martes, 15 de diciembre de 2015

Encomendémonos al San José


Por los días en que el presidente Juan Manuel Santos anunció el hallazgo del galeón San José circuló en las redes sociales un meme muy ingenioso, que muestra lo que pasa cuando “No tienes plata para el posconflicto, pero te encuentras un tesoro legendario hundido en el mar”. (Ver meme).

No sabemos todavía si el país podrá disponer de ese dineral, que los medios calculan entre 5.000 y 10.000 millones de dólares, pero bien vale la pena ilusionarse, sobre todo considerando una frase de Winston Churchill según la cual “soy optimista porque no tiene sentido ser otra cosa”.

En su columna del domingo pasado el escritor Héctor Abad Faciolince establece una diferencia puntual entre tesoro y patrimonio, y concluye que el galeón San José entra en la segunda categoría, motivo por el cual “debería hacerse un museo del galeón San José que incluya hasta su último clavo, con una exposición itinerante que recorra el antiguo virreinato del Perú, Panamá (…) y el antiguo reino de España”. (Ver columna).

Según Abad “los negociantes del Congreso no dejaron firmar la Convención de la Unesco sobre patrimonio sumergido y luego hicieron una mala ley para partirse la marrana de los tesoros y para tratar los galeones como si fueran petróleo que se reparte entre el explorador y el Estado”. Si no me equivoco el escritor hace referencia a la Ley 1675 de 2013, la cual como hecho llamativo tuvo de ponente al gobernador electo de Santander, Didier Tavera, de cuando era representante a la Cámara. En el articulado de esa ley se establecen “las condiciones para proteger, visibilizar y recuperar el Patrimonio Cultural Sumergido (…), así como para ejercer soberanía y generar conocimiento científico sobre el mismo”.

Aquí presento una divergencia con el apreciado escritor, pues si bien es cierto que en un planeta de ángeles y serafines ese “tesoro” –que también lo es- debería ser patrimonio universal y por tanto ninguna de sus piezas podría ser objeto de venta o trueque, Colombia vive un caso particular: está ad portas de dejar atrás una prolongada guerra sangrienta y fratricida, y esto requiere no solo del apoyo de las naciones civilizadas sino de ingentes cantidades de dinero para sembrar en lo económico las bases de una reconciliación nacional duradera. Y en tal dirección lo pragmático indica que no se puede desaprovechar ese ‘dinerillo’ extra.

Es por ello que me acojo a la tesis según la cual si un doblón de oro acuñado en el Perú está repetido, una sola moneda es patrimonio y las demás copias se pueden vender. Lo importante es que se establezca un estricto control sobre el manejo de esos recursos ‘monetarios’, y así se contribuya a despejar los temores que el columnista avizora, en cuanto a la eventualidad de que haya una repartija entre “el Estado insaciable y sus asociados en el hallazgo del “tesoro”.

Lo que se requiere en últimas para salir de toda duda, es que sea el propio Presidente de los colombianos quien manifieste ante el ‘concierto de las naciones’ que los recursos provenientes de ese tesoro (los cuales por ley expedida antes de su hallazgo ya forman parte del patrimonio nacional) serán el ‘capital semilla’ para afianzar la paz, en términos de financiar proyectos orientados a la consolidación de ese propósito, frente al cual el presidente cuenta con los dientes requeridos y solo se requiere la voluntad política para que siga traicionando a su propia clase.

En otras palabras, para que piense en que si no la pudieron hacer las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), él sí tiene en sus manos las riendas del Estado para sacar adelante una revolución social de corte liberal como la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo (1934-38), la cual se movió en un mundo de extrañas paradojas: el ascenso de las reformas populares en coincidencia con el ascenso del fascismo italiano, el falangismo español y el nazismo alemán que tantas simpatías despertaban en el entonces jefe máximo del Partido Conservador, Laureano Gómez, quien declaró una política de no colaboración con el gobierno de López Pumarejo.

Hoy se vive una situación similar, con unas despiadadas fuerzas reaccionarias también de corte fascista encabezadas por el senador Álvaro Uribe, quien ha cambiado la no colaboración por una sistemática obstrucción, con el agravante de que tiene confundida a gran parte de la población y trae el propósito de atravesarse como vaca muerta en medio de la autopista del posconflicto, contrario hasta la conspiración –como siempre- al anhelo nacional de una paz sólida y duradera.

Por estos días de Navidad en que la gente se encomienda al Divino Niño de Belén, yo propondría que nos encomendáramos a algo más real y tangible, por ejemplo al tesoro del galeón que porta el mismo nombre del padre putativo de ese niño. Y que convirtiéramos el San José en la embarcación insignia del propósito nacional de reconciliación que arrancará con la firma de los acuerdos, y que rodeemos al ‘capitán’ Juan Manuel Santos para que conduzca la nave a buen puerto en medio de la tormenta desatada por los que ya sabemos, y que todo el mundo entienda que cualquier transacción económica que se haga con ese tesoro será usado en la constitución de un tesoro aún más valioso, el de la paz.

¿Será mucho pedir, señor Presidente?

DE REMATE: En días pasados el procurador Alejandro Ordóñez anunció que está investigando al general Rodolfo Palomino, y a la vez salió en su defensa al afirmar que la Comisión que anunció el presidente Santos para estudiar lo ocurrido en la Policía, hace parte de los compromisos que ha asumido el Gobierno con las FARC. Aquí entre nos, ¿a eso no se le conoce como prevaricar?

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