Dos noticias del mundo católico captaron en estos días la atención de creyentes y no creyentes. Una provino de la boca del Papa Benedicto XVI con motivo de su visita a Cuba, cuando en el avión que lo llevaba a México dijo lo que por diplomacia o protocolo no podía repetir mientras permaneciera en la isla: que el comunismo ya fue superado y que, por tanto, “hay que buscar nuevos modelos”.
La otra noticia también proviene del mundo hispanoparlante católico, y refiere la polémica que desató un video de la Conferencia Episcopal Española en el que, para atraer a seminaristas ante lo que esa congregación llamó un “invierno de vocaciones sacerdotales”, prometen entre otras cosas “un trabajo fijo”. La polémica radica en que España atraviesa por una crisis de desempleo que ya se ubica cercana al 25 por ciento, por lo que el llamado a incorporarse a las filas del sacerdocio católico suena a medida por un lado oportunista, y por otro quizá desesperada.
http://www.semana.com/opinion/buscan-modelos/174549-3.aspx
Parecería que no existe relación entre una y otra noticia, pero la hay si consideramos que la difusión de ese video obedece precisamente a que muchos sacerdotes perdieron el modelo de rectitud que debía caracterizarlos, y en cantidades industriales –que impiden hablar de ‘casos aislados’- cometieron en las últimas décadas faltas gravísimas de pederastia sobre niños y adolescentes, las cuales pusieron a esa congregación en el ojo de la picota pública global y le hicieron perder adeptos en cantidades ídem.
Así las cosas, cuando el Papa habla de buscar “nuevos modelos” habría que sugerirle con todo respeto que ‘ponga a remojar sus barbas’, más si su admonición pretende caer como semilla de salvación en los oídos de una revolución materialista comandada por un grupo de barbudos que en disonancia con la máxima autoridad del mundo católico, pretendía a su modo buscar y aplicar nuevos modelos de vida y de comprensión del mundo.
Pero no se trata de ponernos del lado de los barbudos, sino todo lo contrario: de hacer ver cómo al margen de la confrontación entre dos modelos caducos, comunismo y catolicismo –caduco uno por imponerse con medidas autoritarias y el otro porque dejó de dar buen ejemplo-, sigue latente la necesidad de encontrar un nuevo modelo. (Que por supuesto tampoco está en el capitalismo, la mayor amenaza que hoy se cierne sobre el planeta).
Hablando de terrenos abonados, es aquí donde la necesidad colectiva de fortalecerse en alguna fe ha sido la simiente para la proliferación de nuevas doctrinas y tendencias, que le quitaron toneladas de fieles al catolicismo y cuyo común denominador ha sido la explotación de la confusión colectiva, dando lugar al surgimiento de nuevas iglesias (mormones, evangelistas, adventistas, testigos de Jehová, carismáticos, cienciólogos, Bethesda, Casa sobre la roca, Pare de sufrir, etc.) y falsos profetas, todos dedicados a pescar en río revuelto.
Entre estos ha tomado fuerza en el mundo occidental la Cienciología, que se autodenomina “iglesia” y cuyo máximo pontífice es Ron L. Hubbard, un prolífico escritor norteamericano especializado en textos de superación personal, quien en cierta ocasión le recomendó a un amigo –según cita de Daniel Samper Pizano- que “si quieres hacerte millonario, funda una religión”.
Citamos a Hubbard porque una tercera noticia religiosa nos llega de Francia, donde por primera vez en ese país “la Iglesia de la Cienciología ha sido considerada por los jueces como una estafa y una banda organizada”, con base en la denuncia de una ‘ciencióloga’, quien alegó haber sido presionada para pagar grandes sumas de dinero a esa organización.
