En lo que se debe considerar un comprensible gesto de solidaridad con Horacio Serpa Uribe, cuya señora madre falleció justo el día anterior a la elección del pasado 30 de octubre, pocos analistas han incluido al gobernador de Santander entre los grandes derrotados de la contienda electoral. Duelo en doble o quizá triple dimensión, pues coincidió con la derrota de su candidato a la gobernación de Santander, Luis Fernando Cote Peña, y con la del candidato a la alcaldía de su amada Barrancabermeja, Darío Echeverry Serrano.
http://www.semana.com/opinion/como-entender-derrota-serpa/167535-3.aspx
Fueron cuatro secretarios de su despacho los que se retiraron para aspirar a un cargo de elección popular: además de los dos ya citados (del Interior y de Agricultura respectivamente), su exsecretaria de Planeación Consuelo Ordóñez de Rincón quiso la candidatura a la alcaldía de Bucaramanga, pero fue derrotada por Luis Francisco (Lucho) Bohórquez Pedraza; y a la secretaría de Desarrollo renunció Héctor Josué Quintero Jaimes, más conocido como ‘Vasito de agua’, en busca de la alcaldía de Girón. De esos cuatro el único que triunfó fue ‘Vasito’, quien, vaya paradoja, no provenía del Partido Liberal sino del Polo Democrático.
Si nos diera por aplicar refranes, hay uno que se ajusta como ninguno a la situación descrita: nadie es profeta en su tierra. ¿Cómo es posible, acaso, que quien en tres ocasiones fue escogido en las encuestas como el mejor gobernador (dos veces por la firma Cifras y Conceptos y otra por Colombia Líder), presentó los mejores índices en lucha contra la pobreza, se declaró a su administración como la más transparente (Corporación Transparencia por Colombia), obtuvo la más alta calificación en calidad educativa y presentó el Mejor Plan de Desarrollo 2008 – 2011, no hubiera logrado siquiera conseguirle un buen partido a la niña de sus ojos, Barrancabermeja?
Esto de entrada hablaría mal de los santandereanos, sobre todo de los barranqueños, pues los pondría en la categoría de ingratos. Sin descartar lo anterior, las razones de semejante entuerto se deben buscar también en los errores del proponente, por un lado, y por otro en las cualidades del rival que Serpa pretendía vencer en franca lid.
Es un hecho indiscutible que al comenzar la campaña el triunfo de Cote Peña se daba por descontado, tanto por el padrinazgo recibido como por sus méritos profesionales, en lo que atañe a un funcionario correcto y ejemplar, cuyo único lunar (si eso es lunar) radicaría en que le fue mejor como ejecutivo que como político. A lo anterior se sumaba que quien iba a ser su oponente, el coronel Hugo Eliodoro Aguilar, fue acusado y puesto preso por supuestos nexos con grupos paramilitares, lo que hacía presumir que sería una pelea de toche con guayaba madura.
Es a partir de este momento donde el azar comenzó a hacer de las suyas, pues nadie esperaba que el ungido hijo del coronel, el excónsul Richard Aguilar Villa, de sólo 30 años y sin mayor experiencia en lo administrativo, le diera validez a otro refrán: hijo de tigre sale pintado. O mejor, magnificado, pues con el paso de las semanas demostró que lo que le faltaba en experiencia gerencial lo había reemplazado con una ‘garra’ política que no se la esperaba ni el mismo Serpa, a tal punto que cuando sólo faltaban unos días para la elección final ya se presentía que sería más bien una pelea de felino con burro amarrado.
Y hablamos del azar por lo siguiente: es sabido que Lucho Bohórquez buscó la candidatura a la gobernación por el Partido Liberal y se le entregó como premio de consolación la alcaldía de Bucaramanga, porque Serpa quería a Cote en la Gobernación, lo cual significó sacrificar a Consuelo Ordóñez, una liberal disciplinada. Pero después del triunfo de Aguilar se vino a entender que otra quizá habría sido la suerte si la Ordóñez hubiera enfrentado a Martha Pinto y el carisma personal de Lucho hubiera enfrentado al carisma del hijo del coronel, pues si algo se notó al final de la jornada fue que a Cote le faltó precisamente eso: carisma, garra política, untarse de pueblo. Nadie se esperaba, digámoslo a calzón quitado, que Aguilar Villa tuviera la fortaleza física y casi el don de la ubicuidad para estar en tantos sitios posibles en tan poco tiempo y en todos con su sonrisa amplia, en una maratón que terminó por dejar rezagado a su contrincante.
Algo parecido aunque a menor escala ocurrió en Barrancabermeja, donde un candidato cuestionado como Elkin Bueno, pero hacedor de ‘pinos’ en sus dos alcaldías anteriores, apabulló a Darío Echeverry, un funcionario y político con un perfil similar al de Luis Fernando Cote.
A modo de síntesis, pues, es un hecho incuestionable que Horacio Serpa sale fortalecido con una gobernación casi impecable, pero que cometió errores en la escogencia de los continuadores de su obra. De otro lado, falta por determinar si la supuesta ingratitud de los santandereanos aquí esbozada terminará por pasarles cuenta de cobro, o si brillará una nueva luz para su departamento.
En otras palabras: amanecerá y veremos, como dijo el ciego.
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