina de raigambre clerical que con tanto celo y devoción defiende el
Partido Conservador, cuyo más ilustre exponente es el Procurador General de la
Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado.
Se trata de una realidad que puede ser motivo de preocupación para
espíritus sensibles, pero es el resultado de casi una década de permanente exposición
al pensamiento, palabra, obra y acción de Álvaro Uribe Vélez sobre mentes que
cuando este comenzó a gobernar tenían 10 años y cuando salió de la presidencia
ya entraban a la adultez, en condición de ciudadanos aptos para votar.
Es hasta cierto punto comprensible que hoy los jóvenes
y adolescentes colombianos piensen como ‘catanos’, en consideración a que
recibieron inermes el influjo de ese poderoso aparato de propaganda con alto contenido
religioso y autoritario al que dócilmente contribuyeron los mismos medios de
comunicación que –ya salidos del influjo y la chequera uribista- ahora ven el
pasado reciente con ojos más críticos y desapasionados.
En Colombia se presenta una distorsión de la realidad generacional,
en la que una parte de la población adulta toma conciencia del respeto a la
diferencia sexual, a los derechos reproductivos de la mujer y al libre albedrío
para consumir drogas o dejar de hacerlo (como viene ocurriendo en Europa y
naciones ‘civilizadas’ como Estados Unidos), mientras una mayoría juvenil
adocenada por la maquinaria publicitaria del caudillo de ingrata recordación
asume posiciones que se identifican con la ‘Weltanschauung’ uribista.
Parodiando el discurso retardatario del comensal arriba citado y sin
faltarle a nadie al respeto, podría entonces concluirse que en Colombia la
realidad política e ideológica ha dado un giro de 180 grados, porque ya no son
los mamertos sino los jóvenes los que “tienen huevo”.
Twitter:
@Jorgomezpinilla
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