Con lo cual llegamos al meollo del asunto: todas las religiones coinciden en “la obligación de pagar los diezmos”, que es lo que a su vez permite entender por qué fundar una iglesia es tan buen negocio, desde el principio de todos los tiempos. Y es en este punto donde se debe distinguir entre religión e iglesia, porque una cosa es la necesidad humana –quizá innata- de alabar a una divinidad creadora en gesto de gratitud por los dones recibidos, en lo que se conoce como un genuino y legítimo sentimiento religioso; y otra la iglesia como aparato de poder, compuesta por ‘pastores’ sujetos a una estructura jerárquica, con diferentes grados de mando sobre sus ‘rebaños’ y guiados por el supuesto sano propósito de guiarlos hacia Dios, en su calidad de intermediarios del Altísimo.
En este contexto habría que hablar de cuatro grandes religiones -cristianismo, judaísmo, islamismo e hinduismo- y un número exorbitante de iglesias y tendencias, en su mayoría orientadas más a ejercer autoridad o a exacerbar el miedo que a contribuir a la búsqueda de la felicidad terrena, y todas viviendo a costa de los diezmos que con sumisión y obediencia depositan los creyentes (ingenuos o no, sería debate de nunca acabar), a los que también les cabe la categoría de contribuyentes, porque en la práctica lo son, en cumplimiento de una obligación que contraen.
Una cosa es por tanto la génesis de una religión, que tiene como fundamento la admiración o el asombro ante un mundo cuyas maravillas remiten a un posible creador, y otra la evolución o involución de una iglesia compuesta por personas que desde un comienzo se arrogaron el papel de intermediarios ante la divinidad, pero terminaron adquiriendo un poder tan absurdo y colosal que en unos casos les sirvió hasta para torturar y quemar gente viva (y confiscar sus bienes), y en otros para hacer explotar aviones repletos de pasajeros sobre las Torres Gemelas de Nueva York bajo la promesa de un cielo repleto de huríes, como reza en el libro sagrado del Corán: “el grado más alto de perfección de la fe es el martirio, o sea la entrega de la vida por la causa del Islam”.
En lo que al cristianismo respecta, hubo un Señor Jesucristo que trajo el mensaje de un Dios bondadoso (diferente por cierto al Jehová guerrero de los primeros judíos), que habla de practicar la caridad cristiana y el amor al prójimo sobre todas las cosas; y hubo una Iglesia Católica que llegó a adquirir tan omnímoda potestad sobre sus rebaños que muchos –muchísimos, en número exagerado- de sus representantes perdieron el sentido de las proporciones y cayeron en prácticas aberrantes o perversas sobre seres inocentes, prácticas estas que sólo empezaron a ser reconocidas o sancionadas cuando ya se había rebosado la copa de la indignación, después de conocidos intentos de diversos jerarcas por proteger a sus autores, casi siempre bajo la figura de trasladarlos a otras parroquias.
Esto condujo a que se extraviara la imagen de orientadora espiritual para la que se supone fue creada la Iglesia Católica, y la consecuencia directa fue una deserción masiva tanto de fieles como de seminaristas, cuya demanda en el ‘mercado’ confesional hoy no presenta tendencia a la baja, sino caída en picada.
Si de buscar modelos se trata, entonces, quizá es tiempo de recapacitar en torno al papel dañino que las iglesias con sus fanatismos doctrinales han representado en la historia de la humanidad, y tratar de ver si es posible el ejercicio de entablar una comunicación directa con Dios, sin intermediarios contaminados por las más terribles sospechas.
Como dijo alguien en Facebook, “si una persona puede ser su propio médico o su propio abogado, ¿por qué no puede ser su propio sacerdote?”
