lunes, 6 de febrero de 2017

Uribe lava su culpa con Zuluaga


El escándalo desatado tras conocerse la multimillonaria suma que Odebrecht le pagó al publicista Eduardo ‘Duda’ Mendonça por su trabajo en la campaña de Óscar Iván Zuluaga, representa un punto de quiebre para el uribismo: por primera vez el dueño del letrero dejó de hablar de persecución política y, ante la contundencia de la revelación, prefirió dejar solo a su excandidato a la presidencia.

El otrora Titanic de la política conocido como Centro Democrático amenaza con irse a pique, y del naufragio podría no salvarse ni el “incontaminado” Iván Duque, de quien vino a saberse que estuvo también reunido con ‘Duda’, Daniel García Arizabaleta y los Zuluaga –padre e hijo-, con tiquetes al parecer pagados por Odebrecht, pues no aparecen reportados (Ver noticia). ¿Y ahora nos quieren hacer creer que semejante comitiva y lo que ahí charlaron permaneció desconocido a los oídos de Álvaro Uribe? ¿Que todo fue a sus espaldas?

En la contabilidad oficial reposa que la campaña de Zuluaga le pagó 1,3 millones de dólares (2.859 millones de pesos) a ‘Duda’ por sus aportes en publicidad, que debieron ser valiosos y lo habrían llevado a la presidencia si no se hubiera atravesado el escándalo por el video de su encuentro con el hacker Andrés Sepúlveda, donde este le entrega información reservada de Inteligencia Militar y Zuluaga le dice “tenemos un mes dar un golpe, hermano”. (Ver video).

De aquel suceso Zuluaga logró salir indemne, pese a que continúan vinculados su hijo David y el prófugo ‘asesor espiritual’, Luis Alfonso Hoyos. Pero de la que no puede salir airoso el uribismo en pleno es de la trama cuyo origen se remonta a la reunión realizada en Panamá en noviembre de 2008 entre Miguel Nule, el representante de Odebrecht André Rabello y Tomás Uribe, hijo mayor del entonces presidente en ejercicio. Esto da una idea de la importancia que para la casa Uribe siempre tuvo su estrecha cercanía (que hoy pretende minimizar) con la empresa brasileña.

Esa primera reunión en Panamá ocurrió ocho meses antes de que se abriera la licitación para la Ruta del Sol. Al año siguiente, el 17 de septiembre de 2009, cuatro meses antes de la firma del contrato con Odebrecht por 2 billones y medio de pesos, el mismísimo presidente Uribe se reunía en Palacio con el también mismísimo presidente de la compañía, Marcelo Odebrecht, y por simple cosa del azar allí también estaba Andrés Felipe Arias (ver noticia), a quien le decían ‘Uribito’ porque su jefe aspiraba a convertirlo en su remplazo hasta que se presentó el escándalo de Agro Ingreso Seguro que le permitió al muy ‘traidor’ Juan Manuel Santos colarse por el entresijo de la puerta…

Hasta ahora no se ha sabido cómo se acordó con Zuluaga que Odebrecht cubriría el pago restante para completar los 4,3 millones de dólares que ‘Duda’ pidió por su trabajo en la campaña de 2014. Pero algún acuerdo debió haber, solo que de palabra, pues la ley prohíbe a cualquier empresa nacional o extranjera apoyar con dinero a quien mediante elección popular aspire a convertirse en el dueño de la chequera. ¿Y nunca lo contaron de esto a Uribe, el mismo que mandó a su chino Tomás a Panamá a reunirse con Odebrecht? A otro perro con ese hueso…

Es por eso que Álvaro Uribe no tiene ninguna autoridad para esquivar el bulto de su responsabilidad –política y penal- sometiendo a su excandidato a la Comisión de Ética de su partido. Hoy se lava las manos con la carta que le escribe su obediente excomisionado y prófugo de la justicia Luis Carlos Restrepo, pese a que la génesis de tan corrupta trama arranca en la reunión de Panamá, donde comenzaron a tejerse los hilos que hoy también enredan a Andrés Felipe Arias, Gabriel García Morales, Otto Bula y Daniel García Arizabaleta, todos de la entraña uribista. Son muchos y en todos los niveles como para pensar que Uribe no sabía lo que ocurría a su alrededor, más tratándose de alguien tan estricto en su estilo microgerencial de conocer y controlar hasta el mínimo detalle.

Si bien a Iván Duque no se le puede culpar por haber estado en la reunión con ‘Duda’, pues su presencia se ajustaba a su condición de director programático, resulta paradójico que su situación ahora despejada como precandidato solo contribuya a ahondar la división del CD, donde muchos lo ven como un santista infiltrado. Incluso circula un video en el que se valen de declaraciones suyas para acusarlo de ser tan ‘comunista’ como Nicolás Maduro, Juan Manuel Santos y Timochenko (ver video). Acompaña el coro de plañideras el muy ‘furibista’ Ricardo Puentes desde su página Periodismo sin Fronteras, quien le adjudica la crisis del Centro Democrático a un plan tenebroso de la izquierda para destruirlo desde adentro (ver artículo).

Falta ver si los temores de esas personas tienen fundamento, pero son apenas comprensibles con solo observar que Iván Duque tiene cara de honrado. Uribe lo defiende de dientes para afuera, pero no lo veo como su ungido. Esas buenas maneras y el contenido ‘liberal’ de una columna reciente en Portafolio deben provocarle el mismo recelo que siempre le tuvo a su exministro de Defensa. A riesgo de equivocarme, a Uribe lo veo más bien en futura alianza con la campaña rabiosamente ‘Trumpista’ y confesional de Alejandro Ordóñez, de la que incluso podría terminar como fórmula vicepresidencial, luego de dejar a su partido con partida de defunción en medio de tremenda bronca interna, al mejor estilo Corleone.

Sea como fuere, lo único cierto por ahora es que Álvaro Uribe Vélez parece ser víctima de una maldición fatal, consistente en que casi todos los que le rodean son una caterva de cafres o delincuentes de la peor calaña que terminan investigados, presos o huyendo de la justicia, mientras él es el único inocente del paseo…

DE REMATE: Al cierre de esta columna se conoció una entrevista de Uribe con la FM donde anuncia que su partido presentará una ley anticorrupción, y en la misma charla defiende al muy corrupto Daniel García Arizabaleta, untado de Odebrecht hasta los tuétanos e inhabilitado por la Procuraduría para ocupar cargos públicos durante 17 años por once faltas disciplinarias. Como dicen las señoras bogotanas, “esto ya es la tapa” del cinismo.

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