O como le tocó al suscrito decirles a dos intensos testigos de Jehová que tocaron a su puerta: “la gracia no está en cambiar de pastor, sino en dejar de ser rebaño”.
jorgegomezpinilla@yahoo.es
La otra noticia también proviene del mundo hispanoparlante católico, y refiere la polémica que desató un video de la Conferencia Episcopal Española en el que, para atraer a seminaristas ante lo que esa congregación llamó un “invierno de vocaciones sacerdotales”, prometen entre otras cosas “un trabajo fijo”. La polémica radica en que España atraviesa por una crisis de desempleo que ya se ubica cercana al 25 por ciento, por lo que el llamado a incorporarse a las filas del sacerdocio católico suena a medida por un lado oportunista, y por otro quizá desesperada.
http://www.semana.com/opinion/buscan-modelos/174549-3.aspx
Parecería que no existe relación entre una y otra noticia, pero la hay si consideramos que la difusión de ese video obedece precisamente a que muchos sacerdotes perdieron el modelo de rectitud que debía caracterizarlos, y en cantidades industriales –que impiden hablar de ‘casos aislados’- cometieron en las últimas décadas faltas gravísimas de pederastia sobre niños y adolescentes, las cuales pusieron a esa congregación en el ojo de la picota pública global y le hicieron perder adeptos en cantidades ídem.
Así las cosas, cuando el Papa habla de buscar “nuevos modelos” habría que sugerirle con todo respeto que ‘ponga a remojar sus barbas’, más si su admonición pretende caer como semilla de salvación en los oídos de una revolución materialista comandada por un grupo de barbudos que en disonancia con la máxima autoridad del mundo católico, pretendía a su modo buscar y aplicar nuevos modelos de vida y de comprensión del mundo.
Pero no se trata de ponernos del lado de los barbudos, sino todo lo contrario: de hacer ver cómo al margen de la confrontación entre dos modelos caducos, comunismo y catolicismo –caduco uno por imponerse con medidas autoritarias y el otro porque dejó de dar buen ejemplo-, sigue latente la necesidad de encontrar un nuevo modelo. (Que por supuesto tampoco está en el capitalismo, la mayor amenaza que hoy se cierne sobre el planeta).
Hablando de terrenos abonados, es aquí donde la necesidad colectiva de fortalecerse en alguna fe ha sido la simiente para la proliferación de nuevas doctrinas y tendencias, que le quitaron toneladas de fieles al catolicismo y cuyo común denominador ha sido la explotación de la confusión colectiva, dando lugar al surgimiento de nuevas iglesias (mormones, evangelistas, adventistas, testigos de Jehová, carismáticos, cienciólogos, Bethesda, Casa sobre la roca, Pare de sufrir, etc.) y falsos profetas, todos dedicados a pescar en río revuelto.
Entre estos ha tomado fuerza en el mundo occidental la Cienciología, que se autodenomina “iglesia” y cuyo máximo pontífice es Ron L. Hubbard, un prolífico escritor norteamericano especializado en textos de superación personal, quien en cierta ocasión le recomendó a un amigo –según cita de Daniel Samper Pizano- que “si quieres hacerte millonario, funda una religión”.
Citamos a Hubbard porque una tercera noticia religiosa nos llega de Francia, donde por primera vez en ese país “la Iglesia de la Cienciología ha sido considerada por los jueces como una estafa y una banda organizada”, con base en la denuncia de una ‘ciencióloga’, quien alegó haber sido presionada para pagar grandes sumas de dinero a esa organización.
Con lo cual llegamos al meollo del asunto: todas las religiones coinciden en “la obligación de pagar los diezmos”, que es lo que a su vez permite entender por qué fundar una iglesia es tan buen negocio, desde el principio de todos los tiempos. Y es en este punto donde se debe distinguir entre religión e iglesia, porque una cosa es la necesidad humana –quizá innata- de alabar a una divinidad creadora en gesto de gratitud por los dones recibidos, en lo que se conoce como un genuino y legítimo sentimiento religioso; y otra la iglesia como aparato de poder, compuesta por ‘pastores’ sujetos a una estructura jerárquica, con diferentes grados de mando sobre sus ‘rebaños’ y guiados por el supuesto sano propósito de guiarlos hacia Dios, en su calidad de intermediarios del Altísimo.
En este contexto habría que hablar de cuatro grandes religiones -cristianismo, judaísmo, islamismo e hinduismo- y un número exorbitante de iglesias y tendencias, en su mayoría orientadas más a ejercer autoridad o a exacerbar el miedo que a contribuir a la búsqueda de la felicidad terrena, y todas viviendo a costa de los diezmos que con sumisión y obediencia depositan los creyentes (ingenuos o no, sería debate de nunca acabar), a los que también les cabe la categoría de contribuyentes, porque en la práctica lo son, en cumplimiento de una obligación que contraen.
Una cosa es por tanto la génesis de una religión, que tiene como fundamento la admiración o el asombro ante un mundo cuyas maravillas remiten a un posible creador, y otra la evolución o involución de una iglesia compuesta por personas que desde un comienzo se arrogaron el papel de intermediarios ante la divinidad, pero terminaron adquiriendo un poder tan absurdo y colosal que en unos casos les sirvió hasta para torturar y quemar gente viva (y confiscar sus bienes), y en otros para hacer explotar aviones repletos de pasajeros sobre las Torres Gemelas de Nueva York bajo la promesa de un cielo repleto de huríes, como reza en el libro sagrado del Corán: “el grado más alto de perfección de la fe es el martirio, o sea la entrega de la vida por la causa del Islam”.
En lo que al cristianismo respecta, hubo un Señor Jesucristo que trajo el mensaje de un Dios bondadoso (diferente por cierto al Jehová guerrero de los primeros judíos), que habla de practicar la caridad cristiana y el amor al prójimo sobre todas las cosas; y hubo una Iglesia Católica que llegó a adquirir tan omnímoda potestad sobre sus rebaños que muchos –muchísimos, en número exagerado- de sus representantes perdieron el sentido de las proporciones y cayeron en prácticas aberrantes o perversas sobre seres inocentes, prácticas estas que sólo empezaron a ser reconocidas o sancionadas cuando ya se había rebosado la copa de la indignación, después de conocidos intentos de diversos jerarcas por proteger a sus autores, casi siempre bajo la figura de trasladarlos a otras parroquias.
Esto condujo a que se extraviara la imagen de orientadora espiritual para la que se supone fue creada la Iglesia Católica, y la consecuencia directa fue una deserción masiva tanto de fieles como de seminaristas, cuya demanda en el ‘mercado’ confesional hoy no presenta tendencia a la baja, sino caída en picada.
Si de buscar modelos se trata, entonces, quizá es tiempo de recapacitar en torno al papel dañino que las iglesias con sus fanatismos doctrinales han representado en la historia de la humanidad, y tratar de ver si es posible el ejercicio de entablar una comunicación directa con Dios, sin intermediarios contaminados por las más terribles sospechas.
Como dijo alguien en Facebook, “si una persona puede ser su propio médico o su propio abogado, ¿por qué no puede ser su propio sacerdote?”
O como le tocó al suscrito decirles a dos intensos testigos de Jehová que tocaron a su puerta: “la gracia no está en cambiar de pastor, sino en dejar de ser rebaño”.
jorgegomezpinilla@yahoo.es
4 comentarios:
La religión católica como el militarismo (de izquierda o derecha) aprovecha para reclutar jóvenes en momentos cruciales cuando estos necesitan más apoyo para su carrera profesional. Es Estados Unidos las escuelas secundarias entregan el listado de estudiantes para "bombardear" padres de familia y convenzan a sus hijos que se unan a la Infantería de Marina, el ejército, la guarda costera, etc.,, etc.,…Yo lo viví…menos mal mi hijo prefirió ser un ciudadano del común y no ser carne de cañón a pesar de enfrentarse a un futuro incierto...
Nicole Castillo.
Buenas noches.
Generalmente no acostumbro a dedicar mi tiempo en este tipo de asuntos, pero dada la situación y más exactamente el tema en mención no puedo quedarme indiferente ante el análisis (si así se le puede llamar); que no deja des ser menos que patético.
Ya había notado su ignorancia en temas políticos (cosa que poco me interesa), pero su desatino en cuanto a la fe y más exactamente sobre la Religión Católica; me causa indignación.
Usted debería ser conciente del terrible efecto que puede tener en una sociedad comentarios como estos.
Yo muy respetuosamente le solicito Señor Jorge, que analice con mucho cuidado lo que escribe antes de hacerlo público. El único que tiene la potestad par jusgar es Jesucristo, tanto usted como yo y todos los creyentes y no creyentes (sin importar credos y/o religiones), en nuestro ocaso, tendremos que dobler la rodilla ante el y eschuchar el juicio.
No olvidemos la arrogancia de Fidel Castro y Chavez. ¿Cómo estan?
Una persona como usted, fue puesta por DIOS para que ejerciera el papel de informar a la comunidad; no para desinformar. Parece un lagarto, mimetizado según la sombra que lo cobija.
No estoy de acuerdo con usted, señor Castillo, en que "el único que tiene la potestad par jusgar (sic) es Jesucristo". Si lo mío es una columna de opinión, mi deber es emitir juicios, con base en fundamentos que usted bien puede contradecir, pero con argumentos. Si cree que hay "desatino" en mis apreciaciones, es a usted a quien le corresponde probarlo. Usted también tiene el derecho a "juzgarme", y es lo que hace con su comentario, pero me quedé esperando los argumentos.
Buenos dias
Estoy totalmente de acuerdo con el sr Castillo, ud deberia hacer un estudio mas juicioso en el momento tanto de escribir como de publicar una columna, su escrito solo deja entreveer su total desconocimiento acerca de lo espiritual. Ud le solicita al sr castillo argumentos y yo de manera repetuosa le pido que argumente sus afirmaciones acerca de su generalizacion acerca del tema del diezmo y de lo que ud llama “buen negocio”. En primer lugar el diezmo es una ordenanza divina y no una imposicion humana (ultimo capitulo del libro de Malaquias), el uso o la mala administracion de los mismos son sujetos a juicio de Dios, aca lo realmente dañino son comentarios como el suyo que generalizan y ponen en un mismo racero a todas la iglesias y denimonaciones sin sentarse a hacer un juicioso estudio y verificar que hay congregaciones que cumplen la directriz divina y administran de manera excelente dichos recursos para que no lleguen a los bolsillos de quien no tiene que llegar y se reinvierta en una sociedad tan falta de amor y caridad hacia el projimo, no generalize. En segundo lugar ud mete en una misma bolsa denominaciones, doctrinas e iglesias lo cual es errado y le argumento citando dos respetables y hermosas congregaciones (Bethesda y Casa sobre la Roca) las cuales revuelve con evangelistas el cual es un don dado por el Espiriti Santo y carismaticos que es un doctrina, y esto no es nada, como se atreve a equiparar a iglesias de sana doctrina como las mencionadas con sectas como pares de sufrir y la llamada cienciologia, es absolutamente absurda su comparacion. En lo que si estoy de acuerdo con ud es en que como hijos de Dios debemos ser testimonio y ejemplo para una sociedad corrompida como la de hoy, otra precision: El Dios de nuevo y antiguo testamento es el mismo, Dios es un Dios de amor pero tambien de disciplina,asi como ud ama a sus hijos y por esa misma razon los disciplina asi lo hace Dios con nosotros sus hijos, en el nuevo testamento Dios Padre envia a su hijo Jesucristro a morir por ud y por mi. Si bien de una manera u otra todos juzgamos el unico que lo hace con verdadera justica y bondad es Dios. Son las falsas y erradas doctrinas las que hacen daño a las personas y no todas son ni falsas ni erradas, existen las doctrinas sanas que conducen a un camino verdadero y lo unico que aportan a esta perversa humanidad es una muestra del amor de Dios, la iglesia no es un intermediario entre Dios y los hombres, el dia que Cristo murio ese velo o muro entre Dios y los hombres se rasgo y ahora tenemos el privilegio de acceder directamente al Padre estableciendo una relacion con El, la iglesia es un medio para acercarmos mas a Dios, nunca un intermediario. Dios lo bendiga
Publicar un comentario